La vida no es un cuento de hadas. No hay finales felices y el precio de seguir respirando, a veces es más alto de lo que uno puede soportar.
Tal vez nunca debí apretar el gatillo aquel día...
Porque al final, ese mundo me tragó entero, me pudrió las entrañas, y me convertí en lo que mas temía ser.
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POV:-Teo.
Exhalé un suspiro, dejando que el cansancio se instalara en mi cuerpo, mientras me dejaba caer en la silla de la tienda, el día había transcurrido en una monotonía sofocante, sin una sola chispa de interés. De repente, una mujer entró y se acercó con una caja de leche y un pan.
—Cada día más caro todo —me dijo, visiblemente irritada—. ¿Me puedes fiar unos dulces, Teo? Es para mi niño.
—Lo siento mucho. La política ahora es no fiar —respondí, intentando mantenerme firme aunque me sentía algo culpable.
—Vamos, sé un buen chico y haz una excepción para tu clienta favorita.
Antes de que pudiera responder, ella, molesta, dejó el dinero sobre el mostrador y se llevó lo que necesitaba. Miré el reloj: casi las 21:40, hora de cerrar. Recogí el dinero con desgana. Trabajar a tiempo completo en la pequeña tienda de abarrotes a mis diecisiete años no era precisamente emocionante, sobre todo con un salario que apenas alcanzaba para sobrevivir. Las oportunidades habían sido escasas y, para colmo, mi estatus de omega no había ayudado mucho en el mercado laboral, pero esa era mi realidad, por más frustrante que fuera.
Cuando el reloj marcó las 22:00, comencé a cerrar la tienda, bajando el portón con un crujido metálico que resonó en el silencio nocturno.
—¿Vendes cigarros, niño? —Preguntó una voz profunda detrás de mí. Me giré y lo vi: un tipo imponente, fácilmente un metro noventa, probablemente un alfa, yo apenas llegaba al metro sesenta y seis, así que no puedo darme el lujo de hacer algo estúpido.
Tenía el cabello café oscuro y bien peinado, una tez morena, sus rasgos faciales son firmes y bien definidos, con una mandíbula angular y una incipiente barba que resaltaba su masculinidad, sus ojos, profundos y oscuros bajo unas cejas densas y bien formadas. Era indudablemente un alfa.
—Lo lamento, acabo de cerrar la tienda —respondí con firmeza, intentando mantener mi compostura frente a su mirada intensa.
—Pues vuelve a abrir y véndeme los cigarros. En este basural no hay muchas tiendas —insistió, su tono exigente no dejaba espacio para discusión.
Observé su traje negro impecable y su coche lujoso detrás de él, complementaba perfectamente con su apariencia masculina y sofisticada, contrastando con el entorno sucio y pobre de los alrededores.
Podría haberle mandado a freír espárragos y salir corriendo a casa, pero algo en mí decidió abrir de nuevo el portón y sacar la única marca de cigarros vendíamos.
—¿Cuánto vale esta porquería barata? —preguntó con desdén mientras cogía el paquete.
—Tómelo como un regalo y no me moleste —respondí con firmeza, cerrando el portón con un golpe rápido detrás de él. Agarré mi mochila y eché a correr hacia casa, solo a tres cuadras de distancia, pero el corazón latiéndome fuerte en el pecho y el alivio inundando mi cuerpo al alejarme de esa situación tensa, llegue sudado, con mi cabello negro pegado al rostro.
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Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)
Ficción GeneralUna historia contada desde la visión de Teo, un joven omega de personalidad dura, y que trabaja en una pequeña tienda de abarrotes en un barrio conflictivo. Él vive una vida marcada por la pobreza y la violencia, con una madre drogadicta y un padras...