Capítulo 24: La Propuesta de Carligh.

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Hace 5 años.-

Seguía ahí sentado, frente a él, con los brazos cruzados desafiantes y el ceño fruncido, estos bastardos quemaron la tienda. Sus ojos grises me miraban fijamente, una sonrisa arrogante en sus labios; el hombre era inhumanamente perfecto, con su cabello impecable, ni un solo mechón fuera de lugar, y sin una arruga en su estúpido traje, cada detalle de él gritaba superior, desde la textura de su piel hasta el brillo de sus zapatos.

Yo me veía peor que la misma mierda comparado con ese dios; mis ropas gastadas y sucias eran un insulto ante su presencia. Mordí mi labio inferior, intentando mitigar la frustración y la rabia que hervían dentro de mí, no quería demostrar que ese imbécil me lograba intimidar.

—Vas a trabajar para mí ratoncito, soy tu jefe ahora, te referirás a mi como el señor Carligh —confesó con una tranquilidad irritante, como si ya supiera que ya no tenía otra opción, lo peor era que tenía razón.

Suspiré, no me quedaba de otra, habían dos gorilas tras de su enorme escritorio, con miradas asesinas sobre mí, y ese tal Héctor estaba en la esquina ojeando un libro, cualquier intento de escapar era sencillamente imposible. Baje la mirada al suelo, deseando correr lejos y volver con Cris.

Escuché el cuero estirarse; Carligh se había levantado de su silla, no quise mirar, así que cerré los ojos para tranquilizar mi respiración, de repente sentí su mano sujetando mi quijada, forzándome a mirarlo, él se inclinó, quedando su cara tan cerca que podía sentir su aliento mentolado y su perfume. Cuando una bofetada brutal impactó en mi mejilla. ya hinchada y marcada por los golpes de los hombres que había matado; sacándome de mis pensamientos.

Solté un leve quejido que mitigué mordiendo mi labio, y rápidamente lo miré, con odio, intentando esconder el dolor y el miedo bajo una máscara de arrogancia, como es costumbre en mí.

—Vaya, qué recibimiento más cálido. — Mi orgullo hablaba por mi, realmente quería acariciar mi mejilla adolorida, pero mantuve mi mandíbula apretada y mis puños cerrados.

— No puedes negarte a trabajar para mí — asegura el demente que tengo frente mío, de forma amenazante. — Acabas de matar a dos de mis hombres, si pones un pie fuera de esta mansión para escapar o ir a policía, me pondré muy creativo contigo...  Y créeme, en cualquiera de las dos opciones que desees hacer, tus posibilidades de sobrevivir son... mínimas. — continuó, pasando sus dedos por el contorno de mi mandíbula, clavando sus ojos en los míos.

Sus palabras eran como un bote de agua fría. Trague saliva, sabía que tenía razón; no tenía a dónde ir, ni a quién acudir, estaba solo en este momento. La desesperación comenzó a calar en mi interior, quiero escapar, pero mi cuerpo se mantenía congelado.

— Entonces, ¿qué es lo que esperas de mí? — pregunté, esforzándome por mantener un tono desafiante a pesar del creciente nudo en mi estómago y que me faltaba el aire.

El rubio esbozó una sonrisa de satisfacción y arrogancia. Podía oír mi propia respiración, pesada y entrecortada, mezclándose con los latidos acelerados de mi corazón.

— Tienes dos opciones: ser útil para mí o ser útil para mis clientes. Tú decides, Teo.

Una mirada retorcida apareció jugando en sus ojos grises y luego soltó mi barbilla con un empujón. Me mantuve en silencio, sin apartar la vista de él, Carligh se giró hacia su escritorio, dándome la espalda momentáneamente, para volver a sentarse frente a mí, dividiendo nuestros cuerpos por el gran escritorio.

— Entonces, ¿qué me dices? — prosiguió Carligh, sus ojos clavándose en los míos. — ¿Prefieres estar a mi lado o vivir una vida de servidumbre en mis burdeles? Aunque no creo que ganes mucho, estas huesudo, golpeado y apestas, no tienes idea sobre elegancia y buenas conductas, pareces un drogadicto de la calle más que un omega servicial, tu valor sería mínimo. Los clientes solo te verían como una mercancía barata prescindible.

Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora