3. Detrás de su máscara.

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Esa tarde, luego de que ambos terminaran su última clase, como debían ir a hacer su primera noche de limpieza escolar, ambos se encontraban de mal humor, pero Jasper lo estaba más.

Ellos se encontraron en el salón del gimnasio junto con el conserje.

─ Bienvenidos, chicos. ─ Decía el hombre, mientras dejaba reposar un enorme trapeador sobre la pared más cercana, antes de que se les acercara a los dos jóvenes. Aunque Jasper era más alto que todos, como de costumbre. ─ Niño ¿cuánto mides? no sé qué comen los jóvenes de hoy día. ─ y le dio una calda al oloroso cigarrillo que portaba entre labios, mientras miraba al más joven.

Jasper arrugó el ceño debido al olor. ─ ... Uno noventa y dos. ─ 

─ Demonios, y yo dejé de crecer a los uno y setenta y ocho... como sea. Yo me encargaré de limpiar el suelo y las ventanas, ustedes pueden ordenar el almacén del gimnasio. Solo saquen todas las cajas y echen la basura en la basura ¿entendido? ─ Y dio otra calada.

Hubo silencio.

─ Perfecto, andando que hoy pasan el partido de las nueve. ─ y el conserje fue a empuñar el trapeador con olor a fabuloso.

Jasper y Shelly fueron andando hasta el anteriormente mencionado almacén y allí se adentraron, Shelly adelantándose a encender las luces y ojeando por encima el estrecho y feo lugar. ─ Esto es un basurero. ─ se quejó con amargura. La chica no podía creerse que estuviera en tal situación, y menos con la persona que peor le caía en ese momento. ¿Cómo explicaba que nunca ha tenido que limpiar por su cuenta? siempre ha tenido personas que lo hacen todo por ella.

Mientras tanto, el más alto se disponía a apilar y aplastar todo rastro de cajas vacías. También sacó una bolsa negra de basura, donde comenzó a verter cada papel o plásticos inservibles que hallaba por los suelos.

Pasaron alrededor de unos quince minutos y mientras el varón ordenaba todo, Shelly se mantenía sentada y tecleando en su teléfono.

... ─ No me importa que seas una plástica más, pero si no cumples con tu parte del castigo llamaré al conserje para que me ayude él mismo. ─ Espetó Jasper, malhumorado.

─ ¿Vas a acusarme, perrito? no sabía que eras un soplón. ─ Contestó la fémina.

─ No soy un soplón, pero no me gustan las trampas. Y menos cuando tengo que hacerlo todo yo solo. ─ Gruñó, tirando la bolsa al suelo de mala gana.

La chica se puso de pie, dejando descansar el móvil sobre la superficie más cercana. ─ Deja de chillar y limpia más rápido, si llego tarde a casa pensarán que me junto con los yonkis... ─

Jasper, quien recientemente había empuñado una escoba, se la aventó a la mujer para que la recibiera. Pero ella no se tomó muy bien aquella acción y se posicionó frente a él con suma seriedad en el rostro. El varón la miró terriblemente mal. Era obvia la tensión entre ambos, los dos tenían un carácter penoso. Pero ¿quién era peor?

─ Ni te creas que me olvidé de lo del cuaderno... haré que pagues caro por todo lo que me has hecho si vuelves a intentar molestarme. Después de todo, solo eres un chihuahua con aires de dóberman. ─ espetó la chica.

Shelly era una joven de apariencia delicada y femenina, de ropas costosas a la vista, mas la fuerza física que tenía era impresionante. La realidad era que había estado recibiendo ciertos entrenamientos desde siempre, prácticamente, así que cuando golpeaba, sabía hacia cómo hacerlo y hacia dónde apuntar.

─ Mejor quítate, solo eres una estúpida malcriada... ─

El insulto fue la gota que derramó el vaso, pues enseguida Shelly se abalanzó sobre Jasper. Este la empujó lejos de él, tratando de no darle un /muy mal/  golpe, pero la chica se había encendido en ira por todo lo dicho, razón por la cual agarró del escritorio unas tijeras que había visto antes y, tras empujar al más alto contra la pared más cercana, lo agarró de la parte superior de la camiseta con la izquierda. Con la derecha, acercó a su cuello la filosa tijera. Jasper no podía entender cómo era que una mujer que parecía ser tan delgada y frágil podía llegar a tener ese tipo de fuerza bruta. Y aquello sumado a que no era de su agrado defenderse de la fémina (porque ¿qué diría su madre?) aún así, no le era sencillo quitársela de encima.

Jasper, con la espalda pegada a la pared, Shelly, empujándolo contra la misma y el filoso objeto entre ambos (y más específicamente) ahora rozando el cuello del hombre, quien se limitaba a mirar con ira a la de menor estatura, pero mayor edad. Shelly le había hecho trizas la nariz el primer instante en el que se conocieron, ¿acaso ella se echaría para atrás hoy?

─ Aléjate de mi, maldita psicópata.. ─ gruñó.

Ella, presionando el filo de la tijera contra la piel en la parte superior del cuello ajeno, acercó con ligereza su rostro al de él. ─ ¿Y sino qué? ¿vas a morderme como un patético perro? Para eso primero tendrías que quitarte esa ridícula mascarilla que tienes puesta ¿qué tratas de ocultar de todos modos? ¿tu fea cara? ─ Casi cegada por el coraje que sentía, la mujer cortó, con el filo de la tijera, una parte de la mascarilla ajena, lo suficiente como para hacerla caer del rostro ajeno.

Su objetivo fue cumplido con éxito, ya que, al rasgarla, la tela cayó al suelo y el rostro de Jasper quedó finalmente, y por primera vez, al descubierto. Sin embargo, gracias a la brusquedad de la fémina, esta logró hacerle un rasguño desde la parte superior de la comisura del labio ajeno, hasta el mentón a un lado del labio. La herida no fue tan profunda, pero una gota carmesí se resbaló por la barbilla del más alto.

Jasper soltó un ligero jadeo producido por el dolor del rasguño. Luego sostuvo los brazos de ella firmemente, buscando impedir que fuese a apuñalarlo o a hacerle alguna otra cosa peor. Antes de hacer el último intento por tratar de alejarla de sí, fijó en ella los ojos.

Esta vez, el silencio se había alargado, solo alcanzándose a oír la agitada respiración del varón. Shelly, por alguna razón, se había distraído con el semblante ajeno. Primeramente por el rasguño que le había causado, y segundo... se había dispuesto a inspeccionar el rostro que hasta ahora había sido desconocido para ella. Y enumeraba ciertos atributos que antes habían sido un misterio por causa de aquella mascarilla que había roto:

Nariz respingada, pómulos marcados, mentón cuadrado, labios carnosos... y se suponía que esto se trataba de una confrontación. Pero Jasper se había quedado petrificado ante la nueva forma en la que lo exploraban los ojos femeninos. Los nervios no eran una sensación usual en Jasper, pero los sintió a flor de piel de manera repentina, pero ¿quién podía culparlo? teniendo a una chica como Shelly tan cerca suyo mirándolo de aquella forma. Aunque ¿qué manera era esa de admirarlo luego de casi sacarle un ojo con esa tijera? ya ni siquiera sentía más el ardor en los labios, solo se dispuso a intentar comprender algunas cosas.

¿Se supone que esto es una pelea? Si es así, ¿porqué solo se dedica a mirarme de esa forma? - Pensaba el hombre, a la vez que, vencido por los nervios, se veía obligado a desviar o bajar la mirada. A su vez, no quería parecer un cobarde, así que se dispuso a cerrar los ojos con fuerza, mientras continuaba siendo presionado contra la pared tras su espalda por el cuerpo delgado de la mujer.

─ Chicos ¿ya terminaron de limpiar? voy pasando para fregar el suelo. ─ Se oyó la voz del conserje que se acercaba al almacén. Aquello los hizo volver en sí y Shelly soltó a Jasper bruscamente. Después de mirarlo mal, tomó distancia.

Jasper tragó en seco, y poniéndose de cuclillas para recoger la estropeada mascarilla, la apretó en la palma de la mano antes de tirarla a la basura. Finalmente el conserje se hallaba de pie en la entrada del almacén. ─ ¿Pero qué es este desastre? Ustedes sí que no saben limpiar y, muchacho, ¿a ti qué te pasó en la cara? ¿con qué te cortaste? ─

Shelly enseguida escondió la tijera, disimuladamente.

─ M-me.. arañó un gato. Por eso tenía la mascarilla, pero me la quité por el calor. ─ Mintió.

─ ¿Y qué gato era ese? Jesús bendito, salgan los dos de aquí. Yo terminaré esto por ustedes, ya que veo que no saben ni siquiera cómo ordenar un simple almacén. Ya váyanse. ─

Ambos obedecieron, marchándose cada uno por su lado, lo más pronto posible.

Debí huir el día que la conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora