Cap 10: una nueva amiga

8 0 0
                                    

Al día siguiente, a las 12 a.m., Río se despertó primero, como siempre. Miró a Granada durmiendo tranquilamente encima de él, y una suave sonrisa se dibujó en su rostro. Con cuidado para no despertarlo bruscamente, Río agarró a Granada por la cintura y lo levantó ligeramente, sentándolo en su regazo.

Granada se removió un poco, todavía sumido en su sueño, pero no despertó completamente. Río lo sostuvo con cuidado, asegurándose de que estuviera cómodo. Observó cómo las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por la ventana, iluminando suavemente la habitación.

Mientras mantenía a Granada en su regazo, Río pensó en todo lo que habían pasado juntos y en lo mucho que significaba para él. Estos momentos de calma, aunque breves, eran preciosos para Río.

Granada comenzó a despertar, parpadeando lentamente mientras se acostumbraba a la luz y a su posición. Al darse cuenta de que estaba en el regazo de Río, se sonrojó ligeramente.

—Buenos días —murmuró Río, con una sonrisa.

—Buenos días —respondió Granada, frotándose los ojos—. ¿Cuánto tiempo llevas despierto?

—No mucho —dijo Río, suavemente—. Solo quería asegurarme de que estuvieras cómodo.

Granada asintió, apreciando la consideración de Río. Se quedó en su regazo un momento más, disfrutando de la cercanía y la calidez.

—Gracias, Río —dijo finalmente Granada, mirando a Río a los ojos—. Por todo.

—No hay de qué —respondió Río, su voz sincera—. Estoy aquí para ti, siempre.

Después de unos minutos, ambos decidieron levantarse y prepararse para el día. A pesar de las dificultades y los desafíos que enfrentaban, momentos como este les recordaban la fuerza de su amistad y el apoyo inquebrantable que se brindaban mutuamente.

Salieron de la habitación juntos, listos para enfrentar lo que el día les deparara, sabiendo que, mientras estuvieran unidos, podrían superar cualquier obstáculo.

Granada miró el reloj y se dio cuenta de que apenas eran las 12:30 a.m., apenas pasada la medianoche. Con un suspiro de pereza, decidió volver a acostarse. Río, que había estado observándolo, desvió la mirada por un momento, pero no pudo evitar volver a mirar a Granada.

Cuando sus ojos volvieron a posarse en él, vio que Granada se había arropado en la cama, envuelto en las mantas como una oruga. Río sonrió ante la adorable escena. Granada parecía tan cómodo y relajado que era difícil no sentirse contagiado por su tranquilidad.

Río se quedó un momento más observando a Granada, sintiendo una mezcla de afecto y ternura. Se levantó de la cama con cuidado para no hacer ruido y fue a por una botella de agua. Cuando regresó, se acercó silenciosamente a la cama y se sentó al borde, mirando a Granada, quien parecía estar sumido en un sueño profundo.

Aprovechando la quietud de la noche, Río se inclinó y le dio un suave beso en la frente a Granada antes de susurrar:

—Duerme bien, Granada.

Con eso, Río se acostó a su lado, asegurándose de no molestarlo, y cerró los ojos, permitiendo que el cansancio finalmente lo alcanzara. La calma de la noche, la suave respiración de Granada y la sensación de estar juntos llenaron el espacio de una paz reconfortante.

¡Independencia!?Where stories live. Discover now