Cap 6: no se q nombre ponerle :(

3 0 0
                                    

A la mañana siguiente, Granada se despertó lentamente, sintiendo el cálido abrazo de Río a su alrededor. Parpadeó varias veces, tratando de ubicarse, y al darse cuenta de que estaba en el barco y no en su aldea, sintió una punzada de tristeza. Sin embargo, la calidez del abrazo de Río le brindó un consuelo inesperado. Miró a Río, que todavía dormía, su rostro relajado y tranquilo, y no pudo evitar sonrojarse un poco. La proximidad de su amigo y el recuerdo vago de la seguridad que había sentido en sus brazos le provocaron una sensación de ternura.

Granada se movió con cuidado, tratando de no despertar a Río, y se giró para mirar a Nueva y Bolivia, que también seguían profundamente dormidos. La inocencia de sus rostros le recordó cuánto dependían de él y de Río para mantenerse a salvo.

Granada decidió que era hora de levantarse y comenzar a planificar su próximo movimiento.

Granada intentó levantarse con cuidado, pero Río, todavía medio dormido, no soltó su abrazo. En cambio, tiró suavemente de Granada hacia la cama, haciendo que cayera de nuevo sobre el colchón. Río lo abrazó más fuerte, como si temiera que se desvaneciera si lo dejaba ir.

Granada se sonrojó aún más, sorprendido por la inesperada fuerza de Río y la intimidad del momento. Intentó protestar suavemente, pero la ternura y el calor del abrazo de Río le impidieron moverse.

—Río... tenemos que levantarnos —murmuró Granada, su voz suave pero insegura.

Río, aún medio dormido, murmuró algo ininteligible y mantuvo su abrazo. Parecía estar buscando consuelo en la cercanía de Granada, quizás influenciado por los sueños que había tenido la noche anterior.

—Solo unos minutos más —susurró Río finalmente, su voz llena de una calidez que sorprendió a Granada.

Granada, sintiendo el latido del corazón de Río y la respiración tranquila de sus amigos dormidos, decidió que tal vez unos minutos más no harían daño. Cerró los ojos y se permitió disfrutar del momento, aunque fuera breve. A pesar de todo el miedo y la incertidumbre que los rodeaba, este momento de tranquilidad y cercanía le brindaba una paz que no había sentido en mucho tiempo.

Mientras yacían allí, abrazados, Granada sintió que su propio corazón se aceleraba ligeramente. No podía negar la seguridad y el consuelo que encontraba en los brazos de Río. Poco a poco, se fue relajando, su respiración sincronizándose con la de su amigo.

—Está bien, Río —murmuró Granada finalmente—. Pero solo unos minutos más.

Río sonrió suavemente, apretando un poco más su abrazo. Los dos amigos permanecieron así, encontrando un refugio en la cercanía del otro, incluso en medio de la adversidad que los rodeaba. En esos breves momentos, el mundo exterior desapareció, dejando solo el confort y la seguridad de su mutuo apoyo.

Mientras seguían abrazados en la cama, Río sintió la incomodidad de Granada por su abrazo y decidió cambiar de enfoque. Con un gesto suave y cariñoso, Río le dio un beso en la frente a Granada y le susurró con voz tranquila

—Aún es temprano, Granada. Durmamos un rato más.

Granada se sintió reconfortado por el gesto afectuoso de Río y asintió levemente. Aunque seguían en una situación difícil, el gesto de Río le recordó que tenían que cuidarse mutuamente, incluso en los pequeños momentos de tranquilidad como este.

Los dos amigos se acomodaron de nuevo, tratando de aprovechar cada minuto de descanso que el amanecer les permitía en el barco. Con los ojos cerrados y el suave balanceo del navío, encontraron un breve respiro antes de enfrentar lo que el día les depararía.

Río permaneció despierto por un tiempo más, sintiendo la calidez del abrazo de Granada y reflexionando sobre el sueño que había tenido antes. La imagen de ellos dos juntos, compartiendo momentos de intimidad y afecto, seguía fresca en su mente. Deseaba que ese sueño se hiciera realidad, anhelando un futuro donde pudieran vivir sin miedo ni opresión, donde su relación pudiera ser libre y abierta.

A medida que Granada se quedaba dormido, Río continuó acariciando suavemente el cabello de su amigo, perdido en sus pensamientos. Se preguntaba cómo podrían escapar de la situación en la que se encontraban y cómo podrían encontrar un lugar seguro para ellos y sus amigos. Sabía que el camino hacia la libertad sería difícil y peligroso, pero estaba dispuesto a enfrentarlo con determinación, especialmente si significaba proteger a Granada.

La suave respiración de Granada y el suave vaivén del barco finalmente comenzaron a calmar a Río, y pronto se dejó llevar por el cansancio acumulado. Cerró los ojos, sintiéndose agradecido por tener a Granada a su lado, incluso en medio de la adversidad.

El amanecer llegó lentamente, bañando la habitación con una luz tenue y dorada. Río finalmente se permitió caer en un sueño reparador, con la esperanza de que, algún día, él y Granada podrían despertar en un mundo donde su amor y su seguridad estuvieran garantizados.

Más tarde, el sonido de pasos pesados y voces autoritarias despertaron a Nueva y a Río. Un par de españoles habían entrado en la pequeña habitación, ordenándoles levantarse para trabajar en el barco. Con ojos aún adormilados, los dos chicos se incorporaron lentamente, conscientes de la dureza de la jornada que les esperaba.

Granada, al sentir el movimiento, también se despertó y observó la escena. Al ver que se llevaban a sus amigos, se levantó rápidamente de la cama.

—¡Yo también quiero ir! —dijo Granada, intentando seguir a Nueva y Río.

Sin embargo, uno de los españoles lo detuvo con una mano en el hombro, empujándolo suavemente pero con firmeza de vuelta a la habitación.

—No, tú te quedas aquí —dijo el español, todavía pensando que Granada era una chica—. No es trabajo para una señorita.

Granada frunció el ceño, frustrado por la situación y la confusión de su identidad. Quería estar con sus amigos, ayudarles y no quedarse solo en la habitación. Pero sabía que discutir no cambiaría nada en ese momento.

—Estaremos bien, Granada —dijo Río, lanzándole una mirada tranquilizadora—. Solo es trabajo. Quédate aquí y cuida de Bolivia.

Granada asintió a regañadientes, entendiendo la lógica pero sintiéndose impotente. Los españoles se llevaron a Nueva y a Río, cerrando la puerta tras ellos. Granada se sentó de nuevo en la cama, suspirando profundamente.

Bolivia, que aún dormía, comenzó a moverse, despertada por el ruido. Granada se acercó a ella y le acarició suavemente el cabello.

—No te preocupes, Bolivia —dijo en voz baja—. Todo estará bien.

Bolivia abrió los ojos lentamente, mirando a su hermano mayor con una mezcla de sueño y preocupación.

—¿Dónde están Nueva y Río? —preguntó, frotándose los ojos.

—Tienen que trabajar en el barco —respondió Granada—. Pero estarán de vuelta más tarde.

Granada se sentó junto a Bolivia, tratando de pensar en cómo podrían mantener la esperanza y la fuerza en esta difícil situación. Sabía que, a pesar de las circunstancias, debían mantenerse unidos y encontrar una manera de superar los desafíos que enfrentaban.

Mientras tanto, en la cubierta del barco, Nueva y Río comenzaron su jornada de trabajo, conscientes de la dura realidad que les esperaba. Pero en sus corazones, llevaban la determinación de proteger a sus amigos y encontrar un camino hacia la libertad.

¡Independencia!?Where stories live. Discover now