POV: Carligh -
Me encontraba en la oficina, con una copa de vino en mano, revisando los papeles que me había enviado mi abogado. Héctor, mi fiel amigo y mano derecha, estaba en un sillón cercano ocupado con documentos financieros.
De repente, el teléfono sonó. Levanté una ceja, mostrando un leve gesto de molestia. Héctor miró hacia mí, atento a mi reacción.
—¿Quién será ahora? —murmuré para mí mismo antes de contestar.
—¿Qué pasa? —respondí, sin esfuerzo alguno por ocultar mi irritación.
—S-señor Carligh, s-soy Javier. —La voz del inútil hombre drogadicto sonaba nerviosa, una señal de que algo no estaba bien—. No e-encuentro a Teo por ningún lado. He buscado en el burdel y no hay rastro de él.
Mi agarre sobre la copa de vino se tensó, sintiendo cómo se resquebrajaba entre mis dedos.
—Javier, hombrecito, ¿me estás diciendo que perdiste a mi Teo en un lugar tan sencillo de vigilar como el burdel? —Mis palabras salían lentas, en una tonalidad peligrosamente calmada.
—Lo- lo siento, jefe. Estaba con él, pero... desapareció. —La desesperación era palpable en su voz.
Deje la copa en el escritorio con un golpe sordo, mi humor oscilando a un brote psicótico.
—Javier, ¿Entiendes lo que estás diciendo? —Mis palabras eran ahora una mezcla de risa y amenaza—. ¿Cómo es posible que desaparezca sin más? ¿Acaso Teo es un fantasma? ¿O tú eres un incompetente?
Héctor me miró con atención, esperando mi siguiente movimiento.
—Encuentra a Teo. Ahora. Y si no lo haces, Javier, te prometo que desearás haberlo hecho—. Mi voz bajó a un susurro helado antes de colgar el teléfono.
Me levanté de la silla y comencé a pasear por la oficina, las ideas y posibilidades girando en mi mente. Ah, Teo, siempre tienes un talento especial para meterte en problemas.
—Héctor, ¿qué piensas?, ¿Crees que escapó de nuevo? —pregunté, sin detener mi paseo.
—Pienso que Teo es más astuto de lo que aparenta. —Respondió Héctor, con calma—. Pero también que Javier debería haberse asegurado mejor.
—Exacto. —Dije, mi mente zumbando con la emoción del desafío—. Es hora de ir a buscar a nuestro ratoncito perdido. No me gusta que mis juguetes desaparezcan sin mi permiso.
Con una sonrisa retorcida, me dirigí hacia la puerta, anticipando una noche interesante. No solo encontraría a Teo, sino que también le enseñaría una lección sobre lo que ocurre cuando intenta jugar con fuego.
Héctor condujo con precisión militar, cortando a través de las calles con determinación. Yo me senté en la parte trasera, las luces de la ciudad pasando rápidamente por la ventana. Héctor, conducía en silencio, consciente de mi humor fluctuante.
—¿Dónde demonios estará? —pregunté, rompiendo el silencio. Mis dedos jugaban nerviosamente con el borde de mi chaqueta de cuero, una rareza que sólo los más cercanos a mí reconocerían como un signo de inquietud.
—No habrá ido muy lejos. Si está en el burdel, lo encontraremos. —Respondió Héctor, sus ojos fijos en la carretera.
—Lo sé. —Respondí, mi voz una mezcla de calma y excitación—. Y cuando lo encontremos, tendrá que explicarme por qué decidió desaparecer así.
Llegamos al burdel en minutos. Desde afuera, el lugar emanaba lujo y sofisticación, pero para mí, era solo otro terreno donde mis reglas dominaban. Bajé del auto, con Héctor a mi lado mientras nos dirigíamos hacia la entrada.
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Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)
Ficción GeneralUna historia contada desde la visión de Teo, un joven omega de personalidad dura, y que trabaja en una pequeña tienda de abarrotes en un barrio conflictivo. Él vive una vida marcada por la pobreza y la violencia, con una madre drogadicta y un padras...