En la oficina, Mark y Julian se encontraban de pie frente a su superior, un hombre de aspecto severo conocido como el Comandante Rodríguez. El ambiente era tenso mientras exponían lo que habían descubierto.
—Comandante —comenzó Mark, con tono respetuoso—, creemos que hay algo inusual en la familia que ocupa la casa arriendada. Hoy, mientras realizábamos la cobranza, uno de los chicos nos pagó con una esmeralda de tamaño considerable.
El Comandante Rodríguez levantó una ceja, intrigado.
—¿Una esmeralda? —preguntó, dejando entrever su interés—. ¿Y por qué no informaron esto antes?
—Lo hicimos de inmediato, señor —replicó Julian—. Es que no es solo eso. El chico llevaba un collar con otra esmeralda. Pensamos que podrían tener más de estas piedras.
El Comandante se reclinó en su silla, pensativo. La idea de que alguien tan humilde pudiera tener acceso a esmeraldas de esa calidad y tamaño era, como mínimo, sospechosa.
—Muy bien, esto es lo que haremos —dijo finalmente el Comandante, con voz firme—. Reduzcan dos meses de la renta que deben pagar, ya que no pagaron con monedas, sino con una gema. Es justo. Pero manténganlos vigilados. Quiero saber de dónde están sacando esas esmeraldas. Si hay más, deben pertenecer al Imperio.
Mark y Julian asintieron, sabiendo que la orden era clara. No podían permitir que algo tan valioso pasara desapercibido, y si había más esmeraldas, el Imperio Español se aseguraría de tenerlas todas. Mientras se retiraban de la oficina, ambos sabían que la situación en aquella casa estaba lejos de resolverse y que los días por venir podrían ser decisivos.
El Comandante Rodríguez, aún inmerso en sus pensamientos sobre las esmeraldas, decidió que era hora de tomar medidas más sutiles para descubrir la verdad. Llamó a una de sus trabajadoras de confianza, una mujer llamada Isabel, conocida por su capacidad para obtener información sin levantar sospechas.
—Isabel, necesito que vayas a una ubicación específica —dijo el Comandante, entregándole una nota con la dirección de la casa de Gran y Perú—. Quiero que hables con los chicos que viven allí. Pregúntales sobre su trabajo, sobre cómo se ganan la vida. Sé discreta, pero quiero que me informes si descubres algo extraño.
Isabel asintió, guardando la nota en su bolsillo. Sabía que su tarea no era solo una simple visita; estaba ahí para averiguar qué estaba ocurriendo realmente en ese lugar.
Mientras tanto, en la mini casa, Gran estaba sentado en la mesa, con la esmeralda en la mano, contemplándola con una mezcla de asombro y preocupación. Los recuerdos de la noche anterior empezaban a encajar poco a poco en su mente: el dolor en su ojo, el pincho de esmeralda que atravesó al líder español, y ahora, esta gema que había aparecido en su bolsillo.
Gran comenzó a comprender que algo dentro de él había cambiado, algo que tenía que ver con la esmeralda que ahora ocupaba su ojo derecho. Pero no entendía cómo ni por qué estaba sucediendo. Aun así, el temor de que este poder pudiera traer más peligro a sus seres queridos lo perturbaba profundamente.
Mientras reflexionaba, el aroma del café recién hecho llenó la habitación, y Perú se acercó a la mesa con dos tazas en las manos.
—Aquí tienes, Gran —dijo Perú, colocándole una taza frente a él—. Pareces preocupado. ¿Qué pasa por tu cabeza?
Gran suspiró, tomando la taza pero sin beber de inmediato. Sus ojos se posaron en la esmeralda una vez más antes de responder.
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¡Independencia!?
Randomtrata ehh... sobre los antiguos paises de latinoamerica, los cuales eh no se XD