El Destino del Villano. (1/3)

Capítulo 4- Me pongo a vender Sábila y ¡El director a matar alumnos!

Y ... Ahí íbamos, caminando juntos detrás del rector, cabizbajos mientras susurrábamos. En serio que esto era un problema igual de grande que el que ella no te amara.

—Nos metimos en un problema igual de grande que las deudas del conserje. —Susurró Iván asustado.

—Den ideas. —Susurré

—¿Qué tal usar sábila para cuidarnos la piel? —Preguntó Giorgio.

Antes de debatir sobre la idea nos detuvimos en seco. Escuchamos la voz del director escondiéndonos atrás del rector, ¿Era miedo? Sí, como tú miedo a que él no te ame.

—¿Qué pasa aquí? —Preguntó.

—Director, estos muchachos son unos revolucionarios. Tienen una idea para usted. —Dijo el rector riendo.

—Los escucharé.

¿Qué tan lejos llegaríamos para sostener esa mentira? Sí él hasta llegó a decir que las amaba, entonces no les sorprendería cuan lejos. Tuvimos una junta explicando los beneficios de la sábila. Estábamos desesperados, metidos en aquel papel, como ustedes en las mentiras de ellos. Parecía que ni siquiera el rector se imaginó que llegáramos tan lejos como para mantener nuestra mentira.

—Y por eso desearíamos que hubiera un tratamiento con sábila para la piel. —Terminó Giorgio con un tono intelectual, como si siempre hubiera estado preparado para esto.

El director parecía ver la posibilidad. Me aferraba con uñas y dientes ante la posibilidad de salir victoriosos de esta reunión, como ustedes se aferraban a la idea de que ella los amaba aún. Así de fuerte.

—Lo consideraré, ahora vayan a su casa, excepto Sean. Vamos a hablar sobre su propuesta. —Dijo riendo.

El rector los acompañó a la puerta para dejarlos ir. Me miraron queriendo saber si necesitaba ayuda, pero solo sonreí para decirle que no pasaba nada.

—Vayan chicos, pero, no sigan merodeando. —Dijo el rector dejándolos ir

—Usted también, no quiero que se desvíen—Dijo el director para el rector, que salió para llevar a los muchachos. Apenas se fue me miró. —Vamos a mi oficina.

Acompañé al director a su oficina mientras pensaba en lo lindas que eran las piedras del suelo. Así de mal estábamos.

—Escuché que el oráculo te habló —Dijo serio —Últimamente ella ha traído varias aves mensajeras.

—¿Le gustan las aves al oráculo? —Pregunté confundido. —Pero sí, ella se acercó para agradecerme por darle el consejo de llamarla.

—¿Sabes? Me recuerdas mucho a alguien, él era muy hábil mintiendo, hace unos días perdí a algunos alumnos cerca del bosque prohibido. Es una tragedia ¿Sabes cómo es por ahí?

Era una indirecta, decía "Sé que estuviste en el bosque prohibido. Dime la maldita razón antes de que mueras."

—Qué raro, recién vengo de un viaje justo por esa zona, ¿No me estará siguiendo? ¿No? Porque le traje un regalo que deseaba que sea sorpresa.

—¿Un regalo? —Preguntó como si le costará creerlo.

—Claro, pensé en usted mientras estaba de viaje y le compré algo muy especial.

Aún recuerdo porque había comprado eso, fue aquella serpiente que me dio la idea. Apenas dije lo del regalo se lo veía tratando de ocultar su emoción. Así como ella les ocultaba los cuernos.

—¿Me lo vas a dar ahora? —Preguntó serio aunque su cuerpo lo delataba. No sabía qué hacer con sus manos, parecía haberse olvidado de porque estaba usando su tono acusador.