—¿Seguro que esto es seguro? —Preguntó Nico a quien le estaba atando una cuerda en la cintura.
—No, pero ya hemos hecho bastantes cosas poco seguras. —Respondí.
—Sí, pero nunca me has tirado a un portal. —Dijo un poco alarmado mientras Giorgio traía una olla para ponérsela a Nico en la cabeza y asegurarla con una cuerda por debajo de mentón para qué lo usé de casco.
—Exacto, tómalo como una experiencia, tú solo disfruta, tal vez la próxima, Giorgio sea el afortunado. —Dije tratando de convencerlo.
—¿Crees que estaré bien?
—Claro que sí, y si pasa algo jala de la cuerda dos veces por si hay peligro para jalar y traerte de vuelta y una vez si es seguro.
—Está bien. —Dijo ya convencido.
—A la cuenta de tres. —Dijo Giorgio —Uno ... Dos y ...
Antes de que termine de contar empujé a Nico al portal.
—¡¿Por qué lo tiraste?! —Preguntó Giorgio.
—Para que no se pusiera tenso cuando lo tirase, es obvio, espera ¿Quién está sosteniendo la cuerda que sostiene a Nico? —Pregunté viendo cómo la cuerda corría hacía el portal con el peso de Nico.
—Yo no, ¿Y tú?
—Yo. —Antes de que pudiera responder, la soga se estancó en mi pierna y me jaló al portal, aunque claro, no iba a caer solo y me sostuve de la pierna de Giorgio para caer todos juntos.
Cuando abrí los ojos aún no había caído, miré arriba. Giorgio se había sostenido antes de caer conmigo y estaba con la mitad de su cuerpo adentro con nosotros, la otra mitad sosteniéndose del otro lado del portal.
—¡Imbécil!, ¿¡Por qué me agarraste antes de caer!? —Gritaba Giorgio al otro lado del portal.
—Por esto. —Dije agarrándome a sus dos piernas para no caer al vacío.
Miré abajo, estábamos en medio de un salón gigante de colores dorados, abajo estaban ángeles y supongo que los de alas negras eran demonios que nos miraban enojados por interrumpir algo.
—¿Qué hacen en esta junta, crueles humanos? —Preguntó el que sería el típico ángel rubio.
—Nada, solo pasábamos, ustedes saben, estábamos limpiando nuestro portal de casa y ups, caímos en él —Dije tratando de subir a Nico, con mis piernas. —Nico, ¿Qué tal si subes por la cuerda? Ya sabes, no queremos ser inoportunos con los finos caballeros.
—Sí, un gusto, tal vez otro día vengamos a charlar. —Dijo para tomar la cuerda para subirse.
—Sí, ¿Saben? Hago unos buenos postres, tal vez uno de estos días traiga unos cuantos para que comamos un poco, pero tal vez después, Gio, ¿Podrías subirnos?
—¡Sabía que tenía que hacer más ejercicio! —Dijo Giorgio.
—¡No digas eso! ¡Tú puedes! Inténtalo. —Traté de apoyarlo.
—¡Por eso! Estoy que lo intento, pero ¡Ahh! —Y nos dejó caer.
Caímos directo a una mesa de piedra que casi rompemos por nuestro peso.
—Ay mi espalda. —Dije sintiendo unos cuantos huesos rotos. Nico había amortiguado su caída con mi cuerpo y Giorgio había hecho lo mismo, aunque él no lo había hecho adrede.
Todos los demonios y ángeles murmuraron entre sí. Algunos pequeños niños-ángeles susurraban cosas cómo "¿Y sus alas?" O "¿Por qué huelen a muerte?"
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El Destino del Villano. (1/3)
HumorUn mundo que ocurre mucho después del nuestro, un mundo destruido donde los dioses son crueles. Una universidad de la que nadie sale. Cinco países, un héroe y un villano por país. Sean es elegido como villano, pero existe una profecía que acecha a...