Capítulo tercero

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                 La pequeña Teresa pasaba las tardes jugando con  muñecos en el almacén del supermercado. Extendía una alfombra en el suelo de cemento desnudo, cogía una caja de plástico llena de figuritas de la balda en la que se colocaban los zumos pequeños que vienen con pajita y la ponía en una esquina. Después cogía una casita de Pin y Pon que guardaba junto a los zumos grandes y la ponía en el centro de la alfombra. Por último, tomaba una segunda caja, esta de zapatos, que estaba llena de columpios y toboganes diminutos. Esta última caja la colocaba en la esquina de la alfombra opuesta a la caja de las figuritas. Entonces se arrodillaba y dejaba caer sus rizos negros sobre las cajas, de las que tomaba juguetes a puñados. Una vez elegidos los personajes de su juego, cobraban vida. "Mamá, ¿puedo ir al parque?". "Sí, claro. Toma tu merienda". "Gracias, mami. Chao". "Hasta luego". Tiquitiquitiqui. "¡Oh! Un tobogán nuevo. Voy a tirarme". "¡No te tires! ¡Es muy peligroso!" "¿Por qué?". "Porque está embrujado. Si te tiras te llevará la moura". "Tonterías. ¡Aparta!". "No te tires, por favor". Tiquitiquitiqui. "Allá voooooy". Cataplúm. "Sooooooy la mooooura de la fueeente". "¿Ves? Te lo dije. No me hiciste caso y ahora estás muerta. Tu mamá se va a enfadar mucho".

La fuente de la mouraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora