Capítulo 12Las horas habían pasado y ni siquiera me había percatado de ello. Por momentos me daba cuenta de las cosas y en segundos, volvía a estar bajo el hechizo. Era desconcertarte sentirte como adormecido y abrumado.
Fue algo bestial. La catarsis de lujuria sí que la sentía al máximo. Era puro fuego y pensaba que en cualquier momento estallaría en pedazos por la voraz hambre de sexo que sentía en mi interior.
Athalia me cautivaba. Me llenaba y saciaba en todos los sentidos y disfrutaba de lo que hacíamos. No pude evitar caer en sus redes porque era algo sobrenatural. Entre sus piernas me vi como esos corsarios y piratas que encallaban sus barcos debido a su canto, me vi cayendo en picada a la ruina que solo traía su melodía.
No pude luchar contra eso. Es una lucha que se sale de mis terrenos. No es algo justo y equitativo, al contrario. Ningún humano podría resistirse a un ser como ella, ya lo había comprobado en mi propia piel.
Me derramo en su interior y ralentizo las estocadas sintiendo la luz del sol brillar sobre mí.
Con todos mis sentidos controlados me separo bruscamente de ella poniéndome de pie. Comienzo a caminar varios pasos lejos de la pelirroja para salir de la habitación pues por mi mente no deja de pasar, el hecho de que dejé sola a una dama a media noche a mereced de cualquier persona que pase por ahí.
—¡Thaddeus! —me llama Athalia a mis espaldas, pero no me detengo.
Mis nudillos están apretados y a este punto la cabeza me reventará en cualquier momento. Cuando voy llegando a la puerta de mi habitación para salir a reparar el desastre que acaba de suceder, la mujer me toma de un brazo y me hace girar a encararla.
Sus manos sostienen una sábana que cubre de forma escasa sus curvas, aunque no pone mucho esfuerzo por ello. Me golpeo mentalmente por quedarme viendo de más el escote de sus pechos, hasta que con una mirada fulminante la observo.
Ella se encoge al notar mi ira.
—¿Thaddeus...
Inspiro hondo al escuchar el suave sonido de su voz llenar mis oídos. Un sonido que creo que comenzaré a odiar, por el simple y llano hecho de que me quita todo el autodominio de mí mismo.
—¡Cállate! ¡No quiero oírte maldita sea! —le grito.
Athalia se remueve en el lugar y sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas. Solo con eso basta para que tome el mando de la puerta y salga hechando humo por los oídos. Me pongo una ropa decente en otra habitación y bajo al primer piso donde veo a mi madre caminar hacia un pasillo con la mirada preocupada.
—¿Qué sucede? —inquiero como mi humor me permite.
Ella me enfoca y frena sus pasos.
—¡Oh hijo! ¡Dios nos asista! Debes...
—¡Abran la maldita puerta o la reviento a tiros ya mismo! —brama una voz autoritaria fuera.
Y frunzo el ceño.
Miro a mi madre sin entender qué sucede. Intento preguntar otra vez, pero los gritos vuelven a llamar mi atención y sin más, dirijo mis pasos allí.
Escucho el bullicio al aproximarme, y percibo que todo está pasando en la entrada del castillo. Abro la puerta reparando ante mí al duque de Bramwell, junto a cuatro de mis lacayos y el mayordomo.
El duque antes de que diga nada, me salta encima tomándome desprevenido. Sus manos van a mi cuello y me hace dar dos pasos atrás perdiendo casi el equilibrio de mis pies.
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La melodía de las olas
FantastikThaddeus el marqués de Osborne solo vio ante él un solo camino y fue emprender una búsqueda por el vasto mar persiguiendo historias y leyendas. Encontrarla sería su única solución, el único rayo de luz que haría sonreír a su madre y dejar que las n...