5. Amo de casa.

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Con el castigo de Shelly y Jasper transcurrieron dos o tres días donde cada uno tomaba su distancia y se disponía a hacer su trabajo. Jasper limpiaba mucho mejor que la joven, quien solo se disponía a hacer como que hacía algo, mas la realidad era que ella no acostumbraba a realizar ese tipo de tareas.

Las tardes de almuerzo en el pasillo de la oficina del director de toda la aquella semana eran más aburridas que otra cosa. Shelly se encerraba en su celular y Jasper en sus estudios. Martes, miércoles, el jueves Jasper no asistió, y finalmente viernes. El día viernes a la hora del castigo en el tedioso pasillo, Shelly oía su música vulgar y movida a todo volumen mientras navegaba en Pinterest cuando una de las fotografías de su feed le llamó la atención. Eran unas manos de un hombre que parecía estar ocupadas cocinando. Aquellas manos lucían casi como las de Jasper..

La chica no pudo evitar mirar de reojo y disimuladamente las manos contrarias, mismas que se hallaban ocupadas en escribir y...

¿Porqué este hombre en lugar de usar la goma del lápiz para borrar en su cuaderno, solo hace garabatos encima de lo que desea eliminar? - Pensó Shelly, mas pronto volvió sus ojos a la foto.

No, las manos de Jasper son más grandes, más masculinas. - Pensaba dentro de sí misma.

Finalmente, volteó a ver al varón, quien parecía garabatear en el cuaderno de forma casi agresiva, se le veía enojado. Lo que ella no sabía era que al rubio le costaba mucho hacer las tareas de matemáticas, por eso aprovechaba los castigos para practicar, pero jamás veía resultados.

─ Oye, ¿tú sabes cocinar? ─ Le preguntó Shelly a Jasper.

Este giró con lentitud la cabeza, mirándola de reojo. ─ No me hables. ─ Añadió, antes de devolver la vista al cuaderno.

─ ¿Qué dijiste? ─ La chica se quitó el audífono restante.

─ Que te vayas mucho a la mierda. ─ Respondió el malhumorado varón.

─ Cuida la forma en la que me hablas, perro malcriado. ─ Chasqueó la lengua la mujer, luego de ser ignorada. Pronto volvió a enfocarse en su celular.

Tan pronto como sonó la campana, Jasper recogió sus cosas y salió. Ese día no tuvieron que limpiar más, así que pudieron irse temprano y el varón se apresuró para llegar a la casa. Una vez allí, lo recibió su madre con un abrazo cálido, un beso en la mejilla y luego de eso, él tenía que bajarse un poco para que su mamá despeinara un poquito su cabello rubio en una forma de acariciarlo, como era ya costumbre.

Este se fue a la cocina, poniéndose un delantal y comenzando a cocinar. Mientras tanto, su madre charlaba con él y más adelante, ella preparó la mesa.

─ Por cierto ¿a qué horas llegará Diana? ─ Preguntaba Jasper.

─ Me dijo que llegará cerca de las once... creo que su vuelo se retrasó un poco. ─ Contestó Ana.

─ Entiendo. ─ Y el varón fue a lavarse las manos. ─ ¿Está puesta la mesa? La comida está lista. ─

─ Está todo en orden, pollito, es solo que me vine al sofá por un rato, es que me duelen los pies.. ─ Aclaraba ella.

Jasper se secó las hábiles para luego ir a sentarse junto a su madre, en la pequeña sala de estar. ─ ¿Quieres que traiga agua caliente? ─ la miró.

─ Ah, por favor. ─ Dijo ella.

El más alto asintió, yendo a calentar un poco de agua. En eso, alguien tocó la puerta del departamento. ─ Yo abro. ─ Agregó Jasper, yendo a pasos pausados hasta la puerta. Una vez que la abrió, se abalanzó a entre sus brazos una familiar figura femenina.

─ D-Diana. ─ Tartamudeó el más alto, sorprendido por aquel repentino gesto. ─ Pensamos que llegarías a las once.. ─

─ Lo sé, solo deseaba sorprenderlos un poquito. ─ Rió, abriéndose paso en la casa para ir directamente a abrazar a la mamá de Jasper, quien la recibió con los brazos abiertos y una amable sonrisa.

Jasper cerró la puerta luego de dejar las maletas ajenas en la sala de estar y regresó a su quehacer, yendo a servir la comida, ahora para tres.

─ ¿Ahora es Jasper quien prepara la comida? ─ Rió la joven mujer.

─ Desde que comenzaron esos molestos dolores en mis pies, él no me deja hacer nada. Lava, cocina, limpia la casa los fines de semana.. ─ Decía Ana.

─ Y también trabaja y estudia ¿no es así? ─ La chica se sonrió. ─ Siempre ha sido igual de bueno. Por cierto, ¿porqué la máscara? ─

─ Siempre se la quita cuando está en casa, pero lleva unos días con eso puesto.  ─ Ana se acercó al oído de la chica para susurrarle. ─ Creo que se metió en otra pelea, debe ser eso.. ─

─ Ooh. ─ Susurró la otra. ─ Este chico siempre anda en peleas.. pensé que al crecer estaría más calmado. ─

─ Lo es, pero desde que está asistiendo a esa nueva escuela ha estado actuando un poco extraño. ─ Decía la madre de Jasper.

─ Hm.. típico de él, seguramente algunos chicos le tienen envidia por ser más alto y fuerte que ellos. ─ Y ambas rieron en un bajo tono, pero Jasper se aproximó a la sala de estar.

─ ¿Qué tanto murmuran ustedes? vengan a la mesa, ya serví la comida. ─ Dijo él.

─ ¡Ya vamos, ya vamos! ─

─ ...yo iré al baño un momento. ─ Dijo el muchacho, yendo por unos instantes al cuarto de baño. Una vez cerrada la puerta, se quitó la mascarilla del rostro para poder contemplar cómo seguía la herida en la esquina de sus labios. Poco a poco la marca iba desapareciendo, por suerte. Aunque antes de regresarse, se recolocó la mascarilla. Jasper odiaba preocupar a su madre, así que prefería ocultarle aquellas marcas. Al menos hasta que sanaran.

El día siguiente fue un sábado. Jasper se levantaba temprano para poder dejar el desayuno listo para todos en la casa e irse pronto a trabajar. Estando un par de horas en su lugar de trabajo, que era como albañil. A veces se ocupaba en un lugar y otras veces en otro muy diferente, mas le habían notificado que durante los próximos días iban a estar haciendo un trabajo especial de remodelación en un hogar.

No era la primera vez que le tocaba hacer algo como eso, así que no le dio mucha importancia, pero al llegar a la casa junto con dos de sus compañeros, pronto comenzaron su labor, que era hacer unos diseños específicos en el área de la sala de estar. Allí duraron alrededor de tres horas, hasta que escucharon unos pasos bajar por las escaleras que tenían a sus espaldas.

Una voz femenina muy familiar llegó a los oídos de Jasper cuando habló las siguientes palabras.

─ ¿Les falta mucho para terminar? Es imposible dormir mi siesta de belleza con tanto ruido. ─

El rubio volteó, fijando los ojos en la reconocida figura de uno sesenta y seis, permaneciendo perplejo durante esos instantes.

─ ¿Jasper? ─ Shelly abrió los párpados en una expresión de sorpresa.

─ ¿Esta.. esta es tu casa? ─ Preguntó el varón, con asombro.

─ ¿Conoces a la hija del patrón? ─ Le preguntó uno de los dos albañiles que andaban con él.

─ De hecho, somos amigos cercanos, pasamos todas las tardes juntos. ─ Explicaba Shelly, divertida,  únicamente con intenciones de molestar al más alto.

─ Cállate antes de que te-. ─ pausó. Todos en la sala lo estaban mirando y, estando en horas de trabajo... no podía actuar libremente o como quisiera. ─ Solo.. nos conocemos de por ahí. Amigos en común o algo. ─

─ ¿Tienes amigos? ─ Le preguntó el señor a Jasper.

Shelly parecía confundida, pero el joven pidió un segundo y llegó hacia donde estaba ella. ─ Subamos un momento. ─ murmuró.

Esta miró extrañada a los dos albañiles y después a Jasper, quien parecía... ¿desesperado? ¿incómodo? ¿apenado? la fémina no tardó en subir las escaleras, curiosa por lo que le diría el más alto.

Debí huir el día que la conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora