Capítulo 19El carruaje había llegado a la casa solariega de mi familia, los Osborne, en Westernos. Uno de los condados costeros de Radcliff. Me mantuve en silencio rotundo hasta llegar con la mente sumergida en Athalia. El resto del banquete en la parroquia fue desesperante. Tuve que bailar con Bridget y saludar a todos los invitados que nos desearon las mejores bendiciones, claro, todo hipócritamente. Fingí sonrisas y felicidad todo el momento, hasta que partimos al lugar donde pasaríamos la luna de miel.
Me bajo del carruaje viendo la única de las propiedades a la que le he dedicado fondos solo porque es la de más antaño de mi casa. Bridget se sitúa a mi lado y dice:
—Es inmensa y preciosa.
Mi mente recae en los años de mi infancia en los que pasábamos aquí. Lejos de la ajetreada ciudad. Aunque ni siquiera estar apartados del tumulto, hizo a mi padre estar sobrio por más de veinticuatro horas. Era él una pesadilla ambulante en cada uno de mis recuerdos pasados. Siempre para mancharlos u oscurecerlos.
—Entremos.
Y sin tomar su mano doy pasos por las escaleras de la entrada principal hasta adentrarnos a la mansión de mi familia.
—¿En qué puedo ayudarles excelencia? —pregunta el encargado de cuidar la propiedad.
—Estaremos en la habitación, si necesitamos algo, os solicitaré —ordeno y el hombre asiente.
Escucho a Bridget seguir mis pasos en silencio. Subo por las escaleras hasta llegar a la habitación principal. El calor me acoge pues todo está cálido y habitable dentro. Espero que ella pase y cierro la puerta tras su espalda.
Bridget sigue de largo hacia el balcón dejando entrar la brisa fría al abrir la puerta. Voy a su lado viendo el sol ponerse tras las montañas.
—Me han hablado mucho de este momento...
Miro su rostro al oírla sin saber qué decir.
—Desde que he estado en el convento he oído todo tipo de historias sobre el primer encuentro y todas y cada una desagradables. Luego mi madre ayer en la noche se sentó conmigo y me dijo que debía aguantar todo, que ese era nuestro papel en la sociedad.
Ahora se voltea a verme de forma fija a mí.
—¿Hay alguna forma de hacerlo menos doloroso? —cuestiona.
—No.
Ella sonríe forzadamente. Quizás en otra circunstancia. En otro mundo paralelo donde no hubiese otra mujer de cabellos rojos metida en mi cabeza en todo momento, la hubiese consolado. Le hubiese dicho que todo estaría bien, luego la hubiese acariciado y llevado a la cama hasta convertirla en mi esposa, mi esposa de verdad.
Pero nada de eso me palpitaba. Ni siquiera mi lengua hizo amago de moverse para confortarla de alguna forma.
—Mi madre continuó diciendo que mientras más fingiera que me gustaba, más rápido terminaría el dolor. Que hiciera todo lo posible porque te derramaras dentro y que fuese algo breve.
Elevo una ceja sopesando el hecho de que la mayoría de la sociedad estaba casada con personas por las que no sentían absolutamente nada. Follar solo para satisfacer necesidades era una cosa, pero coger con sentimientos de por medio era otra. Y a la mujer siempre le tocaba la peor parte. El hombre tenía la de ganar en todos los sentidos y eso ponía a las mujeres en desventaja.
Veía el miedo llenar las facciones de mi recién nombrada esposa, y me acerqué a ella. Tenía que hacerlo, tenía que consumar el matrimonio hoy. Así que enrosco mi mano en su cintura haciendo que su cuerpo se estampe contra el mío.
ESTÁS LEYENDO
La melodía de las olas
Viễn tưởngThaddeus el marqués de Osborne solo vio ante él un solo camino y fue emprender una búsqueda por el vasto mar persiguiendo historias y leyendas. Encontrarla sería su única solución, el único rayo de luz que haría sonreír a su madre y dejar que las n...