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El contacto entre ambos labios era tan bueno y adictivo, como lo fue la primera vez, realmente los labios del pelinegro tenían cierta droga que lograba hacerme sentir cada vez más atraído a estos.

- G-Gracias...- Dije al separarnos, mirando sus profundos ojos, que nunca en este tiempo había podido apreciar una sola gota de brillo en los mismos.

- Mghm- Se encogió de hombros mirándome por unos segundos y luego tomó sus vendas y guantes de la pequeña mesita vieja que se encontraba en medio de todo el espacio para salir de la celda sin decir nada más.

Suspiré y me senté en litera tocando mis labios sintiendo aún la presión de los suyos sobre los míos y una muy estúpida sonrisa se creó en mis labios, haciendo que sacuda mí cabeza de un lado al otro quitando mis dedos de aquel lugar que se había convertido, inconscientemente, adicto a los labios del pelinegro.

- ¿Qué me pasa?- Me pregunté suspirando. Me exalté, haciendo que mi cabeza chocara con la litera al oír la puerta de la celda ser abierta, al mirar hacia allí, inconscientemente esperando encontrarme con cierto pelinegro, me di cuenta que era un guardia.

- Levántate, tienes una visita.- Habló seco aquel guardia enorme y con cierto aura que me generaba escalofríos con su placa algo sucia, pero que dejaba ver un nombre en letras grandes: Christopher Bang.

Acate sus órdenes levantándome, y siendo guiado por los pasillos, los convictos con cierto "poder" (no más que Yeonjun) dentro de la prisión, al verlo pasar agachaban su cabeza, cosa que no pasó desapercibida para mis ojos.

Fui guiado por unos pasillos más, hasta llegar a una especie de cabina, al estar frente a la puerta, el guardia, me abrió la puerta y yo algo tembloroso, entré, pero fui detenido por su voz.

- Tienes 5 minutos.- Ordenó, a lo que yo asentí y terminé de entrar. Al acostumbrarme a la gran cantidad de luz de aquel lugar, comparado con la putrefacta celda en la que vivía día a día, pude notar como sentada en una mesa, jugando con sus manos, se encontraba ella, la mujer más hermosa del mundo entero, quien me había dado la vida hace 20 años, sentí mí corazón latiendo fuertemente y lágrimas acumularse en mis ojos, muchos recuerdos vinieron a mí mente en esos momentos.

Me acerqué a ella y me senté en una silla que se encontraba frente a ella divididos por un cristal muy resistente y un teléfono a ambos lados, la dulce mujer posó sus ojos y nuestras miradas se cruzaron, quedamos intactos sin saber qué hacer.

Tomé el teléfono e instantáneamente, como si de un espejo se tratara, ella también lo hizo. -H-Hola...m-mamá- Le sonreí, mientras mis lágrimas caían sin cesar de mis ojos.

- M-Mi pequeño...mírate, estás flaco ¿Comes bien? ¿Te tratan bien? ¿Te dejan ducharte? ¿Duermes en una cama? ¿Tienes ami-

-Mamá, yo estoy bien, no te preocupes- Odiaba mentirle, pero debía hacerlo, por su bien. Sé que intentaba ocultarlo, pero podía notar sus ojeras, su cabello desordenado o su cuerpo mucho más flaco- ¿Cómo estás tú? ¿Cómo está Sunoo?- Pregunté.

Sunoo era mí hermano menor, yo solo era tres años mayor que él, así que siempre fuimos muy cercanos el uno al otro y en el momento en que fui arrestado el estaba en un campamento, le dije a mí madre que intentara ocultarlo por un tiempo al menos hasta que las verdad saliera a la vista y me declaren inocente.

- Oh...él está bien...te extraña demasiado, al comienzo se enojó contigo porque pensó que eras culpable, pero luego con el tiempo se dió cuenta de la verdad y la verdad mí niño, es que un ángel como tú no merece un infierno como este...- Dijo con sus ojos cafés llenos de lágrimas, me dolía el hecho de que la mujer que más amaba en todo el mundo estuviera sufriendo por mí culpa, mí corazón se estrujara.

-Pero el mundo es injusto- Suspiré mirándola con el aparato aún en mí oído y mis lágrimas ya secas en mis ojos.

- T-Tú padre siempre decía eso...- No podía verla de esta forma...primero lo de mí padre y luego yo...la vida era muy injusta con una persona tan maravillosa como mí madre.

- Mamá, necesito que me prometas algo- Dije serio y ella asintió limpiando sus lágrimas y mirándome con atención.- Hagas lo que hagas, no vuelvas, mamá.- Mí voz era seca y las lágrimas volvían a sus ojos, la saliva pasaba como fuego por mí garganta, preparándome para lo que iba a decir, sabiendo que era el final, pero el mejor para la gente que amaba.- Vete lejos, ahora vuelve a casa toma tus cosas y las de Sunoo, comienza una vida nueva, de cero, se feliz, vete del país y no vuelvas jamás-

Ella estaba estática y mis lágrimas eran valientemente retenidas.

- Prométeme que te irás y pase lo que pase, no volverás jamás por mí.- Finalicé y la miré esperando una respuesta que jamás llegó solo lágrimas bajaban por sus mejillas cayendo sobre la mesa, juraba que podía oír el sonido de las gotas impactar contra la madera, sabía que estaba rompiendo su corazón con cada palabra que había salido de mí boca, pero también sabía que era lo mejor, probablemente jamás salga de aquí y lo mejor era que ella comenzara una vida sin mí, en donde sea feliz de por vida y sin una carga como yo.

El silencio en la línea fue interrumpido por una voz que venía de atrás. Al solo oír lo que decía aquella voz, sentí una punzada en el corazón tomándome a pecho aquello, sabía que aquí se terminaba mi vida "normal" y solo pasaba a ser un convicto más, de los que no pueden sentir nada por nadie.

-Su tiempo se a acabado.-

EL CONVICTO - YeonGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora