Max Bessel
El año era 1892, y las sombras de la noche cubrían las calles de Nueva York como un manto. En las entrañas de la ciudad, bajo una mansión que se alzaba como un coloso de piedra y secretos, se desarrollaba una pelea clandestina que prometía ser legendaria.
El golpe que había recibido en la mandíbula me había derribado al suelo, sumiendo mi mundo en una oscuridad momentánea. Solo el eco distante de la multitud sedienta de violencia llegaba a mis oídos, instándome a levantarme. El sabor metálico de mi propia sangre se mezclaba con la saliva en mi lengua y la humedad del sótano, un recordatorio palpable de la brutalidad del combate. Con esfuerzo, abrí los ojos y me erguí, decidido a continuar. La pelea apenas estaba comenzando.
Frente a mí se erguía mi adversario, un coloso ruso cuya estatura superaba los dos metros, con puños que golpeaban con la fuerza de una mula indomable. Detrás de mí, Driedrich, mi compañero de infortunios, me alentaba con fervor. En juego estaban 300 dólares, una fortuna que mi jefe, el señor Paul, había apostado contra los rusos. Aunque él no estaba presente, su sombra se cernía sobre el evento. Nos encontrábamos rodeados por algunas de las bandas más temibles del mundo, y el suelo pantanoso del sótano se convertía en el escenario de nuestra contienda.
Me planté firme ante el gigante ruso, lanzando un derechazo que él esquivó con una agilidad sorprendente para su tamaño. Seguí con un jab y un gancho, pero él se cubrió, resistiendo mis ataques como si fueran meras molestias. El ruso contraatacó con un golpe que no pude bloquear, seguido de otro que, por instinto, logré esquivar. Retrocedí, buscando aire y una estrategia que pudiera dar vuelta al combate. Inspeccioné al ruso, buscando alguna debilidad, pero parecía invulnerable.
De repente, se lanzó hacia mí con un golpe que impactó en mi costado, seguido de otro que bloqueé con el brazo. No había duda, su fuerza era descomunal. Sin embargo, yo nunca había perdido una pelea, y esa noche no sería la excepción. Debía ganar a toda costa. Ataqué con una serie de golpes, pero apenas lograron hacerle mella. En respuesta, él me conectó un puñetazo en la cara que me desequilibró, haciéndome caer sobre mi rodilla derecha. Fue entonces cuando Driedrich se acercó, ofreciéndome agua y limpiando la sangre de mi rostro.
- Vamos, tú puedes ganarle - dijo con una voz que cortaba el aire cargado del sótano - Los rusos son más débiles lejos del frío, y aún más si están lejos de Rusia. Tú eres alemán, y a diferencia de ellos, nosotros nos fortalecemos lejos de nuestra tierra.
Sus palabras me infundieron nueva fuerza. Me levanté y la pelea se reanudó ante el rugido del público, que gritaba con la ferocidad de una pelea de gladiadores. Los alemanes éramos conocidos por nuestra fortaleza, y esa noche, estaba decidido a demostrar nuestra superioridad sobre los rusos. Me puse en guardia una vez más, mis ojos se nublaron con la determinación de un guerrero. Era el soldado más leal del señor Paul, y no lo decepcionaría. No era el dinero lo que me movía, sino la lealtad hacia mi jefe y la promesa de no fallarle.
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BAD LIFE (+18)
RomanceUna historia basada en Romeo y Julieta. En el crepúsculo del siglo XIX, el año 1892, la historia de Paul Ackerman y Madeleyne Stone se despliega como un tapiz tejido con hilos de destino y tragedia. Paul, el enigmático líder de la mafia más temida d...