— Yo sabía que todos ustedes eran unos inútiles — espetó Wooyoung al encontrarse frente a todos los omegas que habían participado del tiroteo.
Ni bien se enteró del fracaso del D.K.O., el alfa pidió que todos se reunieran en el que funcionaba como un patio de entrenamiento del viejo frigorífico. Todos sus planes se estaban viniendo abajo, ya no había posibilidades de que gane las elecciones y matar al Beta Mayor parecía ser fácil pero no lo era, no si desde el momento en que el D.K.O cambió de líder la seguridad en la entrada avanzó.
Caminó por las filas hechas por omegas, donde observaba sus rostros adornados por una expresión nula debido a sus años de entrenamiento, donde se les enseñó que no tenían que sentir emociones para poder disparar.
Wooyoung sabía que debía negarse a eso ya que le parecía inútil tener un ejército de omegas a su cargo, aunque una vez que asumió la herencia de su padre, adquirió tanto derechos como obligaciones.
— ¡Sólo a mi se me ocurre confiar en unos apestosos omegas! — escupió en un tono duro mientras seguía caminando con su manos en la espalda, dando la impresión de ser un líder supremo. — ¡Si yo mismo hubiera entrado a ese mugroso barrio podría haberlo hecho mucho mejor que ustedes! ¡Aún sin experiencia!
Los omegas sentían deseos de bajar la vista al escuchar la voz del alfa puro junto con el aroma a sus feromonas de rabia, pero sabían cuáles eran las consecuencias que generaba hacerle tal desprecio a El Jefe, por lo que optaron por seguir escuchando.
Lo único que quería Wooyoung era ganar las elecciones en ese Distrito para que, posteriormente, se pueda postular como Presidente de Corea del Sur teniendo todas las de ganar, aunque claramente necesitaba el apoyo de los sectores populares que integraban estos barrios marginados, sin embargo, no podía hacerlo si no tenía apoyo de los mismos allí dentro.
— ¡Vuelvan a las habitaciones, ya! — ordenó con un tono de voz nulo, haciendo que los demás omegas obedecieran, dejando el gran patio en un total silencio.
Wooyoung se volvió hacia la pequeña oficina que tenía en ese viejo frigorífico junto con su secretaria, abrió la puerta y se sentó en el asiento de su escritorio, mientras que la alfa que lo acompañaba permanecía de pie.
La desesperanza lo invadió por completo, no había nada más para hacer. Uno de sus últimos planes que fueron reclutar omegas, como había ocurrido recientemente, ya no podían servir de nada ya que se dio cuenta que ni siquiera la mayor recluta de omegas pudo lograr su objetivo.
Entonces, ¿qué más le quedaba? el Beta Mayor fue asesinado por otro beta que ocupó el lugar y seguramente les tome años volver a entrar al D.K.O de esa forma.
— ¿En qué piensa, Jefe? — preguntó su secretaria alfa, la cual seguía observándolo.
— En que no debí heredar esta porquería — habló el alfa poniéndose de pie mientras miraba por la pequeña ventana —. Lo único que puede salvarme de todo esto... sería tener un hijo alfa — respondió en un tono de voz quebrado.
Y si, un hijo alfa le aseguraría mucha más estabilidad y, sobre todo, sería un claro heredero para todo su imperio de años.
— ¡Yo quiero un hijo alfa! — expresó mirando al horizonte —. Y haré lo que sea para obtenerlo.
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