𝐕𝐈𝐈𝐈

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𝐂𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐞𝐢𝐠𝐡𝐭
unbreakable love

En una tarde soleada en Barcelona, me encontraba en una cafetería frente al mar, observando las olas romper suavemente contra la orilla. Hacía solo unas semanas había recibido la noticia que cambiaría mi vida para siempre: tenía leucemia. Desde entonces, había estado debatiéndome entre la tristeza y el miedo, sin saber cómo compartir esta devastadora noticia con Pablo, mi pareja.

Pablo, un joven futbolista de gran renombre, siempre había sido mi apoyo incondicional. Su amor por mi era evidente en cada mirada y en cada gesto que tenía. Sin embargo, temía que esta noticia pudiera ser demasiado para él.

Finalmente, decidí que lo mejor que tenía que hacer era decirle la verdad. Lo invité a la misma cafetería donde solíamos pasar horas hablando de nuestros sueños y planes a futuro. Cuando Pablo llegó, notó la expresión seria en mi rostro, algo inusual en mi, ya que siempre me encontraba sonriente.

—Paz, ¿estás bien? —preguntó Pablo, tomándome la mano transmitiéndome tranquilidad.

Respiró hondo, sintiendo un nudo en la garganta sin ser capaz de formular alguna palabra sobre mi enfermedad.

—Pablo, hay algo muy importante que necesito decirte —dije, con voz temblorosa—. Antes que todo entiendo si es que no quiere seguir conmigo, es algo difícil de asimilar y llevar consigo. Estuve mucho tiempo debatiéndome si debería contarte o no por que la verdad siento que después de esto no me vas a querer más. Hace unas semanas, me diagnosticaron leucemia.

El mundo de Pablo se detuvo. Me miró a los ojos, como si estuviera buscando algún indicio de que no fuera verdad, pero solo encontró tristeza y determinación.

—No... no puede ser —susurró, tratando de procesar lo que acababa de escuchar.

—Lo sé, es difícil de asimilar —continué—. Pero estoy lista para luchar, y necesito que estés a mi lado.

Pablo sintió una mezcla de emociones: miedo, tristeza, asombro. Sabía que este era el momento de demostrar que estaría conmigo en las buenas y en las malas.

—No importa lo que pase, Paz —dijo con firmeza—. Estoy contigo. Vamos a superar esto juntos.

Mis ojos se llenaron de lágrimas sin poder evitarlo, y por primera vez desde el diagnóstico, sentí una pequeña chispa de esperanza. Nos abrazamos, sintiendo el consuelo y la fuerza que solo el amor verdadero puede brindar.

Desde ese día, Pablo estuvo presente en cada consulta médica, en cada sesión de tratamiento. Su apoyo incondicional y su amor fueron el pilar sobre el cual me pude apoyar para enfrentar la enfermedad.







𖦹𖦹𖦹








Con el paso de los días, la relación entre ambos se fortaleció aún más que antes. Cada pequeño gesto, cada palabra de aliento y cada momento compartido se convirtió en un tesoro invaluable. Comencé con mi tratamiento con valentía, y aunque hubo días difíciles, la presencia de Pablo, la cual siempre se encontraba a mi lado, me daba la fuerza necesaria para seguir adelante.

Una tarde, después de una sesión de quimioterapia especialmente dura, Pablo me llevó a un lugar especial: un pequeño mirador escondido entre los acantilados, donde el mar se extendía hasta el horizonte. Era nuestro refugio, un lugar donde solíamos escaparnos de la rutina y disfrutar de la tranquilidad.

—Quería traerte aquí para recordarte lo fuertes que somos juntos —dijo Pablo, mirándome con ternura—. Cada ola que ves romperse contra las rocas es una prueba de que, aunque la vida nos golpee, siempre podemos encontrar la manera de seguir adelante.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒, 𝗽𝗮𝗯𝗹𝗼 𝗴𝗮𝘃𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora