Transcurrieron dos semanas en un abrir y cerrar de ojos. En todo ese tiempo, —para mi sorpresa— acosos como el de Min-Ji en la piscina se fueron repitiendo tanto que cada vez que caminaba por los pasillos debía estar acompañado, o preparado para correr con una multitud de chicas detrás.
Tenía que subirme la capucha de mi abrigo siempre que escuchara gritos femeninos de emoción, porque a cada rato me tomaban fotos y las compartían entre ellas. Y, por supuesto, no volví a dar otra clase de natación sin camisa. De hecho, la misma entrenadora me lo había pedido para que los demás se concentraran en lo que hacían. Definitivamente dejé de ser transparente para convertirme en uno de los chicos más populares de toda la escuela.
Hoy era viernes, y ya casi llegaría la hora de salida. El profesor de matemáticas se encontraba escribiendo la tarea en la pizarra, mientras que nosotros solo la apúntabamos en nuestros cuadernos.
—Bueno chicos, —nos dijo el profesor, dándose la vuelta para vernos de frente— esta será una tarea evaluativa, la recogeremos el próximo martes. A base de esta tarea veré si me están prestando verdadera atención o no —le dedicó una mirada rápida a su reloj de mano y volvió a hablarnos—. Que tengan buen fin de semana.
Al instante tocó el timbre y todos se apresuraron en salir del salón. Erick y yo salimos de últimos —como siempre— con toda la calma del mundo. Caminamos hacia la salida hablando sobre la "tareita" que nos había dejado el profesor, la cual estaba más que difícil. No tenía mucho sentido, pues estaba demasiado complicada para simples chicos que acaban de comenzar el curso.
De la nada, un cuerpo se estampó fuertemente contra mi pecho. Al instante bajé la mirada; se trataba de una chica. Parecía que iba doblando el pasillo corriendo, sin estar al pendiente del frente. Ella soltó un ligero gemido dando un paso hacia atrás, y acarició su nariz, víctima del anterior choque.
A esta distancia pude verla mejor: era más que hermosa. Poseía la carita más tierna y delicada que había visto en mi vida, un cabello castaño que terminaba después de sus hombros, labios rojizos y piel pálida. Le llevaba diez o quince centímetros de altura —al igual que a mi hermana.
Al terminar de acariciar su nariz, ella elevó la cabeza para verme. Intercambiamos miradas. Aproveché para ver detalladamente sus ojos. Morí con ellos. Nos mantuvimos así durante unos segundos, luego ella volvió a bajar la cabeza y se puso a jugar con su cabello, nerviosa.
—Emmm... Disculpa por no haberte visto, culpa mía —la escuché decirme, mirando al suelo.
—No te preocupes, no pasó nada -admití, para después sonreír y seguir observándola. Me fijé en su brazo izquierdo, estaba sangrando.
Tomé su muñeca con delicadeza, examinando la herida que había en ella. Supuse que se había caído en alguna parte y este fue el resultado del aterrizaje. Me preocupé así que saqué de mi mochila una curita, —la cual llevo por si acaso— la abrí y suavemente se la pegué en el lugar del sangramiento. Volví a mirarla a ella.
—Ya está, ahora no sangrará más —afirmé, riendo un poco y ganándome su mirada. Una mirada que me volvió a atrapar.
—Muchas gracias.
—Muchos por nada.
Ambos reímos para nuestros adentros. A ella la llamaron así que tuvo que irse, mientras que yo solo podía ver como se alejaba por el pasillo. Sentí que ya la había visto en algún lado, pero no recordé en dónde.
Erick soltó una carcajada, viendo lo lelo que me quedé. Como de costumbre, procedió a molestarme con el tema mientras continuamos nuestro recorrido hacia la salida. Había vuelto a llegar el momento de subirse la capucha, ya que pasamos frente a tres grupos de chicas. Bajé la cabeza -ignorando sus miradas directas- y metí mis manos en los bolsillos de mi abrigo.
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SOMOS UNO (#2SAGA: PRIMEROS AMORES)
Teen FictionKang acaba de desbloquear una nueva etapa en su vida: la preparatoria, un lugar en el que abunda el bullying, la violencia, el acoso y el desinterés. Él, tan reservado, tierno e inofensivo, se convierte en la víctima de Jung, el matón de la escuela...