El ruidoso infierno es el paraíso para una consciencia silenciosa. Pasé cerca de unos cuerpos colgando de hombres y mujeres, que habían acabado con sus vidas. Ya saben, lo típico. Ellos yacían de cabeza abajo, recordando sus vidas con dolor mientras insectos pasaban por sus cuerpos heridos desgarrándolos. Muy lindo para un paseo matutino, ¿No? Ya sé, soy todo un afortunado, ja, ja. Me quiero morir, aunque ya estoy muerto o algo así, que raro. Me preguntaba, ¿Dónde estaría mi esposa? Hace tiempo que no la veo. Tengo que prepararle un pastel, hay una receta que me dictó un asesino, a ella le gustan mis postres, que linda.
—¿Quiénes son ellos? —Preguntó mil doscientos tres. Un niño de ojos verdes y cabello castaño, que se aferraba a mí como quien se aferra a una última galleta.
—No lo sé —Dije indiferente—, ¿Qué crees que son?
—Eres raro —Resopló, ¿Yo era el raro? Estoy seguro de que habían cosas más raras. No sé, un cadáver de un anciano partiéndose a la mitad por la eternidad o algo así, seguro que eso era más raro—, ¿Cómo llegaste aquí?
—Oh, eso es difícil ¿Seguro que quieres saber?
—Es más difícil imaginar como el Dios de los limones y las serpientes llegó a ser un ángel del infierno.
—Entiendo. Todo pasó en un sueño. Un hombre de cabello negro pasó por mí y me prometió algo que no era posible, un dios me rompió las piernas y ¿Te gusta el drama?
—Algo. —Dijo indiferente esquivando a un monstruo que partió el suelo y casi se lo tragaba.
—Y te tengo que contar de mi esposa, te va a encantar, es una dulzura.
Entonces empecemos. Me llamo Sean, Sean Balotelli Cariddi, no me conoces, pero está bien, también fui humano. Fue cuando tenían diecisiete años, creo. Estaba con dos de mis hermanos, Serena y Bruce, tenía a Lana y a Enone, mis otras dos hermanas, pero no sé, creí que se confundirían. Así que olvídenlo. Solo recuerden a Serena y Bruce, por el momento. Pasamos preguntando a algunas personas casi tartamudeando; estábamos nerviosos. Primer día de universidad. Nos topamos con un hombre de cabello negro corto, uniforme militar negro y con hombreras rojas, nadie importante como para dar más detalles.
"Hierro Candente, Reino, 628
D.A.E. (Después de la Antigua Era)"—Disculpe ¿Sabe por dónde está la universidad? —Pregunté.
—¿La universidad North Crest? —Preguntó como un robot—. ¿La única en todo el país? Por supuesto, vamos.
Iba a hacer un comentario sobre lo estúpido que sonaba, pero antes de hacerlo dio un pisotón contra el suelo. Esto formó un círculo lleno de inscripciones abajo de cada uno de nosotros. Un aire caliente pasó por nuestras mejillas y llegamos ante una puerta de acero dorado delgado que se abría dando paso a otros jóvenes que entraban al igual que nosotros.
Unos cuantos que también habían pedido ayuda a oficiales estaban cerca a nosotros siendo mal vistos por colarse. Pero esto no era normal, repito, no era normal. Vuelvo a repetir, ¡No es normal! Al menos no así.
—Un gusto haberlos ayudado. —Dijo el hombre antes de irse.
Nos quedamos estupefactos, sin entender lo que había pasado hasta hace menos de un segundo. Nos miramos entre nosotros en busca de respuestas, hasta que los estudiantes atrás nos empujaron.
Seguimos el mismo camino, a la fuerza, que los demás alumnos que llegaban seguían. Al entrar había una enorme fachada junto a unos jardines hermosos. Los pasillos elegantes, las decoraciones simples, nos hubiéramos quedado viendo todo, si no fuera porque hacíamos tráfico y casi nos echaban a patadas. Hasta que llegamos a donde todos se detenían. Había comida servida en una gran mesa de madera, se veía humeando, jugoso. Todo se veía bien. La carne de cordero y demás, con guarniciones de todo tipo no dejaba de tentar.

ESTÁS LEYENDO
El Destino del Villano. (1/3)
HumorUn mundo que ocurre mucho después del nuestro, un mundo destruido donde los dioses son crueles. Una universidad de la que nadie sale. Cinco países, un héroe y un villano por país. Sean es elegido como villano, pero existe una profecía que acecha a...