—Disculpen, creo que tengo que irme. —Dije sintiendo que algo estaba mal. Mi pecho se encogía con cierto dolor dulce que no recordaba haber sentido jamás. Podría ser un infarto, ¡No descarto la posibilidad! Pero me parecía más apropiado pensar que era, por no decirlo, una señal de algo que desconocía.
—Bien. Puedes ir y nosotros te esperamos aquí, para no tener que hacer los tres el viaje tan largo. —Dijo Giorgio extendiendo la mano para recibir el dinero necesario para quedarse.
Saqué casi todo el dinero que tenía para dárselo.
—No me demoraré mucho. Llego en menos de dos días, así que con eso será suficiente.
Iba a ser un viaje muy largo y cansado. No tenía tiempo para formalidades y no quería hacer ese extenso viaje en carretera.
—Rag. —Llamé. No sabía si podía escucharme tan lejos, pero la esperanza es lo último que se pierde después del dinero en una casa de apuestas. Y lo primero que se pierde es vuestra dignidad creyendo que si los amaba. Esperé unos minutos y nada.
"¿Qué pasa, jefe? ¿Por qué tan lejos?" Preguntó Rag saliendo de la sombra de un callejón jadeando, con la lengua colgando y ladeando la cabeza.
—Viajes de trabajo, ¿Puedo pasar por tu mundo al mío?
"Sí, pase, pero quiero un premio después." Metió la cabeza en su mundo de sombras.
Corrí hasta la entrada que él me señaló. Pasé volviendo a ignorar a los hámsteres que se la pasaban jugando con cuchillos haciendo malabares. Aquella punzada aún seguía, era dolorosa, pero sabía que no era un dolor físico. Sabía que me estaba guiando a alguien, aquel dolor casi podía tener nombre y apellido. Estaba de nuevo afuera de aquella panadería donde encontré a Nico.
Caminé un poco y vi a Lea, con una bufanda de tela, un abrigo que daba frío de solo verla, intentando cantar mientras le daban una monedas. Estaba protegiéndose de la nieve abajo del techo de una tienda. Su aliento se veía en el aire. Pero la nieve del techo estaba a nada de caerle encima. Caminé para llegar a ella. Me quité el abrigo de Richard y se lo puse encima justo antes de que la nieve le cayera.
—Parece que llegué a tiempo.
Quité el abrigo para dejar caer la nieve a un costado. Su nariz estaba roja y temblaba levemente.
—Gracias —Dijo temblando por el frío. Su voz estaba algo quebrada por el aire helado y por intentar cantar—. ¿Salvando a la damisela en peligro?
—No puedo salvarme a mí mismo.
—¿Quieres que te salve?
—¿Quieres ir a por un chocolate caliente? —Pregunté sacando una moneda de oro—. Hoy me toca invitarte.
—Te tomo la palabra. —Dijo ella tomando la moneda de mí manos. Le dejé mi abrigo para exponerme al frío, estaba tan helado que me dolían los huesos, pero podía soportarlo. Ella se lo intentó quitar para volvérmelo a dar—. Estás temblando de frío, póntela.
—Estás peor. Esa nariz igual de roja que un tomate te delata.
—Mejor entremos rápido para que nos baje el frío. —Dijo colocando su bufanda por mi cuello. No hizo mucho por ser de tela, pero la intención era lo que cuenta. Entramos a la panadería y pedimos dos chocolates calientes que tomamos adentro de la panadería porque estaba con un ambiente tibio debido al calor de los panes horneándose.
—Tus manos son muy grandes. —Dijo ella fijándose en cómo una de mis manos tapaba por completo la tasa de chocolate y más.
—¿Tú crees?

ESTÁS LEYENDO
El Destino del Villano. (1/3)
HumorUn mundo que ocurre mucho después del nuestro, un mundo destruido donde los dioses son crueles. Una universidad de la que nadie sale. Cinco países, un héroe y un villano por país. Sean es elegido como villano, pero existe una profecía que acecha a...