Alice Bonnet
Lord Ashford había sido asesinado cruelmente. Encontraron su cuerpo en un hotel completamente destrozado. Toda la piel de su cabeza había sido despellejada, tenía un disparo en la frente que le destrozó el craneo y su torso estaba amarrado a un sofa. Sorprendentemente, nada de esto había salido en los periódicos. Fue como si nada hubiera pasado.
La luna colgaba alta en el cielo nocturno, su luz plateada se colaba por las ventanas y se reflejaba en los lujosos adornos del despacho. Me encontraba frente a Madeleyne Stone, la reina indiscutible del submundo londinense, y aunque su presencia imponía, no permití que mi determinación flaqueara.
- Ha llegado el momento, Alice, - dijo ella, su voz era serena pero cargada de gravedad. - Jack ha sido eliminado, pero su muerte solo ha destapado la verdadera amenaza.
Asentí, ocultando mi sorpresa. - El grupo aristocrático,- deduje, mi mente ya trazando planes y estrategias.
- Correcto, - confirmó Madeleyne, deslizando hacia mí una fotografía que mostraba rostros sonrientes teñidos de secretos oscuros. - Financiados por nuestros 'amigos' alemanes. Una red que debemos desenredar y destruir.
La misión estaba clara. Debía reunir a un equipo, no cualquier grupo de matones, sino artistas en el arte del engaño y la guerra silenciosa. Cada uno sería esencial para desmantelar la red aristocrática desde sus entrañas.
Con un gesto sutil de su mano, Madeleyne me dio la señal para actuar. - Haz lo que debas hacer, - dijo con una finalidad que resonó en mi alma.
Salí del despacho, mis pasos firmes y decididos. Era hora de convocar a los hombres de Madeleyne, cada uno seleccionado por sus habilidades excepcionales: el experto en explosivos cuya obra era tan bella como mortal; el tirador cuya mira nunca erraba; el maestro del disfraz que podía desvanecerse ante los ojos de todos; y otros cuyas destrezas serían vitales en la batalla venidera.
La noche apenas comenzaba y la historia que estaba por desplegarse sería una que marcaría un antes y un después en las sombrías crónicas de Londres.
El galope de los caballos resonaba en las calles empedradas mientras nos acercábamos al edificio del centro de Londres. La noche era nuestra aliada, ocultando nuestras figuras armadas con un arsenal que prometía violencia. Al llegar, desmontamos con una sincronía que hablaba de nuestra experiencia en el campo de batalla urbano.
Subimos las escaleras del edificio, cada paso un eco en la quietud. La puerta de la sala de reuniones se interponía entre nosotros y nuestro objetivo; un disparo certero de mi revólver la dejó inútil y abierta.
Los cinco hombres dentro se levantaron, sus rostros pasando de la sorpresa al miedo. Eran ancianos en el juego del poder, pero aún así peligrosos.
- ¿¡Qué significa esto!? - exclamó uno, su voz temblorosa con indignación. - Les pondré una denuncia con la policía.
Mi revólver ya estaba en mi mano, el metal frío y familiar. - La policía ya sabe que estamos aquí, -dije con calma, mi voz era baja pero llena de amenaza. - Trabajan con nosotros.
Uno intentó correr, un movimiento fatal. Mi dedo apretó el gatillo y él cayó al suelo, su vida escapándose tan rápido como su sangre.
- Hemos venido por venganza,- continué, mi mirada recorriendo los rostros pálidos que me enfrentaban. - Sabemos que la mafia alemana financia su organización. Pero lo que realmente queremos saber es cómo pueden dormir por las noches sabiendo que han apoyado las acciones de Jack el Destripador.
El silencio que siguió fue denso, cargado con el peso de sus pecados y mi determinación inquebrantable. Esta noche no solo se trataba de justicia; se trataba de enviar un mensaje claro a todos aquellos que creían que podían operar en las sombras sin consecuencias.
Desde mi posición, observé la escena con una frialdad que me había convertido en la mano derecha de Madeleyne Stone. La habitación estaba llena de humo y el olor a pólvora se mezclaba con el aroma a cigarro. Los hombres de este lugar eran los últimos vestigios de la mafia alemana en Londres.
Lord Erickson, un político de alta alcurnia, había intentado negociar. Pero no había lugar para la negociación. Nuestra misión era clara: desmantelar la red de criminales que amenazaba la estabilidad de Inglaterra. No importaba si eran políticos, aristócratas o asesinos. Todos eran piezas en el tablero, y yo era la jugadora más letal.
—¿Jack el destripador? —preguntó Lord Erickson indignado—. ¡Pero cómo se atreve usted a compararnos con ese asesino! Nosotros somos políticos de las más finas costumbres.
Mi respuesta fue gélida:
—Lord Ashford era Jack el destripador era uno de los suyos. Llenó de terror las calles de Londres, y su sangre también está en sus manos. Por suerte, ya él está muerto.
—¡Eso es imposible! —exclamó otro de los hombres, suplicante.
—No venimos aquí a debatir sobre lo que es real —respondí con autoridad—. Ustedes están relacionados con la mafia alemana y representan un peligro para la estabilidad de Inglaterra.
El silencio se apoderó de la sala. Lord Erickson miró a sus compañeros, buscando una salida. Pero no había escapatoria. Rogger, mi fiel compañero, y el resto de los soldados dispararon sin titubear. Los cuerpos cayeron uno tras otro, y el humo se disipó lentamente.
Madeleyne Stone tenía razón: en este mundo de sombras y secretos, no había lugar para la compasión ni la negociación. Solo sobrevivían los más fuertes, y yo estaba dispuesta a ser la última en pie.
Después de la masacre en la mansión de Lord Erickson, el silencio se hizo aún más denso. Rogger y yo nos movimos con precisión, asegurándonos de que no quedara ningún rastro de la mafia alemana. Los cuerpos fueron retirados y las pruebas destruidas.
Madeleyne Stone, mi jefa, mejor amiga y líder de la organización, me esperaba en su estudio. Su mirada era implacable, y su sonrisa apenas un atisbo de satisfacción. Sabía que habíamos cumplido nuestra misión, pero también que esto era solo el comienzo.
—Alice —dijo, su voz suave como el acero—, hemos despejado el camino. Pero la guerra está lejos de terminar. Los hilos que unen a la mafia alemana con otros poderes son más complejos de lo que imaginamos.
Asentí. Había aprendido a no subestimar a nuestros enemigos. Detrás de las fachadas de políticos y aristócratas, se escondían conspiraciones y traiciones. Y yo estaba dispuesta a desentrañar cada secreto.
—¿Qué sigue, Madeleyne? —pregunté.
Ella se levantó y se acercó a la ventana, mirando la ciudad nocturna. Sus ojos reflejaban la ambición y la sed de poder.
—Seguiremos adelante, Alice. Londres es nuestro tablero de ajedrez, y cada movimiento cuenta. Jack el destripador fue solo una pieza. Ahora vamos tras los reyes y las reinas.
Y así, en la penumbra de la noche, comenzó una nueva partida. Yo estaba lista para jugar, sin importar las consecuencias.
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BAD LIFE (+18)
RomanceUna historia basada en Romeo y Julieta. En el crepúsculo del siglo XIX, el año 1892, la historia de Paul Ackerman y Madeleyne Stone se despliega como un tapiz tejido con hilos de destino y tragedia. Paul, el enigmático líder de la mafia más temida d...