Capítulo 8
La noche cubría el cielo tal cual un manto lleno de brillo. La vislumbrante luna destacaba de entre todos los puntos luminosos llamados estrellas. Las calles estaba tenuemente alumbradas por su luz y me vi tintineando a la espera de las mujeres del castillo.
Había sido un día atroz para mí control y paciencia, tenia la cabeza a punto de reventar en dos pedazos debido a mi pelea con Octavius. Nunca había discutido con él a ese nivel y me sentí afectado por eso. Él para mí era como mi hermano, nos habíamos criado juntos me acusó de ladrón, de calumniador pero lo que más me dolía era que todo saliese de su boca como una erupción. Cómo si estás semanas después de mi regreso se haya estado conteniendo hasta que no tuvo más remedio que explotar.
Paso la mano por mis cabellos exasperado. Había tenido que meterme en la tina de agua por más de dos horas y ni así había conseguido calmarme.
Escucho los pasos a mi espalda y me volteo para ver a mi madre caminar hasta los carruajes. Luce preciosa con un vestido color rosa lleno de flores por doquier. Pero mis ojos malditamente se desviaron hacia la figura femenina que apareció en mi campo de visión tras ella.
La garganta se me secó y tuve que pasar saliva sin poder apartar la mirada de ella.
Lucía hermosa a pesar de la escasa luz que brindaba la luna. Su cabello aún de lejos parecía una llama prendida y estaba recogido todo sobre su cabeza. Lo ornamentaron con una peineta de flores dorada. Mis ojos discurrieron por su cuerpo observando lo apretado que le quedaba el corsé y que por lo tanto le hacía elevar mucho más sus ya voluptuosos pechos. El vestido era azul al igual que sus ojos.
Por una extraña razón no podía impedir que mi pulso se acelerara mientras la veía dar pasos y pasos, cada vez más cerca de mí. Por mi mente pasaron destellos de la última vez que tuve acceso a ella, a su intimidad, a su cuerpo y sus gemidos.
Vuelvo a pasar la mano por mis cabellos frustrado forzándome a mirar a mi madre que se paró frente a mí. Tendí la mano y la ayudé a subir aún cuando el cochero hacía eso por mí.
Ella feliz y sonriente subió con mi ayuda. Su aroma no pasó desapercibido para mi nariz cuando se acercó a mí la pelirroja. Sus ojos se cruzaron con los míos y una tímida sonrisa se abrió en sus suaves labios.
Le tendí la mano con galantería y ella ruborizada la tomó y subió, rompiendo así el contacto visual conmigo.
Mi verga tironeaba en mis calzas y decidí que mejor sería viajar en el caballo solo.
Así que cerré la puerta y me dirigí al semental. El cochero comenzó a mover el carruaje y me les adelanté en un trote más rápido yendo a varios metros del carruaje.
La brisa fría impacta en mis mejillas y yo no podía impedir los caminos escabrosos que tomaba mi pervertida mente. Me auto conciencié del sitio al que me dirigía y lo respetable que debía ser mi conducta ahí.
Llegamos y le di el animal al vasallo. Esperé por el carruaje donde iba mi madre y Athalía y nuevamente las ayude a bajar. Los anfitriones de la casa salieron a recibirnos e hice las presentaciones. Sentía su presencia a mi lado y cómo mi cuerpo hervía por las sensaciones que me acaecían.
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La melodía de las olas
FantasíaThaddeus el marqués de Osborne solo vio ante él un solo camino y fue emprender una búsqueda por el vasto mar persiguiendo historias y leyendas. Encontrarla sería su única solución, el único rayo de luz que haría sonreír a su madre y dejar que las n...