nueve

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: ₊˚⋆☾⋆⁺ dime que será : ₊˚☾⋆⁺

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: ˚⋆☾⋆⁺ dime que será : ˚☾⋆⁺

Era otro día soleado en Buenos Aires, y Sara se encontraba en su departamento, tratando de concentrarse en su música. Las notas fluían desde el piano, pero su mente estaba en otro lado. No podía dejar de pensar en la última reunión en la casa de Uni y en cómo las cosas habían cambiado con Rodri.

"¿Por qué todo tiene que ser tan complicado?" pensó, suspirando mientras dejaba caer sus manos sobre las teclas del piano. Se levantó y caminó hacia la ventana, mirando a la ciudad que siempre le había traído tanta inspiración y ahora parecía ser un recordatorio constante de su confusión.

Su gato, tres, se frotó contra sus piernas, ronroneando. Sara se agachó para acariciarlo, encontrando un pequeño consuelo en su pelaje suave y en el sonido relajante de su ronroneo.

—Al menos tú siempre estás aquí para mí, ¿verdad? —dijo, levantando al gato y llevándolo al sofá.

Decidió que necesitaba distraerse, así que se acomodó en el sofá con su gato en su regazo y encendió la televisión. Pero no importaba qué programa intentara ver, su mente seguía volviendo a Rodri y a la incomodidad de la última reunión.

Mientras intentaba concentrarse en un programa, su teléfono vibró con un mensaje de emilia.

—¿Cómo estás, Sara? ¿Quieres que pase a verte hoy?

Sara sonrió ante la preocupación de su amiga y respondió rápidamente. —Sí, me vendría bien. ¿Puedes venir en un rato?

Quedaron en encontrarse en su departamento. Emilia  siempre sabía cómo hacerla sentir mejor, y hoy más que nunca, Sara necesitaba esa compañía.

Poco después, escuchó el timbre y fue a abrir la puerta. Emilia estaba allí, con una sonrisa cálida y una botella de vino en la mano.

—¡Hola, Sarita! —saludó Emilia, entrando y dándole un abrazo. —Traje un poco de vino. Pensé que podríamos relajarnos y charlar.

—Gracias, Emilia. De verdad lo necesito —respondió Sara, devolviéndole el abrazo.

Fueron a la cocina y sirvieron dos copas de vino antes de sentarse en el sofá. tres se acomodó entre ellas, disfrutando de la atención.

—Entonces, ¿qué ha pasado? —preguntó Emilia, mirándola con preocupación.

Sara suspiró y comenzó a contar todo lo que había pasado desde la casi-beso con Rodri hasta la incomodidad en la reunión con Camila.

—Siento que Rodri está tratando de alejarme, y no entiendo por qué. —Sara miró a Flor con ojos tristes. —Es como si estuviera haciendo todo lo posible por demostrarme que ya no le importo.

—Rodri es un idiota si piensa que puede manejar esto solo. —dijo Emilia firmeza, apretando suavemente la mano de Sara.
—Pero también tienes que hablar con él, Sara. No puedes seguir así, atormentándote con pensamientos y suposiciones. Necesitas claridad, necesitas saber qué está pasando realmente en su cabeza.

Sara asintió lentamente, sabiendo que Emilia  tenía razón. —Lo sé, tienes razón. Necesito hablar con él, aclarar las cosas de una vez por todas. No puedo seguir sintiéndome así.

Emilia le sonrió con aliento y apoyo. —Exactamente. Y estoy aquí para apoyarte en lo que necesites, ya sea para hablar con él o simplemente para escucharte.

Con el peso de la conversación compartida y el consuelo de la presencia de Emilia, Sara sintió un poco de alivio en su corazón. Sabía que las cosas no se resolverían de inmediato, pero al menos había dado el primer paso hacia la claridad y la resolución.

—Gracias, Realmente aprecio tu amistad y tu apoyo —dijo Sara, abrazando a su amiga con gratitud.

El resto de la tarde transcurrió entre charlas profundas, risas suaves y el reconfortante sonido de la música en el fondo. Aunque las cosas seguían siendo complicadas, Sara se sentía un poco más ligera sabiendo que no estaba sola en este viaje de reflexión y revelaciones.

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