POV:- Carligh.-
Hace 6 horas.
Todo en este salón privado parecía irreal. Su rostro estaba hecho trizas, cortado y amoratado por la brutalidad de esa basura que no tenía ni idea del valor de lo que estaba destruyendo. Desde el día que le dispararon, lo había mantenido en casa, protegido, pero de alguna manera siempre encontraba la forma de meterse en problemas. Era un imán de desgracias.
Bianca estaba inclinada sobre él, limpiando la sangre de su pálida piel y aplicando un parche en el corte profundo de su mejilla. Ella estaba molesta, claro; había tenido que dejar a su esposo para atender a mi chico, pero era la única en la que confiaba en este momento para tocar a Teo.
Teo, por su parte, no había derramado ni una sola lágrima. En lugar de eso, se mantenía bebiendo tequila Don julio 70, directo de la botella, como si eso fuera a aliviar el dolor.
Yo, al borde de la asfixia, con mi instinto a la defensiva, consumido por la ira, deseaba con cada fibra de mi ser apretar el gatillo hasta vaciar la carga en el cuerpo de ese imbécil que se atrevió a tocar lo que es mío. Pero me limité a sentarme en el sillón, observando como Bianca le daba el mejor cuidado posible al lastimado omega.
Le di instrucciones claras a Héctor sobre cómo encargarse de ese miserable; no lo quiero muerto, pero si no va a necesitar sus manos, ¿por qué conservarlas? Solo necesito su boca para que hable, y Héctor lo sabe bien.
Toni, en cuanto vio a Félix llegar con Teo, lo arrastró fuera de la mansión, gritando que acá estaba en peligro. Como si me importara lo que le pase a ese omega nervioso. Mi atención estaba completamente fija en Teo.
Bianca terminó de atenderlo y le dio un suave beso en el cabello. La miré con una mueca de desdén.
—¿Y mi beso, qué? —le exigí con sarcasmo.
Bianca me miró con una sonrisa burlona y levantó el dedo medio en mi dirección.
—Vaffanculo, Carligh —dijo, su sonrisa ampliándose—. Ti amo, ma ci vediamo dopo.
Le devolví la sonrisa, mientras ella se daba la vuelta y se alejaba. Me levanté y me acerqué a donde estaba él, acariciando su hinchada mejilla; su piel a pesar de todo, seguía siendo suave y tersa. Él me importaba más de lo que me gustaría admitir.
— ¿Te duele mucho? —pregunté, tratando de mantener la calma.
Nos miramos a los ojos por un segundo, y pude ver el enojo en su mirada. Sabía lo que estaba pensando y, en un gesto que me encantaba, apartó mi mano con desprecio, como si fuera una molesta mosca.
—No quiero que me toques —sentenció—. No tengo ganas de sentir tu tacto sobre mí en este momento —agregó con frialdad, como si tuviera derecho a negarme algo.
—Está bien —asentí, respirando hondo para no perder la paciencia.
Ambos nos quedamos en silencio por varios minutos, hasta que Teo, lleno de ira, no pudo contenerse más.
—¡Eres un bastardo Carligh!, ¡Eres un maldito mentiroso! —Gritó con la voz ronca. Yo lo miré, genuinamente confundido. ¿Qué diablos estaba pasando por su cabeza?
—¿Qué mierda estás hablando, Teo?
—¿Tuviste sexo con esa castaña? —sus palabras me hicieron arquear una ceja, abriendo más mis ojos por la pregunta extraña.
— Por supuesto, ratoncito —aclaré, mostrando una sonrisa, que no tardó en desvanecerse al ver la intensidad de su reacción. Me miró como si le hubiera dicho que maté a toda su familia—. ¿Por qué me miras así? ¿No tiene por qué importarte? ¿O realmente te importa?
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Laberinto de Estocolmo (Omegaverse)
Ficțiune generalăUna historia contada desde la visión de Teo, un joven omega de personalidad dura, y que trabaja en una pequeña tienda de abarrotes en un barrio conflictivo. Él vive una vida marcada por la pobreza y la violencia, con una madre drogadicta y un padras...