Capítulo 15

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Nerea y el dragón amarillo ya estaban en la playa. Había algo que le estaba preocupando al dragón amarillo. Nerea no tenía su personalidad habitual, la cual le sacaba de quicio. Era como si le hubiesen absorbido toda alegría y fuerza vital. Miraba como si estuviera perdida, como si ya nada le importase. Estaba demasiado obediente y correcta. Todo ello en Nerea era extraño. Sólo estaba así cuando una gran tristeza le perseguía.

-Debo aprender medicina china. Te agradecería si hoy, me proporcionases un libro con información y me fueras resolviendo mis dudas. Me gustaría empezar, sobre todo, con la parte emocional.

El dragón amarillo asintió. Después de todo, había estado velando por Rubén durante más de veinte años, la había visto crecer. Sabía que había algo que le atormentaba. Al principio, se había emocionado al verla tan puntual. Sin embargo, cuanto más la trababa, más veía que algo fallaba seriamente. Por eso, decidió que no era momento de sacar su ira y simplemente, ayudarla.

Chasqueó los dedos y un libro bastante gordo escrito en chino apareció a su lado. Nerea lo abrió y empezó a leerlo. Nerea escribía y entendía el chino escrito a la perfección, fue una de las grandes preocupaciones de su madre cuando eran pequeños. El dragón amarillo observó a Nerea mientras miraba aquellos escritos, observando como de repente era una alumna educada, responsable y con ganas de aprender. El dragón amarillo resopló, confirmando que Nerea estaba sumamente mal. Esa no era realmente Nerea, era quién actuaba ser cuando su corazón estaba hecho pedazos.

El dragón amarillo se quedó pensando qué podía haber hecho que cambiase tanto. Entonces, cayó. Fue a Bergen cuando podía haber ido a cualquier sitio. Había una razón de peso para ello y él, la conocía.

Echó la vista atrás, hacía siete meses. Para ese entonces, el dragón amarillo velaba por Rubén. Todo lo que vivía Rubén, lo veía y lo escuchaba. De ahí, que se enterara a la perfección cuando Nerea contó la cuenta pendiente que tenía con Bergen...

El dragón amarillo no se acordaba exactamente del día, pero sí de la hora. La una de la mañana. Pocas cosas pasan buenas a esa hora. Rubén se acababa de preparar para irse a dormir, ya que ese día había salido a las doce de la noche de trabajar. Entonces y solo entonces, alguien llamó a la puerta.

Algo alterado, se dirigió a la puerta principal del piso a ver quién era el gracioso. Sin embargo, no era ningún gracioso, era Sibila cargando a su hermana en un estado lamentable. Con prisa, abrió la puerta y agarró a Nerea, ya que se veía que Sibila no podía más. Esa era una de las pocas veces que se vieron antes estos dos.

-¿Qué ha pasado?- preguntó Rubén bastante confuso y preocupado

-He ido al supermercado 24 horas para comprar algo y comer rápido mientras estudiábamos y cuando he vuelto, había cogido la botella de alcohol y se había puesto así. No he tardado nada, ¿cómo ha...?

-No te culpes, es que a veces es un puto desastre. Ve a la cocina, ahí tengo un cubo. Yo la voy a tumbar en el sofá en posición de emergencia.

Rubén arrastró a su hermana como pudo. Era un camino muy corto hasta el sofá, pero con Nerea así, se hacía sumamente largo.

-Rubén... No está, Rubén... No está...

Susurraba Nerea mientras hacía imposible llevarla. Sibila se quedó mirando a Rubén. En ese momento, pensó que era un caballero andante que protegía a los débiles y los salvaba. Eso hizo que su corazón latiese y se estremeciera. Por eso, Sibila, estos días se estaba llevando un chasco. ¿Algún día se entenderán estos dos? Lo veremos en el siguiente capítulo...

Perdón, lector, vuelvo al recuerdo del dragón amarillo: Nerea borracha y Rubén intentando llevarla al sofá. Bien. Finalmente, consigue tumbarla de lado, con la cabeza enfocando al suelo y las piernas dobladas. Tras conseguirlo, Rubén se sentó en el suelo, agotado. Estaba deseando descansar y ese día no hacía más que alargarse.

La elegida de Poseidón (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora