Capítulo 11: Un nuevo plan.

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Alice Bonnet

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Alice Bonnet.

Nuestros caballos llegaron a la entrada de la iglesia de San Bartolomé, la más influyente de Inglaterra. Era conocida por internar a los niños callejeros abandonados en Londres, supuestamente para ser cuidados con la mejor atención. Pero los rumores de maltrato habían llegado a nuestros oídos, y eso jamás lo íbamos a permitir.

Acompañada de Roger y otros diez hombres, todos armados, descendí del caballo. La noche era oscura y una niebla espesa envolvía la iglesia, dándole un aire siniestro. Nuestros pasos resonaban en los pasillos como si se aproximara el fin de los tiempos, pero mis tacones sonaban más firmes, marcando el ritmo de nuestra determinación. A lo lejos, podía escuchar cómo las monjas corrían y murmuraban, intentando poner todo en orden antes de nuestra llegada.

Entramos a las oficinas de las monjas a cargo con golpes secos, sin titubear. Las puertas se abrieron de par en par y, mientras las monjas le rezaban a Dios, me senté delante de ellas y puse mi portafolio en la mesa con un golpe que resonó en la habitación. Melissa, la principal monja encargada, se mantenía firme en su rezo, pero las otras cuatro monjas que estaban sentadas a su lado me miraban con pánico, sus ojos reflejaban el terror de lo desconocido.

Saqué un cigarrillo y lo encendí, el chasquido del encendedor rompió el silencio tenso. Melissa me miró de reojo y, al ver que estaba fumando, intentó reprenderme.

- Aquí no se fuma, señorita Alice - dijo con voz temblorosa.

- Váyase a la mierda, zorra - le respondí fríamente, sin apartar la mirada de sus ojos.

- Tampoco se permiten malas palabras - replicó, tratando de mantener la compostura.

Exhalé el humo del cigarrillo en la cara de Melissa, mis ojos clavados en los suyos. La fulminé con la mirada y ella se paralizó, amenazada. El aire se llenó de una tensión palpable, como si el mismo infierno hubiera descendido sobre la iglesia de San Bartolomé.

- ¿Sabe quién soy, Melissa? - pregunté, mi voz baja y peligrosa. - Vengo de parte de Madeleyne Stone, la principal contribuyente a esta iglesia, la que se asegura de que estos niños huérfanos tengan un techo y comida. Y no vamos a permitir que se les maltrate a ningún niño en nuestra ciudad.

Las otras monjas intercambiaron miradas nerviosas, conscientes de la gravedad de la situación. Melissa tragó saliva, su confianza desmoronándose ante mi presencia.

- No sé de qué está hablando, señorita Alice - respondió Melissa, intentando mantener la compostura. - Aquí cuidamos a los niños con el mayor esmero.

- ¿De verdad? - dije, levantando una ceja. - Porque he recibido denuncias de maltratos. Niños con moretones, desnutridos, aterrorizados. ¿Eso es lo que ustedes llaman cuidado?

- Son mentiras - intervino una de las monjas, su voz temblorosa. - Los niños están bien cuidados. Esos rumores son infundados.

- ¿Infundados? - repetí, mi tono se volvió más frío. - Entonces, ¿por qué hay niños que han escapado de aquí y han contado historias de abusos? ¿Por qué hay informes médicos que respaldan sus palabras?

BAD LIFE (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora