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Tamara entró al departamento de Francisco con el detrás.
—¿Le ofrezco algo de tomar?
—No Francisco, gracias—le sonrió ella—la verdad tengo el estómago revuelto, y me pondría peor si como o bebo algo.
—Claro, la entiendo—dijo este—pero tranquila, venga siéntese y me cuenta.
Ella asintió, y se dejó guiar por este al sillón para ambos sentarse.
—Como si lo hubiera invocado, me llamó Diego—dijo esta—.
—¿Y qué le dijo?
—Bueno, casi no lo dejé hablar—rió ella algo divertida, pero la verdad era más por los nervios—quedamos en vernos mañana, me paso la dirección de un restaurante y allá lo veré.
—¿Y cómo está con eso?—le preguntó él—.
—Pues la verdad nerviosa, ansiosa—dijo esta—no sé cómo estaré frente a él tranquila sin gritarle todo lo que quiero.
Francisco rió levemente.
—Si, me imagino que quiere guitarle un sinnúmero de cosas, pero... usted sabe que debe estar tranquila, por usted y por los chicos.
—Si, lo sé, lo sé—asintió ella—le quería pedir un favor.
—Claro, lo que quiera.
Ella suspiró y se sentó para quedar frente a frente de él.
—¿Será que usted me puede acompañar?
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Sebastián le hablaba a Liliana pero esta simplemente estaba perdida en sus pensamientos.
La chica no dejaba de ver a Brayan y Tatiana. Ella no entendía por qué era tan difícil superar a alguien. Sería más fácil si se enamorara de cualquiera del colegio, o incluso del chico que tenía enfrente.
Pero para complicarse la vida, tenía que enamorarse de Brayan.
Sebastián logró ver que esta no le prestaba atención, así que llevó su mirada hacia donde está veía.
