Luna Llena

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Capítulo 10

Mis párpados pesaban demasiado cuando comencé a pestañear. El sol irradiaba dentro de mi habitación y el calor era extrañamente sofocador a pesar de que la temperatura fuera estaba gélida.

La sentí removerse contra mí y el tirón que provocó mi verga fue doloroso. Bajo la mirada a la mujer que duerme casi sobre mí. Su cara está sobre mi pecho y sus manos abrazando mi cintura, mientras una de sus piernas está sobre mi abdomen bajo, dejándome ver su trasero completamente descubierto.

¡Condenación!

Era el maldito paraíso sentirla contra mi piel.

Llevé un brazo a una de sus nalgas y la acaricié lentamente disfrutando del momento. Había pasado los tres días anteriores con ella encerrado aquí o en el mar navegando.

Me había encargado de que en las fábricas no faltara nada y pude darme el lujo de embriagarme del calor que me brindaba la pelirroja.

Y aún mi cuerpo quería más.

Estaba sin moverme y acabado de despertar de una noche sumamente activa y mi cuerpo estaba revolucionado como si fuese un jovenzuelo, mis sienes dolían al igual que mis testiculos, creía que la verga se me iba a reventar de lo dura que estaba. Algo carnal y primitivo sacude todas mis entrañas haciéndome soltar un gruñido frustrado.

Necesito más.

Comienzo a acomodarme dejándola caer sobre el colchón a ella. Sus ojos adormilados se abren y una sonrisa totalmente hechizante se dibuja en sus labios sonrosados. Mi boca hormiguea viendo directamente a la suya mientras abre sus piernas dejándome meterme entre ellas.

Llevo una mano sin dejar de ver sus labios, a su entrepierna y mis dedos perciben su humedad latente. Sin esperar un condenado segundo más en agonía, me deslizo entre sus pliegues y jadeo al estar rodeado de ella.

Cierro los ojos sin moverme y un hambre furiosa comienza a emerger dentro de mí. Con los ojos en ella, aprieto su cabello y la empiezo a embestir con salvajismo.

Sus gemidos necesitados son pura melodía para mis oídos que solo me incitan a penetrarla aún más. Sus manos arañan mis hombros y consigo meterme una de sus tetas en la boca y bajo mi lengua veo como se retuerce.

Cada vez su canal me aprieta más llevándome a la locura. Sus jadeos son entrecortados y me hace sentir vivo. La siento contraerse bajo mi cuerpo y lamo frenético sus pechos voluptuosos haciéndola correrse en instantes. El cúmulo de sensaciones se van aglomerando en mis músculos y gruñendo maldiciones y viéndola directamente a los ojos, termino corriéndome en su interior.

Ralentizo los movimientos en su vagina y me dejo caer a su lado.  Nuestras respiraciones están agitadas y cierro los ojos relajándome.

Paso saliva.

¿Acaso llegaré a cansarme de poseerla?

Ella se sienta frente a mí y lleva la mirada al balcón que está abierto de par en par. El sol está saliendo lo que significa que aún la luz no está muy fuerte. Pero en vez de ver hacia el cielo, me pierdo cómo cae su cabello suelto sobre su espalda desnuda, en cómo su piel luce tan pálida que hace un eclipsante contraste con su tono de pelo.

¿Desde cuándo me había quedado ratos viendo a una mujer sin pestañear?

Ella se gira hacia mí y sus ojos chispeantes me ven llenos de vida.

—Hoy es la primera noche de luna llena —añade y sopeso sus palabras.

Había olvidado por completo ese hecho. Mi cuerpo cosquillea y mi entrepierna vuelve a agitarse. Y sí, si antes sentía erosionar todos mis sentidos, hoy siento una maldita catarsisis apocalíptica dentro de mí.

La melodía de las olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora