Cap 4: esclavizados

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Al amanecer, la luz suave del sol comenzó a filtrarse por la ventana, iluminando lentamente la habitación. Río fue el primero en abrir los ojos. Al despertar, se encontró aún abrazado a Granada, su cabeza descansando en su hombro y su brazo rodeando su cadera. Sintió una oleada de calor en su rostro mientras el sonrojo se apoderaba de él. Rápidamente, se giró hacia otro lado para que Granada no notara su vergüenza.

—Buenos días, Río —dijo Granada, con una voz suave y todavía un poco somnolienta. No parecía haberse dado cuenta del nerviosismo de su amigo.

Río se quedó en silencio por un momento, tratando de calmar su respiración y ordenar sus pensamientos. Finalmente, respondió con un tono nervioso:

—B-buenos días, Granada.

Granada notó el tono inusual en la voz de Río y, con su típica amabilidad, trató de animarlo.

—Oye, ¿todo bien? Pareces un poco... incómodo —dijo Granada, con una sonrisa cálida, mientras se incorporaba ligeramente.

Río se obligó a girarse nuevamente para enfrentar a Granada, intentando sonreír de manera relajada.

—Sí, sí, estoy bien. Solo... me desperté un poco confundido, supongo.

Granada rió suavemente y se estiró, desperezándose.

—No te preocupes, a veces pasa. Oye, gracias por quedarte anoche. Fue genial tenerte aquí —dijo Granada, dándole una palmada amigable en el hombro.

Río asintió, todavía un poco avergonzado, pero sintiéndose reconfortado por la actitud despreocupada de Granada.

—Sí, fue... fue genial —respondió Río, aunque sus pensamientos estaban lejos de ser tan simples.

Mientras se levantaban de la cama y se preparaban para el día, Río intentó concentrarse en las actividades que tenían por delante y dejar de lado sus confusos sentimientos. Sin embargo, no podía evitar sentir que algo había cambiado, que la cercanía de la noche anterior había marcado un punto de inflexión en su relación con Granada.

Granada, por su parte, seguía ajeno a la tormenta emocional de Río, pero estaba feliz de tener a su amigo a su lado. Los dos bajaron a desayunar, y mientras disfrutaban de la comida preparada por la madre de Granada, Río decidió que, por ahora, lo mejor sería seguir adelante y valorar cada momento de su amistad, mientras intentaba entender sus propios sentimientos poco a poco.

Mientras Río y Granada disfrutaban del desayuno, la tranquilidad de la mañana fue interrumpida por la llegada de Nueva. Entró por la puerta principal, con la respiración agitada y una expresión de asombro en su rostro.

—¡Granada, Río! ¡Tienen que ver esto! —exclamó Nueva, con los ojos brillando de emoción y sorpresa.

Río y Granada se miraron, intrigados por la reacción de Nueva. De inmediato, se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la puerta, siguiendo a Nueva.

—¿Qué sucede, Nueva? —preguntó Granada, tratando de entender la urgencia en la voz de su hermano.

Nueva hizo una pausa para tomar aire, y luego explicó:

—Un barco se ha parado en la orilla del mar. Y unas personas con vestimenta diferente bajaron de él. Traen algo llamado pan y un libro extraño.

¡Independencia!?Where stories live. Discover now