Después de mi patético colapso emocional, mis brazos me dolían, no sé cuánto tiempo estuve abrazado a Carligh aferrándome a sus escasas muestras de compasión, pero fue lo suficiente para quedar con mis músculos agarrotados.
Me sentía como un imbécil, llorando como un bebé en los brazos del demente de mi captor, que podía tener cualquier cosa, menos empatía por mí o por cualquier ser existente que no fuera él mismo, es detestable.
Aún así, se sintió tan bien... Sus feromonas eran cálidas y reconfortantes.
Ahora me encontraba en el auto, sentado en el copiloto, mientras el alfa compraba unas hamburguesas, puse mis manos sobre mi cabeza alborotando mi cabello, me sentía muy avergonzado, quiero estar en cualquier lugar menos acá, la idea de salir huyendo era una opción muy tentadora. Necesito calmar mi ansiedad, mataría por un cigarro en este momento.
— Deje mi cajetilla en casa… — suspire desanimado mientras me esparcía en el asiento.
De repente siento su presencia cercana a mi puerta, apoyando sus brazos en mi ventana. Se veía perfecto, su cabello rubio moviéndose con el viento como un modelo de pasarela. Carraspeé mi garganta, avergonzado, y me enderecé en el asiento.
— ¿Estás bien? — me dice el alfa con una sonrisa para pasarme una bolsa de papel con la hamburguesa y papas dentro.
Tomé la bolsa con cautela.
— Sí, estoy de maravilla. — Murmuré, evitando su mirada directa. Sintiéndome como un idiota por mi vulnerabilidad anterior.
Él se quedó allí apoyado en la ventana, como si esperara algo más de mí. Era frustrante cómo podía ser tan encantador y despreciable al mismo tiempo.
— Espero que la comida te anime un poco. — Su tono era casual, como si no hubiera pasado nada entre nosotros minutos antes.
Asentí, sin tener ni puta idea de qué decir. Abrí la bolsa y saqué la hamburguesa, tratando de concentrarme en comer para evitar cualquier conversación incómoda.
El sonido de las olas rompiendo en la playa llegaba hasta nosotros, llenando el silencio del auto.
Carligh finalmente se apartó de la ventana y se sentó en el asiento del conductor. Encendió el auto y comenzó a conducir de regreso hacia la ciudad.
Ya me había tragado la comida, y la ansiedad volvía a mi.
— ¿Tienes cigarros en tu auto? — No puedo evitar preguntar, soy un adicto a la nicotina, moriré joven, eso está claro.
— Hay en la guantera — explica con una sonrisa, sin quitar su vista a la carretera.
La abrí, y saqué la cajetilla, era “Malboro negro”, no puedo evitar soltar un silbido por la impresión, esto si es calidad, no como mis cigarros baratos de indigente.
Encendí el cigarro con una satisfacción exagerada, como si estuviera saboreando el elixir de los dioses en lugar de un simple cigarrillo.
Proporcionándome un breve respiro de la tensión que había saturado el ambiente hasta ese momento.El alfa conducía como si estuviera participando en una carrera clandestina en lugar de simplemente regresar a la ciudad. Quise decirle algo, pero decidí callar. Después de todo, él había sido lo suficientemente “amable” como para proporcionarme su calidad de cigarrillos.
Observé su perfil por un momento, una mandíbula marcada y la mirada concentrada en la carretera.
— Tienes un buen gusto para los cigarros, y aun asi cuando te conocí estabas fumando los cigarrillos baratos de la tienda donde yo trabajaba.
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Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)
Genel KurguUna historia contada desde la visión de Teo, un joven omega de personalidad dura, y que trabaja en una pequeña tienda de abarrotes en un barrio conflictivo. Él vive una vida marcada por la pobreza y la violencia, con una madre drogadicta y un padras...