29. Megalosaurio

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El arte es el árbol de la vida. La ciencia es el árbol de la muerte. (William Blake)

Con cada año que inicia, las personas intentan darle una visión filosófica. Pasando la página, proponiéndose nuevas metas y cosas que deseaban cambiar para mejor en sus vidas, pero yo no quería cambiar nada. Respiré profundamente el aire invernal de la primera semana de Enero, pensando precisamente eso mientras caminaba bajo la nieve junto con mi esposo.

—También deberías dar algún paseo, cariño—yo le había dicho dos días después de que regresamos de Escocia—No te hace ningún bien estar encerrado.

Steve pasaba gran parte de nuestro tiempo en Londres enfocado en su propio proyecto. A los dos nos había costado mucho separarnos en la parte laboral, pues estábamos acostumbrados a que todas nuestras actividades eran al mismo tiempo.

—No estoy encerrado—aclaró—¡Me mantengo concentrado! Además, he estado trabajando en el roof Garden y allí me llega bastante sol.

—¡Eres imposible, señor Rogers!—me burlé—¡No ha dejado de nevar desde la Navidad! ¿Cómo vas a recibir sol?

Adoraba cuando se ponía de pie solo para abrazarme, no había nada como sentirlo rodearme y estar invadida por todo su aroma.

—El solo sigue saliendo mientras sea de día, Nat—frunció el ceño, pretendiendo estar confundido—¿Acaso no te enseñaron acerca del movimiento del sol y los planetas en la escuela primaria? ¡Por eso cuándo tengamos hijos estudiarán donde yo lo hice!

Los dos nos quedamos en silencio, respirando profundamente. Era la primera vez que uno de nosotros decía algo así en voz alta, ni siquiera se nos había ocurrido conversarlo antes. Steve notó mi nerviosismo, así que sonrió y besó mi frente.

—No necesitas decir nada, sabes que somos muy jóvenes aún.

Escucharlo me dio la fuerza que necesitaba para no pensar demasiado las cosas.

—¿Quièn te dijo que volveremos a vivir en el pueblo?—reté—¿Qué tal que terminamos siendo curadores del museo británico? ¿O nos vamos a Egipto a trabajar con un especimen completo de dinosaurio? ¡Nuestros hijos tendrán que estudiar en linea!

Steve me vio admirado, como si lo estuviera haciendo por primera vez. Su dedo indice acarició mi nariz, no hacían falta palabras. Nos quedamos tomados de la mano por unos minutos, hasta que mi mirada se pasó por el reloj.

—¿Por qué no te acompaño al laboratorio?—dijo, finalmente—Así saldré un rato, solo tengo que ponerme el abrigo.

—Está bien, amor.

Si me ponía a pensarlo, me daría cuenta que las cosas entre nosotros habían cambiado tan paulatinamente que no sabría definir cual era el día en que los sentmientos se transformaron. Mientras caminábamos las pocas calles que nos separaban de la Universidad, Steve me empujó suavemente con la cadera.

—¿En qué piensas, cariño?—me preguntó, haciéndome reaccionar.

—Pensaba en lo mucho que te quiero—dije, acariciando la palma de su mano—y que no estoy segura si en algún momento de mi vida te he querido de una manera diferente a esta.

—¿Romántica?—cuestionó.

—Incondicional.

Cuando se despidió de mi en las antiguas puertas de la Universidad, había algo diferente en su beso. No podía identificarlo, pero me llenaba completamente. Quizá esta era la felicidad que todos nos proponíamos tener cada inicio de año. Eso me dio aún más ganas de seguir trabajando, de disfrutar cada uno de los nuevos descubrimientos que hacía, sabiendo que siempre volvería a los brazos que eran mi hogar, para contarle a mi persona favorita lo que veía. Todas esas cosas hicieron que el tiempo pasará más rápido de lo que me imaginaba.

Huesos de Amor | Romanogers AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora