ᴜɴᴀ ᴛɪᴇʀɴᴀ ᴏᴍᴇɢᴀ

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Adara

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Adara

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Tras caminar por mi piso hacia el ala oeste, observando las pinturas que decoran la pared con el fin de evitar la aparición de una superficie vacía. Con fuerza, deposito mi libro en una de las mesas de decoración que tienen un florero con distintas flores al pensar en Kellen y experimentar una sensación de desconcierto, aunque dormimos juntos en la última noche que lo vi, él ya no había aparecido.

De reojo miro las escaleras que siguen hacia el quinto piso, observo a mi alrededor y solo tomo fuerza en aquella mesa. Suspiro dejando salir el aire con fuerza al sentirme sofocada en unos segundos y me incorporo. Mis ojos se dirigen a la silueta que baja por las escaleras dirigiéndose al tercer piso, hacia mí y acomodando mis lentes disimulo a Kellen, nerviosa huyo lo más rápido hacia la biblioteca del segundo piso intentando esconderme.

Siendo una cobarde.

Me siento ansiosa de solo verlo de nuevo, pero sé por las damiselas a mi cargo que él aún sigue con su celo y solo se conserva alejado de cualquier omega o mujer que intente provocarlo. La mente de un alfa en celo es difícil de entender. Camino entre los pasillos de la biblioteca escondiéndome y hasta que siento que he huido me detengo a respirar, me recargo contra un pilar.

Aprieto mis manos con fuerza contra mi vestido mientras miro hacia un punto fijo, queriendo concentrarme un poco para evitar pensar en él.

— Hola, oméga —.

— Eh —.

— Te veías muy tierna corriendo —.

— Y-y-yo... —. Su cercanía acorta mis palabras antes de que pueda decir algo, miro sus ojos grises observando su rostro al mismo tiempo.

— Olvidaste esto —enseña mi libro—. Tienes gustos peculiares, mon oméga —.

"La flor de loto del rey"

Intento quitar el libro de sus manos, siendo un intento torpe cuando él alza más su brazo, logrando que sea imposible para mí alcanzar el libro. Me ruborizo avergonzada de haber sido atrapada leyendo uno de los libros que Amirah me dio antes, Kellen se ríe de mí con una tenue sonrisa que apenas y es vista por mis ojos.

— Por favor, Rey —. Brinco intentando alcanzar aquel libro que me hace quedar llena de pena en este instante.

— ¿Acaso hay algo que no deba de ver? —.

— No —me aparto de él—. Que tendría que ver ahí, habla de flores y tipos de jardines —. Miento.

— ¿Entonces puedo leerlo? —.

— No —. Tomo el libro de sus manos y lo aviento hacia otro sitio lejos de él, provoco que él se ría de mí ante la situación tan penosa.

— Eres tan tierna, mon oméga —.

Mon OmégaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora