Pasó el tiempo y Gran ya tenía 13 años, mientras que Granada había cumplido 9. Clara, ahora con 24 años, había adoptado a los dos niños y se había convertido en una figura materna para ellos. A medida que crecían, Clara se aseguró de que estuvieran bien cuidados y felices. Había comprado ropa de hombre para Gran, sabiendo que se sentiría más cómodo.
Gran continuaba practicando con la espada, dirigiendo sus golpes precisos contra un árbol en el patio trasero. Sus habilidades habían mejorado considerablemente, y cada día se volvía más fuerte y seguro en sus movimientos. Granada, por su parte, estaba en la cocina desayunando, disfrutando de una comida sencilla pero nutritiva. Clara, mientras tanto, estaba en el patio lavando la ropa, tarareando suavemente una canción que recordaba de su infancia.
—Gran, ¿quieres un poco de agua? —llamó Clara desde el patio.
Gran hizo una pausa en su práctica, sudoroso pero satisfecho con su progreso.
—Sí, por favor, Clara —respondió, dejando la espada apoyada contra el árbol y dirigiéndose hacia la cocina.
Granada terminó de desayunar y se levantó de la mesa, llevando su plato al fregadero.
—¿Cómo va la práctica, Gran? —preguntó Granada, con una sonrisa.
—Va bien, hermano. Cada día me siento más fuerte —respondió Gran, aceptando el vaso de agua que Clara le ofreció.
Clara observó a sus dos hijos adoptivos con una mezcla de orgullo y cariño. Se había encariñado profundamente con ellos y se alegraba de verlos crecer sanos y felices, a pesar de las dificultades que habían enfrentado.
—Gran, después de que termines de practicar, ¿podrías ayudarme a recoger la ropa? —preguntó Clara.
—Por supuesto, Clara. Terminaré en un momento —respondió Gran, bebiendo el agua y volviendo al patio para continuar con su entrenamiento.
Granada se acercó a Clara y le ofreció su ayuda.
—¿Hay algo que yo pueda hacer, Clara? —preguntó, con su habitual entusiasmo.
Clara sonrió y asintió.
—Podrías ayudarme a doblar la ropa cuando esté seca. Tu ayuda siempre es bienvenida, Granada.
Juntos, los tres continuaron con sus tareas, cada uno contribuyendo a mantener el hogar en orden. A medida que el día avanzaba, la pequeña familia disfrutaba de la tranquilidad y la rutina de su vida diaria, agradecidos por el amor y el apoyo que compartían.
Después de terminar su práctica, Gran ayudó a Clara a recoger y doblar la ropa, mientras Granada se encargaba de pequeñas tareas en la casa. La tarde pasó rápidamente, y al caer la noche, se reunieron en la mesa para cenar.
—Hoy ha sido un buen día —dijo Clara, mirando a Gran y Granada con una sonrisa—. Estoy muy orgullosa de ustedes.
—Gracias, Clara. No podríamos haberlo hecho sin ti —respondió Gran, con gratitud en su voz.
—Sí, Clara. Gracias por todo —añadió Granada, sonriendo ampliamente.
Clara sintió una oleada de emoción y abrazó a sus dos hijos, agradecida por la familia que habían formado. Juntos, sabían que podían enfrentar cualquier desafío y construir un futuro brillante, unidos por el amor y la determinación.
Más tarde, mientras cenaban, Gran decidió hablar sobre un tema que había estado rondando su mente durante mucho tiempo: la independencia del Imperio Español.
—Clara, Granada —comenzó Gran, con un tono serio—. He estado pensando en nuestra situación. Si nos independizamos del Imperio Español, creo que estaríamos mejor los tres. Podríamos vivir en paz, sin tener que preocuparnos por los soldados y sus órdenes.
Granada, siempre apoyando a su hermano mayor, asintió con entusiasmo.
—¡Sí, hermano! Estoy de acuerdo contigo. Sería genial ser libres y no tener que seguir las reglas de los españoles.
Clara, sin embargo, miró a Gran con desconfianza y preocupación. Sabía que Gran era valiente y fuerte, pero también sabía que enfrentar al ejército español no era una tarea sencilla.
—Gran, entiendo tus sentimientos —dijo Clara, con suavidad—, pero la independencia no es algo que se pueda lograr fácilmente. El ejército español es poderoso y no dudarán en usar la fuerza para mantenernos bajo su control. No quiero que te pongas en peligro.
Gran la miró con determinación, su mirada reflejando su convicción.
—Clara, lo sé. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras seguimos siendo oprimidos. Quiero un futuro mejor para nosotros, un futuro donde no tengamos que vivir con miedo. Si logramos nuestra independencia, podremos construir una vida mejor, libre de la opresión española.
Clara suspiró, comprendiendo el deseo de Gran de protegerlos y de buscar una vida mejor. Sin embargo, su corazón estaba lleno de preocupación por el bienestar de los chicos.
—Gran, te admiro por tu valentía y tu deseo de luchar por nuestra libertad. Pero quiero que pienses en los riesgos. No quiero perderte, ni a ti ni a Granada —dijo Clara, con lágrimas en los ojos.
Gran tomó la mano de Clara, tratando de calmar sus temores.
—Clara, no haré nada imprudente. Prometo que planearé cada paso con cuidado. Pero necesito saber que estás conmigo en esto. Quiero que estés a salvo, y creo que podemos lograrlo si trabajamos juntos.
Granada, sintiendo la tensión en el aire, también se acercó a Clara y la abrazó.
—Clara, confía en nosotros. No estamos solos en esto. Juntos, podemos encontrar una manera de ser libres y felices —dijo, con su tono infantil pero lleno de esperanza.
Clara los miró a ambos, sintiendo una mezcla de orgullo y preocupación. Finalmente, asintió con un suspiro.
—De acuerdo, Gran. Si esto es lo que realmente quieres, estaré a tu lado. Pero debemos ser muy cuidadosos. Prométeme que no tomarás riesgos innecesarios —dijo Clara, con firmeza.
—Lo prometo, Clara —respondió Gran, con una sonrisa agradecida.
Con esa promesa, los tres terminaron su cena, sabiendo que tenían un largo camino por delante. La idea de la independencia había sembrado una semilla en sus corazones, y juntos, comenzarían a planear cómo lograr esa libertad soñada, con la esperanza de un futuro mejor y más seguro para todos.
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¡Independencia!?
Randomtrata ehh... sobre los antiguos paises de latinoamerica, los cuales eh no se XD