Huesos de Amor | Romanogers AU

2. Microraptor

Disclaimer: Este es un AU (Universo Alterno) donde no hay Vengadores. Los personajes no me pertenecen, solo los que no reconozcan son míos. 

"Cada día sabemos más y entendemos menos". Albert Einstein

Cualquiera pensaría que era mi novio, con lo cómodo que se sentía hecho un ovillo en el diván que tenía desde la infancia. Por eso ni siquiera me inmuté cuando mi madre abrió la puerta de la habitación y entró como si yo fuera una adolescente y no una mujer de casi treinta años.

—¿Stevie no cenará nada?

Él odiaba que le dijeran "Stevie" porque ya no era un niño, pero yo lo odiaba aún más porque me hacía pensarlo todo el tiempo. ¿De quién era la culpa que mi amor platónico y mi cantante favorita tuvieran el mismo nombre? ¿Acaso el universo se mantendría permanentemente en mi contra? Me sobresalté al escuchar a mi madre, porque estaba bastante distraída pensando en lo mucho que aquella canción de Stevie Nicks quedaba con lo que sentía por él al ver sus gruesas pestañas moverse mientras dormñia.

—¿Mamá? ¿Qué haces despierta? ¡Son las tres de la mañana!—regañé—Deberías dejarlo de llamar Stevie, ¡ya no somos unos niños!

—Ni siquiera te escuché llegar—reprochó, pellizcando mi mejilla—Y para mi ustedes dos siempre serán los niños que me llenaban de lodo la casa para lavar sus fósiles.

—Steve cenó en su casa, mamá—dije, porque conocía a su familia—Y yo comí con Clint y Yelena, no te preocupes por nosotros. Además, a esta hora sería más un pre-desayuno.

—¡No quiero que te quedes sin comer, Natasha!—me sermoneó, antes de endulzar su mirada—Por favor, cariño, me preocupas.

—Te prometo que desayunaremos juntos, más tarde—dije con una sonrisa—Incluso podrías invitar a Sarah.

—Esa es una gran idea—comentó, sin poder reprimir un bostezo.

—Ve a dormir, mamá. Te veré en la mañana.

Depositó un beso en mi frente y cerró la puerta del ático, dejando que la concentración regresara a mi. Stevie Nicks sonaba suavemente por toda la habitación, mientras yo dejaba caer mis rizos de la trenza que los sujetaba y me ponía los anteojos, frotándome los ojos después de tantas horas esforzándo la vista.

—No te haría mal usar esas gafas frente a todos—dijo Steve, la voz ronca por el sueño.

Ni siquiera había escuchado que se levantara del diván y caminara hacia mi escritorio, pero ya estaba junto a mí, casi encima para ver lo que escribía en el computador pórtatil.

—Aquí no lo haré—sentencié—y pensé que ambos revisaríamos el artículo que queremos refutar—dije, remarcando las palabras en plural.

El rubio se ruborizó, haciéndome sonreír de lado.

—Yo lo leí por ti y te expliqué porque estaba mal.

—¿Así que me esperaste para refutarlo y que yo escribiera toda la disertación?—dije, alzando una ceja—¿A las tres de la mañana cuando sigo medio borracha?

—Lo siento mucho, ¿te traigo un café, Nat?

—¡Déjame dormir! ¡Eso sería lo mejor!

—Si no nos apresuramos, alguien más hará lo que queremos hacer—me retó—Debemos tener el archivo más o menos establecido para que el doctor Fury lo revise y nos de la oportunidad de presentarlo en el siguiente congreso internacional.

—Tienes mucha fe en que vamos a llegar a las grandes ligas, Steve.

—¿Y por qué no? Llevamos en esto mucho más tiempo que los investigadores promedio que se pavonean en los congresos.