Una historia basada en Romeo y Julieta. En el crepúsculo del siglo XIX, el año 1892, la historia de Paul Ackerman y Madeleyne Stone se despliega como un tapiz tejido con hilos de destino y tragedia. Paul, el enigmático líder de la mafia más temida d...
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Observé a Max con una mezcla de frialdad y determinación. La emboscada había sido un éxito rotundo; los hombres de Max yacían sin vida a nuestro alrededor. Max, furioso y con los ojos llenos de odio, intentaba mantener la compostura, pero yo podía ver el miedo detrás de su fachada.
- Ni se te ocurra intentar nada, Max, - le dije, mi voz tan afilada como el cuchillo que sostenía. - Tu vida depende de si Madeleyne sale con vida de su reunión con Paul.
Max apretó los dientes, su mirada fija en mí. - No sabes con quién te estás metiendo,- gruñó.
Sonreí, un gesto que no alcanzó mis ojos. - Oh, créeme, lo sé muy bien. Pero parece que tú subestimaste a Madeleyne. Y ahora, estás a merced de su mano derecha.
El silencio se hizo pesado entre nosotros, solo roto por el sonido distante de la ciudad. No apartaba la vista de Max, lista para cualquier movimiento en falso. Sabía que la situación era delicada; todo dependía de lo que sucediera en esa reunión.
- Si Madeleyne no sale de ahí con vida,- continué, - te aseguro que tú tampoco lo harás. Así que más te vale rezar por su seguridad.
Max tragó saliva, su furia ahora mezclada con una creciente desesperación. Podía ver cómo su mente trabajaba frenéticamente, buscando una salida. Pero no había ninguna. No mientras yo estuviera allí, vigilante y letal.
- Vamos a esperar, - dije finalmente, mi tono implacable. - Y veremos quién sale victorioso de esta partida.
Paul Ackerman.
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Esta mujer sacrificó a un grupo de sus hombres para tenderme una trampa. Su mente es tan maquiavelica como la mía, o tal vez más... Será mejor que no me titubee con ella.
Me mantengo en silencio mirando la belleza de Madeleyne, sus hermosos ojos azules, su piel, su hermoso cuerpo y la extraña cicatriz de su costilla. Es la primera vez que alguien me pone en hake, y admito que más que sentirme molesto, me siento impresionado y atraído.
