Capítulo 16: Lágrimas de Silencio

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Después de asegurarme de que mis hombres se ocuparan del Dentista, dejé la situación en sus manos, con una sensación de satisfacción retorcida. Era crucial mantener mi imagen de autoridad y severidad intacta frente a todos mis subordinados, especialmente después de un incidente como este. Sabían lo que se esperaba de ellos: limpiar el desastre y asegurarse de que no quedara ningún rastro incriminatorio.

Caminé con pasos decididos hacia el auto donde Javier había llevado a Teo. Al abrir la puerta, me encontré con una imagen inusual; Teo, normalmente desafiante, estaba acurrucado en la chaqueta de Héctor, luciendo pequeño, dócil y visiblemente afectado por la experiencia. Era un lado de él que rara vez había visto y debo admitir que despertó una mezcla de emociones en mí.

—Teo... —llamé suavemente, tomando asiento junto a él en el auto.

No me dio respuesta, tal vez lo ocurrido dejó una marca más profunda de lo que podría haber anticipado.

—No me ignores, Teo —Le dije en voz baja, inclinándome hacia él y olfateando el aroma de su sudor y feromonas.

El olor era nauseabundo y las feromonas de ese otro alfa impregnaban al omega, aumentando mi molestia. Tomé un mechón negro de su cabello con suavidad, una acción sorprendentemente gentil para mi estándar, y lo observé por un momento en silencio.

—Déjame en paz, Carligh —su voz apenas un susurro lleno de amargura.

—¿Estás bien? —pregunté, mi tono ahora es más suave de lo habitual.

El pelinegro me miró de reojo, sus ojos llenos de pensamientos oscuros que no podía leer del todo.

—Estoy bien —me dijo finalmente, acurrucándose más en la chaqueta de Héctor.

Mi mano todavía sostenía su cabello, pero lo solté lentamente, respetando su espacio. Sentí un nudo al verlo tan quebrado.

Héctor se sentó en el asiento del piloto, quitándose los guantes llenos de sangre y comenzó a conducir de regreso a la mansión.

—Teo, yo... —comencé a decir, buscando las palabras adecuadas para expresar mis pensamientos, pero él me interrumpió con brusquedad.

—No actúes como si te importara —su tono era cortante, lleno de resentimiento acumulado. — Has hecho cosas peores conmigo, Carligh. No me hagas creer que esto te afecta de verdad.

Me quedé en silencio por un momento, procesando sus palabras.

—Teo claro que me importas —le dije molesto, es obvio que me importa que toquen lo que es mío— entiendo que estés enojado. Pero necesitas saber que... —intenté explicar, pero él me cortó de nuevo.

—No quiero saber nada más. Solo quiero alejarme de todo esto —su voz se quebró por un momento—. Estoy muy cansado...

El silencio llenó el auto nuevamente. Las palabras de Teo resonaron en mi mente, golpeándome con una verdad incómoda. No podía ignorar la manera en que me rechazaba; por primera vez en mucho tiempo, me sentía perturbado por la opinión de alguien sobre mí. Pero me limité a sonreír con frialdad.

Porque me afectaba tanto, ¿Por qué me importaba lo que pensaba este omega?, es solo un juguete que elegí por mera diversión.

Miré a través de la ventana. Él no era más que uno entre muchos, pero su insolencia y arrogancia... había algo en él que resonaba con una parte de mí que había mantenido oculta durante mucho tiempo.

Héctor detuvo el auto frente a la imponente mansión, trayéndome de vuelta al presente. Salí del auto, el pelinegro salió por el otro lado. No quiere hablar ni dirigir su mirada a mí. Apreté los dientes, tratando de contener mi frustración, sentí como mi rabia hervía bajo la superficie, pero la reprimí, manteniéndola a raya.

Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora