El sol de Suiza brillaba intensamente sobre las cimas nevadas de los Alpes, y un aire fresco llenaba el valle donde se encontraba el nuevo hogar de Yim, Tutor y su pequeña hija, Polar. La casa, con sus techos de tejas rojas y amplias ventanas, se alzaba majestuosa entre los verdes prados, ofreciendo una vista que parecía sacada de un cuento de hadas.
Polar jugaba alegremente afuera, en el jardín, su risa resonando como campanillas en el aire claro. Pero dentro de la casa, la atmósfera era menos idílica. Yim se paseaba por el salón, con el ceño fruncido y los brazos cruzados. Tutor, sentado en el sofá con una laptop en las manos, levantó la vista y suspiró al ver la expresión tensa de su pareja.
—Yim, ¿qué pasa? —preguntó Tutor, con su voz suave y paciente—. Has estado así todo el día.
—Nada —respondió Yim, su tono cortante y defensivo.
Tutor dejó la laptop a un lado y se levantó, acercándose lentamente a Yim, como quien se acerca a un animal herido.
—Dime qué tienes. ¿Alguien en la institución te molestó? o, ¿Hice algo malo?
Yim se giró bruscamente, dándole la espalda.
—No me pasa nada, deja de decir cosas raras.
Tutor se quedó en silencio por un momento, buscando las palabras correctas. Sabía que Yim tenía dificultades para expresarse y que su actitud de princesa era una barrera que él, con paciencia y amor, siempre intentaba traspasar.
—Por favor, Yim. Solo quiero ayudarte. Te amo y no soporto verte así.
La mención del amor siempre tenía un efecto en Yim, aunque intentara ocultarlo. Dio un suspiro frustrado y finalmente se volvió hacia Tutor, sus ojos brillando con una mezcla de ira y vulnerabilidad.
—Está bien, ¿quieres saber qué pasa? ¡Estoy celoso! —exclamó, sus palabras saliendo apresuradamente, como si le quemaran por dentro—. Esa chica, la que conocimos en el mercado... Ella estaba coqueteando contigo y tú no hiciste nada para detenerla.
Tutor parpadeó, sorprendido. No se esperaba esa confesión. La chica del mercado, la recordaba, había sido amable, sí, pero él no había notado nada más allá de la cortesía habitual.
—Yim, no tienes que preocuparte por eso, amor. Ella no significa nada para mí. Ni siquiera me di cuenta de que estaba coqueteando.
Yim se mordió el labio, sus ojos llenándose de lágrimas de frustración.
—Es que no lo entiendes. Yo... yo odio que otras personas te miren así. Es tu culpa por tener esa cara.
Tutor no pudo evitar sonreír. Sintió una oleada de ternura y amor. Sabía lo difícil que era para Yim admitir sus sentimientos. Se acercó más, extendiendo la mano lentamente, hasta que le tocó la mejilla.
—Mi amor, mírame. —Yim levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Tutor—. No hay nadie más para mí. Solo tú. Siempre será solo tú.
Con delicadeza, Tutor acercó su rostro al de Yim, sintiendo el calor que emanaba de su piel. Sus labios se encontraron en un beso que no solo era un simple contacto, sino una promesa silenciosa. Fue un beso suave, lleno de la ternura acumulada de los días pasados y la seguridad de los días futuros. Yim cerró los ojos, dejando que ese momento lo envolviera, sintiendo cómo sus miedos y celos se desvanecían con cada segundo que sus labios permanecían unidos a los de Tutor.
Cuando finalmente se separaron, Yim dejó escapar un puchero y, en un acto que demostraba cuánto necesitaba realmente ese contacto físico que tanto decía odiar, se lanzó a los brazos de Tutor. Tutor lo abrazó con fuerza, acariciando suavemente su cabello.
—Perdóname por no haberme dado cuenta antes —dijo Tutor en un susurro—. No sabía que te hacía sentir así.
Yim negó con la cabeza, hundiendo el rostro en el cuello de Tutor.
—No es tu culpa. Solo... prométeme que siempre estarás conmigo.
Tutor besó suavemente la cabeza de Yim, susurrando una promesa que sabía que cumpliría todos los días de su vida.
—Siempre estaré contigo, mi vida. Siempre.
La tensión se disipó como una niebla matinal con un beso lleno de necesidad, bajo el sol suizo. Afuera, Polar seguía jugando junto a su niñera, Mila, quien al escuchar los ruidos de adentro decidió llevarla a su gran cabaña de juegos.
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Era otra tarde el valle suizo, Tutor había llegado temprano y Polar lo recibió con sus bracitos abiertos.
—Gracias señora Mila— habló Tutor —ya puede irse, voy a pasar con mi hija toda la tarde.
Tutor, sentado en una banca de madera, observaba a su hija con una sonrisa de profundo amor y satisfacción. De vez en cuando, levantaba la vista del libro de maternidad que tenía en las manos para asegurarse de que Polar estaba bien. La niña, con su energía inagotable, era el centro de su mundo.
—Papá, mira esta flor —gritó Polar, corriendo hacia Tutor con una margarita en la mano—. ¿No es hermosa?
Tutor dejó el libro a un lado y se agachó para quedar a la altura de su hija.
—Es muy hermosa, mi cielo —dijo, tomando la flor y colocándola con delicadeza detrás de la oreja de la niña—. Pero no tanto como tú.
Polar rió, su risa tan contagiosa y llena de vida. Tutor la levantó en brazos, girándola en el aire mientras la niña gritaba de alegría. Los dos se desplomaron en la hierba, riendo juntos, disfrutando del simple placer de estar en compañía del otro.
—¿Te gustaría escuchar un cuento antes de que Yim vuelva? —preguntó Tutor, sacando un libro de cuentos se su mochila.
Polar asintió vigorosamente, acurrucándose contra el pecho de su padre mientras él comenzaba a leer. La voz de Tutor era suave y melodiosa, y cada palabra parecía cobrar vida mientras relataba la historia de un pequeño dragón que quería volar más alto que las estrellas.
Mientras leía, Tutor sintió una profunda paz. Momentos como estos, cuando podía ser simplemente un padre, eran los que más atesoraba. Su trabajo en la nueva sucursal en Suiza le exigía mucho, pero siempre hacía un esfuerzo consciente para dedicar tiempo a su familia.
Yim apareció en el umbral, observando la escena con una expresión de amor y orgullo. Se acercó silenciosamente, sentándose al lado de Tutor y acariciando suavemente la cabeza de Polar.
—Parece que se lo están pasando bien —dijo Yim, con una sonrisa cálida.
—¿Tu crees? —respondió Tutor, sin dejar de leer.
Polar miró a Yim, sus ojos brillando de emoción.
—¡Papá está leyendo sobre un dragón! —exclamó.
—¿De verdad? —dijo Yim, fingiendo sorpresa.
Ambos sonrieron y Tutor continuo leyendo.
Yim, sintiendo el calor del amor y la gratitud en su corazón. En ese momento, bajo el cielo suizo que empezaba a oscurecerse, la pequeña familia se sintió más unida que nunca.
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Decidí publicar otro especial adicional y final para culminar la historia. 🥰
Se que a veces como lectores queremos saber, y luego que pasa?
En este capítulo podemos ver como fue la vida de la pareja, ya que años después se casaron y se mudaron juntos a Suiza, donde adoptaron una pequeña bebé.Podemos apreciar a Tutor en su etapa maravillosa como papa de Polar.
Gracias por leer,🌷 feliz día del padre.
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TUTORYIM - Amistad bajo Tensión
RomanceRelación amor odió entre dos amigos "heterosexuales" Yim y Tutor han sido amigos desde pequeños, unos amigos muy extraños. ➵ Capítulos cortos. ➵ Pareja protagónica: TutorYim ➵ Pareja secundaria: NetJames