Me encontraba en el auto, en el puesto de copiloto, con Javier al volante, mientras que el lame-botas de Félix estaba en la tienda comprando unos víveres. Tengo el cuello de mi chaqueta casi a la altura de mi boca para que las marcas no se vean y todo mi cuerpo me dolía, especialmente mi estomago y cabeza. El imbécil de Carligh me despertó esta mañana, para mandarme a una nueva misión cuando apenas podía moverme y me sacó de su habitación a patadas, lanzándome analgésicos directamente a la cara.
—Tratas muy mal a ese omega, pensé que los de tu clase se apoyaban más —comentó Javier, intentando que no fuera tan desagradable con Félix.
No pude contener una risa seca que salió de mi.
—Trato mal a todos, ese rubio no se tiene que sentir especial —murmure entre dientes.
—Ese rubio apenas tiene dieciocho años y él señor Carligh ya lo vende —él moreno me lo señaló, se veía tan pequeño, mucho más bajo que yo.
Apreté la mandíbula, sintiéndome irritado.
—Y yo cuando apenas tenía diecisiete años, ya estaba en sus garras... —Suspiré pesadamente y desvié la mirada hacia la ventana, intentando ocultar la mezcla de amargura y resentimiento que me invadía.
Javier no dijo nada, solo asintió resignado.
—¿Qué tanto miraban? —preguntó Félix con una sonrisa, mientras se acercaba con las bolsas de compras.
—Nada que te importe —prácticamente le escupí diciendo eso. Javier solo rodó sus ojos ante mi reacción.
Felix se quedó callado, y me pasó mi cajetilla de cigarros, y a Javier una bebida en botella. Para subirse de inmediato en la parte trasera.
Me puse a fumar de inmediato, noté que al omega le molestaba, pero me importaba una mierda. Teníamos una simple misión, sacarle información a un pervertido, y debíamos resguardar a Félix para ello.
El omega se iba cambiando de ropa en la parte trasera del auto, a Javier le gustan las mujeres, por lo que ni siquiera le interesó mirar por el espejo. Él moreno frenó fuerte por culpa de un auto delante nuestro, lo que provocó que él rubio se pegara contra el asiento delantero.
—¡Idiota!, ¿te sacaste la licencia por el culo? —gritó por la ventana al otro conductor—. ¿Estás bien Félix?
—Si, me pegue en la frente solamente, fue un golpe leve.
—Uf., menos mal, si te pasaba algo, Carligh me mata —dijo preocupado mientras bebía los últimos sorbos de su bebida.
—Eso no suena mal —pensé en voz baja. Pero Félix me escuchó al estar cerca mío.
—¿Por qué tú trabajo es diferente al mío Teo? Eres omega, pero no te he visto trabajando en el burdel —me preguntaba curioso Félix—. ¿Acaso eres virgen? —Mis ojos se abrieron con sorpresa y Javier se atragantó con la bebida escupiendo hacia el manubrio.
—¿Teo trabajando en un burdel? ¡Pagaría por ver eso! —Empezó a reírse a carcajadas.
Félix me miraba sin comprender porque era tan gracioso.
—¿Puedes callarte idiota? —espete entre dientes.
—¿Te imaginas?, ¿tú intentando seducir a hombres con tu cara de perro con rabia? — «paciencia» me repetía una y otra vez. Pero la estúpida cara de burla que ponía me hacía querer golpearlo—. ¡Solo un ciego y sordo podría soportarte!
No pude aguantar más, y apenas se detuvo el auto en el semáforo me baje molesto rodeando el vehículo, los analgésicos habían hecho efecto y Javier iba recibir mi rabia contenida, en un movimiento rápido abrí la puerta del drogadicto, él ya se había quitado el cinturón de seguridad y estaba listo para pelear. Mi puño impactó directo su rostro y él salió hecho una furia del auto.
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Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)
Fiction généraleUna historia contada desde la visión de Teo, un joven omega de personalidad dura, y que trabaja en una pequeña tienda de abarrotes en un barrio conflictivo. Él vive una vida marcada por la pobreza y la violencia, con una madre drogadicta y un padras...