Prólogo

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Mis ojos discurren por su rostro

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Mis ojos discurren por su rostro. Su cabello parece más prendido en llamas que cuando estaba dentro del agua. Sus pechos lucen turgentes y redondos, ya que todo su torso está al descubierto. Algo dentro de mí se agita al verla. Las escamas comienzan a partir de sus caderas anchas. La larga cola esmeralda brilla bajo la luz de la luna.

Suspiro.

Lo logré.

Mi cabeza duele y tengo toda la ropa empapada, pero no logro quitar los ojos de ella.

Existe.

Era real la leyenda que por siglos atrás contaban los marineros que vagaban por el vasto mar.

Esos seres míticos que seducían a los marineros con sus melodías dulces haciéndolos encallar, para luego ser devorados por ellas.

Trago grueso notando lo inocente y vulnerable que luce.

¿Cómo es posible que algo tan frágil pueda hacer protagonista de tantas devastaciones?

—Mi lord, ¿la trasladará hasta el castillo? —pregunta el capitán de uno de mi barcos a mi espaldas.

Me giro saliendo del trance que conlleva mirarla. Es como magnética, cuando la ves no puedes apartar los ojos de su anatomía sobrenatural.

—Sí, quítenle la malla y trasládenla allá...

Vuelvo a observarla. Esta inconsciente seguramente por la escasez de agua. Alrededor de su cuello puedo divisar las branquias que están sin moverse, pero hace unos segundos pegué los dedos al orificio de su nariz y estaba respirando por ellos.

Es asombroso.

—¿Está seguro de todo esto excelencia? —inquiere preocupado el capitán.

Fue el único hombre de todos los vasallos que están bajo mi poder, que se atrevió a zarpar conmigo hasta encontrar lo que deseaba.

—No se preocupes capitán Jake, estaré bien. Sé todo lo que tengo que hacer, fuera del agua no me sucederá nada...

Me mira pero ni siquiera asiente.

—Según las historias de corsarios el último hombre que llevó una a tierra firme se evaporó como espuma —me recuerda y aunque mi cuerpo se contrae cada vez que escucho eso, sé de sobra que muchas leyendas las llegan a exagerar. 

—Estaré bien. Regresaré al castillo a caballo. Nadie debe enterarse, manténganla húmeda todo el tiempo —ordeno y él solamente asiente.

Tras darle una última mirada a lo que llevo meses buscando, me giro para salir de la embarcación.

Sé poco sobre sirenas. Todo lo que sé son las leyendas que discurren por todos lados, mas jamás nadie había visto una en persona, o en realidad nadie que yo conozca ha atrapado una y ha sobrevivido para contarlo.

La melodía de las olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora