Capítulo 16—Creo que yo seré quien disfrute esta preciosidad a partir de hoy —gruñó cuando la lanzó al suelo a sus pies.
La ira se extiende por toda mi espina dorsal haciendo que mis nudillos se aprieten y vea todo rojo en cuestión de nada. El sujeto que habló y la empujó, da dos pasos hasta mí pero antes de que llegue a golpearme, mi puño impactó contra su mandíbula haciéndolo caer de un solo golpe. Inconsciente sobre el suelo.
Todos a nuestro alrededor nos miraron pero yo estaba centrado en los otros tres sujetos que me lanzaban miradas asesinas, al ver a su amigo en ese estado.
Los abucheos no tardaron en llegar, cuando fui encima del que más cerca me quedaba y le atiné una patada en el estómago que lo hizo encorvarse, para luego pegarle un fuerte y certero puñetazo en el oído que lo hizo tambalearse aullando, hasta caer al suelo.
Los dos me fueron encima y solo pude llevar mi puño hasta la garganta de uno, cuando el otro me tomó por el abdomen y comenzó a golpearme las costillas, era de mi tamaño y casi el doble de ancho que yo. Conteniendo el dolor, impacté mi codo contra su columna y eso lo hizo estremecerse y aflojar el agarre en mi torso, dándome la oportunidad de soltarme y abofetear sin parar su mandíbula hasta que cayó al suelo.
Me subí sobre el atinándole puñetazos y puñetazos en su cara sintiendo la sangre embarrar mis nudillos, pero no me detuve. Todo lo veía rojo. Sentía su dolor. Su chillido al caer y su mirada llena de miedo era lo único que veía ante mí.
Hasta que unos disparos me hacen volver a la realidad. Ubico el proceder de los mismos, y es el cantinero que sacó su rifle para calmar el bullicio y alboroto.
Me pongo de pie en segundos, y la veo a ella a mis espaldas parada. Tomo su mano y entre la gente que empiezo a salir corriendo del club, tiro de ella fuera.
La lluvia nos empapa al salir pero sigo corriendo oyendo sus pisadas, hasta meternos bajo un techo en un edificio abandonado, unas cuadras alternas de la calle.
Mi respiración sube y baja y miro sus ojos. Su cabello luce sin capa tan rojo como el fuego mismo, y sus mejillas están húmedas por las gotas de ella. Sus labios me parecen demasiado apetecibles al verlos entreabiertos buscando oxigeno.
Y mi fuero interno se prende en llamas en cuestión de nada, tomando su cintura en mis manos y pegándola completamente a mí. Mi boca va a su cuello y me pierdo en su sabor y aroma. Sus gemidos no tardan en llegar y mis manos no demoran en bajar a sus nalgas apretándola contra mi dureza.
Las ganas centellan en mis sentidos y como un demente empiezo a morder su piel necesitando más, mucho más.
Pero de un momento a otro, ella me empuja y doy dos pasos atrás por inercia. Miro sus ojos cargados de deseo, pero su mirada está afilada.
—No.
Y parpadeo tocándome sobre la ropa la descomunal ereccion que ya tengo entre mis piernas.
—¿No?
—No quiero hacerlo —añade y mi humor se pone de perros.
—¿No quieres? Eso no me parecía hace unos minutos.
Muerde su labio contendiendo el llanto que al parecer se avista en sus ojos.
—Acordamos algo anoche y pienso cumplirlo.
—Lo que quiero es metértela Athalia —aclaro sintiendo mis ansias aullar dentro de mí.
Sus ojos van a los míos.
—Thaddeus yo...
Y su mirada se torna rara. Se va perdiendo poco a poco hasta que la veo tambalearse. Enseguida la sostengo en mis brazos impidiendo que caiga al suelo. Su piel se puso pálida de momento y sus labios aún más.
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La melodía de las olas
FantastikThaddeus el marqués de Osborne solo vio ante él un solo camino y fue emprender una búsqueda por el vasto mar persiguiendo historias y leyendas. Encontrarla sería su única solución, el único rayo de luz que haría sonreír a su madre y dejar que las n...