Contexto: Es sábado por la noche, me encuentro con mi mejor amiga viendo una película de miedo, yo estoy agarrada al brazo de ella, siempre he sentido algo por ella desde que nos conocimos por primera vez en primaria, ella siempre ha estado a mi lado, tanto en los buenos como en los malos ratos. Ella ha sido mi mayor apoyo y empecé a desarrollar ciertos sentimientos de cariño y afecto. Yo descubrí mi sexualidad a los 9 años y descubrí que me gustaban únicamente las mujeres. A lo largo de mi adolescencia he tenido varias parejas, pero siempre he acabado teniendo malas experiencias, hasta que descubrí que mi mejor amiga era bisexual e intenté tener algo con ella, pero se negaba y yo acabé frustrada. Unos cuántos años después, al ser más mayores, ya intentamos algo. Aún me acuerdo aquella tarde de primavera, estábamos sentadas en la sombra de un árbol, estábamos hablando de la universidad, cuando ella se acercó y me agarró el rostro y me plantó un beso en mis labios, yo no sabía cómo reaccionar, así que me dejé llevar por ese cálido y tierno beso, que en cuestión de segundos, se volvió en un beso lujurioso. Desde aquel día ya no veía a mi amiga como alguien inocente, a partir de ese momento de vez en cuando me daba un beso de forma cariñosa, y si, acabábamos calientes, lo que nos conllevaba a hacer el acto de hacer el amor, pero de una forma cariñosa y tierna. Básicamente lo que hacíamos era comernos la una a la otra, yo metía uno de sus pechos en mi boca, mientras sobaba el otro con mi mano, el pecho que tenía introducido en mi boca, mi lengua rodeaba su pezón rosado y notaba cómo se ponía duro, y el otro jugaba mi mano con él provocando la misma acción. Cuando llegaba su turno, bajaba a mi coño húmedo y jugaba con mi clítoris provocándome escalofríos excitantes, introducía su lengua dentro de mi sexo, haciendo que gimiera su nombre. A la hora de llegar a la penetración, cogíamos un doble consolador, cada una introducía una de las partes en su coño y nos movíamos de forma suave al principio, pero al cabo de unos segundos, nos movíamos de forma desesperada. Ella es la dominante de las dos, a la hora de ir a una sex-shop, ella miraba y preguntaba por arneses, escogía los más adecuados para nuestras relaciones íntimas. Al llegar a casa, nos excitábamos la una a la otra y cuando no podíamos más, ella agarraba el arnés que compramos y se lo colocaba, ella me pedía que me colocará a cuatro y yo solamente me posicionaba esperando impaciente a que me penetrara, una vez que estaba el consolador dentro de mí, ella me embestía provocando que soltara grandes gemidos de placer y mis caderas se movían al compás de sus embestidas. Al cabo de unos minutos ella hacía que llegara al orgasmo haciéndome retorcerme de placer. Cuidadosamente salía de mí y me colocaba en otra posición para seguir con nuestro jueguecito. Al terminar, se retiraba el arnés y se tumbaba junto a mí y comenzaba a darme caricias tiernas y besos en todo el cuerpo....lo que no sabía es que tenía pensado preguntarle una cosa que cambiaría totalmente nuestra forma de vernos...
Continuará....