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Me levanté de la silla, el ruido sordo de del metal rozando el piso resonó en mis oídos. Caminé hacia el guardia arrastrando mis pies y lo seguí por los pasillos de la prisión hasta volver a mí celda. Me tiré a la litera y cerré mis ojos, las imágenes de mí madre llorando llegaron a mí mente y me froté la cara de frustrado al tiempo en que me sentaba. En ese momento oí la celda ser abierta y guíe mí vista hacia donde provenía el ruido encontrándome con Minho.

-¿Qué mierda te pasó? Te ves más feo de lo que normalmente eres.- Dijo tosco como acostumbraba a ser al tiempo que iba al lava manos y se mojaba su cara para luego secarla levantando su camiseta, dejando ver sus definidos abdominales.

Decidí no contestar y simplemente levantarme e ir hacia la puerta de la celda, estaba a punto de abrir la puerta cuando siento un peso en mí brazo y soy dado vuelta bruscamente hasta chocar contra un cuerpo, que a pesar del notable frío que hacía en esa putrefacta celda, parecía como si su cuerpo estuviera hecho de fuego...del cual si no me cuidaba iba a terminar quemándome.

-Pregunté que qué te ocurría.- Gruñó mirándome a los ojos con los suyos tan profundos e inexplicables como lo fueron desde que lo ví por primera vez.

-Nada. ¿Puedo irme?- Dije en tono seco, no tenía ganas de lidiar con nada ni nadie, solo quería ir a fumar un cigarrillo y no volver dentro de un par de horas, pero claramente esto es imposible teniendo a cierto pelinegro como compañero de celda.

Sus ojos se abrieron por unos segundos al escuchar mis palabras, para luego volver a ser tan oscuros como siempre.

- ¿Te atreves a hablarme así, pedazo de mierda?- Gruñó enojado.

-Solo déjame irme. Luego hablamos.- Dije sin ningún tipo de sentimiento en mí voz, algo no muy natural en mí. Me di la vuelta dispuesto a irme, pero esta vez nada me detuvo, logré salir y caminé por los pasillos hasta llegar al patio en donde me senté en un lugar alejado y saqué un pobre cigarrillo que me había costado mí almuerzo. Metí el cigarrillo en mí boca y lo encendí para luego comenzar a fumarlo mientras miraba hacia un lado. Me quedé en ese lugar por unas cuantas horas hasta que alguien se sentó a mí lado.

-Hola- Dijo una voz amable a mí lado y me gire hacia donde provenía esta. Divisé a figura frente a mí, se trataba de un convicto nuevo, su cabello era castaño y su nariz perfecta hacía que luciera hermoso, en sus labios se adornaba una bonita sonrisa que me llenó de una extraña felicidad.

-Hola- Respondí aún seco, sin poder evitarlo, y tirando el cigarrillo lejos.

-Te noté aquí solo, así que supuse que necesitabas a alguien con quien hablar- Me dió una de sus sonrisas y no pude evitar responder con otra.

-Mmm...realmente me gusta más estar solo- Admití.

- La soledad se puede volver adictiva, pero créeme que no es buena- Dijo tomándome de la mano.- Siempre es mejor estar acompañado y hablar con alguien. Sonreí ante sus palabras

- No tengo con quien hablar.- Realmente sabía que no era así, tenía a Hueing siempre que quisiera...Pero él no lograría entenderme.

-Bueno...yo estoy aquí- Dijo encogiéndose de hombros y sonriéndome. Solté una pequeña risa amable- Ni siquiera te conozco, ni sé tu nombre- Dije sonriéndole sinceramente.

Me sonrió y luego dijo- Bueno...Mi nombre es Heeseung.

EL CONVICTO - YeonGyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora