13. Sobran sentimientos.

21 3 0
                                    

Tan pronto como Jasper despertó al día siguiente, lo primero que visitó su mente fue el nombre de una peculiar pelinegra cuya apariencia física podría ser semejante a la de una modelo de revista asiática, de sonrisa malévola.

Y conforme a que pasaban los días, esto seguía siendo así, mas el resto de la semana se limitó a evadir la presencia de Shelly a toda costa. Si la veía pasar por un pasillo, se desviaba por otro, si la captaba mirándolo, desviaba la vista, etcétera. Hasta que llegó la tarde de un martes, cuando el alto varón se hallaba en una de sus clases y el guardia de la escuela vino a tocar la puerta, asomándose por el marco y mirando a los estudiantes.

— ¿Quién es Jasper? — Preguntó él.

El anteriormente mencionado arrugó el ceño, mas dejó su respectivo asiento para ir a ver de qué se trataba todo esto. Lo condujeron hasta la oficina del director, donde le instaron a pasar, cerrando la puerta tras de él. Lo primero que pudo avistar fue a Shelly, con la mejilla rojísima, un tanto de carmesí en el labio, y a una chica que no reconocía, despeinada y llena de hematomas no tan cerca de Shel.

Era otra estudiante de la misma escuela, mas no era relevante para él hasta ahora. Jasper alzó los ojos hasta el director, quien se hallaba en el escritorio, mirándolo con los dedos entrelazados frente a su mentón. — Siéntate. — Le indicó.

— ¿Qué tengo que ver yo con esto? — Preguntó el más alto, aún en la puerta de la oficina, malhumorado.

Shelly lo miró de reojo, hacía muchos días que no intercambiaban palabras entre sí y... de repente esto.

— Solo siéntate. — Insistió el director.

El joven resopló, y fue a tomar el asiento vacío entre las dos mujeres. La estudiante era joven, de bella apariencia y delgada complexión física. Su cabello era pelirrojo natural y su piel pálida. Parecía bien claro deducir quién había ganado la pelea, pues Shelly parecía intacta en comparación a la pobre chica. La pelinegra solo tenía el uniforme ligeramente desarreglado y el labio un poco cortado. Su expresión era seria, ligeramente desinteresada. Incluso alzó la mano para, con el meñique, retocarse un poco el gloss.

Él solo exhaló por los orificios nasales, silenciosamente. Sabía que nada bueno podía salir de esto.

— Hablé bien claro cuando les dije que no quería más peleas... pero tendré misericordia con ustedes dos y no los expulsaré hoy. Principalmente porque tengo otros problemas qué atender ahora y no quiero lidiar con eso. — Los problemas tenían que ver con... otra pelea en ese mismo día y otra problemática con Luis. — ¿Y bien? ¿Quién empezó? —

Enseguida la de hebras rojas se puso sobre sus pies. — ¡Fue ella, director! —

Shelly chasqueó la lengua, mirándola mal. — Perra desquiciada... te atreves a mentirle así al director. —

— No permitiré insultos aquí, Shelly. Nía, siéntate. — Ordenó el hombre.

La despeinada joven miró a la pelinegra antes de sentarse nuevamente. — Lo siento, señor... pero fue ella quien empezó. Me empujó en el pasillo. —

— Pregúntele porqué la empujé. — Dijo la de ojos azules, sonriendo con ligereza, cruzada de piernas juguetonamente.

— Sigo sin entender porqué estoy yo aquí. — Reafirmó Jasper, más enojado que antes.

— Diablos... porque Nía estaba hablando estupideces sobre ti, ingrato. — Confesó la asiática.

El más alto arrugó el ceño, volteando a mirar a la de cabello colorado. — ¿Qué? Pero si ni la conozco. —

Debí huir el día que la conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora