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Liliana salió de su casa cuando tocaron su puerta. Esta salió y cerró la puerta al ver quién era ya que no quería más problemas.
—¿Y usted que hace aquí, Sebas?—preguntó ella confundida—.
—Quería hablar contigo ¿puedo?
Ella asintió.
—Hágale, pero rápido porque Michael sale en cualquier momento y lo cascas aquí mismo—Sebastián rió levemente—.
—Es de eso que quiero hablarte—dijo él—tienes todo el derecho de estar molesta. Es tu hermano, y todos ustedes habían quedado en callar. Y lo siento, pero es que yo no podía hacerlo, presencié lo injustos que estaban siendo con el celador y no pude dejar que pasara por alto. En serio lo siento, mi intención jamás va a ser lastimarte.
Ella le sonrió levemente.
—Tranquilo—dijo esta—si, Michael es mi hermano pero usted tiene razón, eso no estaba bien. Claro que yo no lo iba a traicionar, ni a él ni Brayan ni a Cristian porque por más enojada que esté con alguno, son mis amigos—el chico asintió—pero todo bien, yo no estoy molesta ni nada, tranquilo.
—¿Segura?—ella asintió sonriendo—me alegra mucho saberlo, en serio. Pero bueno, debo irme ¿nos vemos mañana?
—Si, claro—dijo esta—.
El chico dio un beso en su mejilla y se fue. La chica iba a entrar a su casa pero Francisco llegó.
—Liliana...—esta se detuvo y lo miró—.
—Ya le llamo a Michael, no se preocupe—dijo esta—.
Francisco iba a decirle algo pero la chica solo entró.
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Michael, Brayan y Cristian llegaron junto a Francisco al lugar al cual este último los quería llevar.
