41. Charity

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Temprano en la mañana, cuando el sol apenas se dejaba ver, Max despertó y salió de la cama, teniendo cuidado de no despertar a Checo, que se encontraba profundamente dormido junto a él. Se veía hermoso, los rayos del sol iluminaban levemente su rostro, haciéndolo ver de un color ligeramente dorado y su rostro se veía tranquilo, incluso algo feliz, era perfecto.

El rubio dejó un pequeño beso en su mejilla antes de salir de la habitación.

Quería pensar en cuál podría ser el próximo detalle para Checo, así que salió a la playa. El sol se imponía poco a poco en el horizonte, reflejándose en el agua, dándole un hermoso tono dorado al ambiente. Caminó por la orilla, buscando quizás alguna piedra o un coral especial; sumido en sus pensamientos mientras lo hacía.

A su mente llegaron todos los momentos que había compartido junto a Sergio hasta ese mismo instante; las risas compartidas, los miles de besos, abrazos y caricias, las emotivas palabras y demás detalles que lo hacían sonreír casi por inercia. Se sentía con suerte de tener a alguien como Sergio a su lado; alguien que lo amaba sin medida alguna, alguien que lo había llevado a comprender el verdadero significado de la felicidad, que iba más allá de un trofeo o un simple elogio. Ahí para él, la felicidad era poder despertar y ver al hombre a su lado descansar pacíficamente, era poder abrazar a ese mismo hombre, besarlo y decirle cuánto lo amaba y que éste hiciera lo mismo. Simplemente maravilloso.

Levantó su mirada un momento, disfrutando de la vista; el mar, imponente como siempre y el cielo pintado de tonos anaranjados y rosados, sonrió más ampliamente.

Luego de un rato, estaba por darse por vencido, pero en ese momento, vió una rara piedra algo irregular, era como si fuera una perla, cosa que no era para nada común ni fácil de ver a la orilla del mar; la recogió y le tomó una foto para buscar en internet de que se trataba la piedra. Al buscar, supo que no era una simple piedra, sino que se trataba de una perla barroca; un tipo de perla increíblemente raro, y aún más raro, era haberla hallado a la orilla del mar, era una posibilidad de una en un millón o incluso menos; era rarísimo, o sea, muy, pero muy especial.

Max celebró, era justo lo que estaba buscando. Se apresuró a volver a la casa, debía preparar el desayuno y la perla para regalársela a Checo.

"Dios, ¡Esto es más que perfecto!". Dijo mientras preparaba unos panqueques de avena con fruta y un café. Había investigado un poco más acerca de la perla; además de que era una perla barroca, era de un buen tamaño, unos 15mm, así que tenía un muy buen valor en el mercado; no significaba que pensara venderla, o que esperara que Checo lo hiciera, sino que esto aumentaba aún más si valor significativo.

Cuando todo estuvo listo, lo puso en una bandeja y fue al cuarto. Al entrar, dejó la bandeja en la mesita de noche y se acercó un poco a Sergio para despertarlo.

"Buenos días, mi amor hermoso". Susurró con delicadeza.

El castaño comenzó a despertar lentamente, sonriendo levemente al oler el delicioso aroma de los panqueques y el café. "Buenos días, amorcito". Balbuceó mientras estiraba un poco y se incorporaba en la cama.

"Te traje el desayuno, mi vida". Avisó Max pasándole la bandeja con cuidado.

Sergio sonrió, recibiendo la comida con gusto, dejando un pequeño beso en los labios del joven. "Gracias".

"No hay de que".

Ambos desayunaron en la cama, compartiendo miradas coquetas y pequeñas sonrisitas. Llenando el ambiente de su felicidad y el amor que compartían, disfrutando de su compañía, y de la comida por supuesto.

"Mi campeón, esto estaba muy delicioso". Afirmó Pérez dejando los platos en la mesita de noche, besando a Max con cariño.

El apodo, el beso y los elogios sonrojaron al ojiazul, poniéndolo algo nervioso. "Amor, si me sigues diciendo así, si me sigues mirando así y en general si sigues siendo así de hermoso y perfecto, voy a tener que casarme contigo".

High Speed Lovers [Chestappen AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora