Capítulo VI.

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(NARRA ILIANA)

Separo mis labios de los de Dani, apoyo mi cabeza en su pecho, él me abraza. 

- Esto no debía haber pasado - susurro 

- ¿Por qué? - me separo de él y lo miro a los ojos, pero rápidamente desvío mi mirada al suelo - Yo quería hacerlo, y tu en ningún momento me rechazaste, yo te puedo ayudar a olvidar a mi hermano - dice adivinando mis pensamientos, coge mi barbilla - y tu me puedes ayudar a olvidar a Julia - 

Ahora mis dudas son mayores, quizá tenga razón y pueda ayudarme a olvidarme de Jesús, y la misma vez yo le haré un favor. 

- Iliana - llama mi atención - a lo mejor  el destino nos quería juntos, nos ha unido, dame una oportunidad - nuestras miradas se quedan fijas, sin ningún movimiento - por favor - 

- Ayúdame a olvidarle - lo abrazo, a lo que él hace lo mismo 

- Iliana la cena está lista - grita mi madre desde el piso de abajo

Me separo despacio, y me giro para bajar a cenar, Dani se posa delante mía impidiendo mi paso, me acerca a él y posa sus labios en los míos. Sonrío. Coge mi mano y bajamos. 

Cuando está la cocina visible, Dani me suelta la mano y yo empiezo a reír, él me da un pequeño pellizco. 

(...) 

Miro hacia el techo de mi habitación, solo se escucha mi respiración pausada y las gotas de lluvia que chocan contra el cristal. 

Hace dos días desde que me besé con Dani, desde entonces no lo he vuelto a ver ya que está en su pueblo, me llama todos los días, está muy atento a mí, eso me encanta. Lo que más me llama la atención de él, es que siempre me saca una sonrisa.   

(...) 

- Ah - grito, miro hacia todos lados alterada, lágrimas empiezan a salir de mis ojos

- Iliana - escucho a mi madre correr hacia mi habitación - ¿qué pasa? - se acerca a mi preocupada

- Otra vez esa pesadilla - digo a sollozos, mi madre me abraza 

- No te preocupes, ya estás en casa, a salvo, ya no te puede pasar nada - quita mis lágrimas de mis mejillas y yo asiento, agradezco que me tranquilice, pero ella sabe que no lo hace. 

Me acorruco en sus brazos, siento su calidez , eso me tranquiliza. Mientras mi madre me acaricia el pelo me quedo dormida. 

(...)

- Iliana - me llama flojito y dulcemente, abro mis ojos despacio - llegarás tarde 

- ¿A dónde? - me incorporo en la cama y froto mis ojos 

- Al instituto - dice mientras se acerca a abrir la ventana y persiana

Me pongo blanca al analizar lo que acaba de decirme. 

- No estoy preparada para ir - 

- Lo estás, y lo sabes - se acerca a mí 

- Me mirarán con cara de pena - juego con mis dedos, se me ha vuelto una costumbre hacer eso cuando estoy nerviosa - ¡No quiero dar pena! - grito mientras me levanto bruscamente de la cama y voy hacia el baño, cierro la puerta de un portazo. 

- Iliana  a las 8:15 procura estar lista - escucho la puerta de mi habitación cerrarse de un portazo. 

Nadie en esta maldito mundo me entiende. Mi vida no tiene nada que ver con la vida que tenía antes. Todo era perfecto, no tenía miedo a salir a la calle, no tenía esas pesadillas que tanto me aterrorizan ahora, no tenía esta palidez en la cara, mis ojos ya no brillan como antes, y mi cuerpo ¿qué puedo decir de el? Toda la ropa se me ha quedado grande. Antes tenía... tenía a Jesús. Me prometí olvidarle y no solo eso, odiarlo. 

Y así me doy cuenta de que me estoy convirtiendo en una persona fría, con una barrera a mi alrededor, impidiendo que todos se acerquen a mí. 

Me miro al espejo, me lavo la cara y me seco. 

No puedo seguir así. 

Tengo que demostrar que estoy bien, que todo está superado. No puedo permitir que nadie me mire con cara de lástima. 

Abro la puerta del cuarto de baño y me dirijo a escoger algo para ponerme. No me como la cabeza en el elegir que ponerme y cojo unos leggins negros, una sudadera blanca escrito en negro ''nike'' y mis zapatillas nike roshe run wome negras con estampados de flores en el logotipo. Me dirijo al cuarto de baño, mojo mis manos en agua y después me doy en el pelo. Me lo dejo suelto. Tengo el pelo lleno de rizos y a veces se me forman tirabuzones, el pelo me llega casi al culo, me falta una palmada. Para mí tiene la largura perfecta.

 Una vez vestida cojo mi mochila, móvil y bajo al piso de abajo. 

Primero veo a mi madre tomando una tostada mientras habla con mi padre, por último veo a mi hermano bebiendo su vaso de leche con desgana. 

Entro a la cocina y me siento en una de las sillas, cruzo mis brazos y fijo mi mirada en ellos. Mi madre al ver la acción no tarda en hablar. 

- ¿No desayunas? - pregunta mientras deja su tostada en el plato y coge su taza de café 

- No tengo hambre - digo sin quitarle la mirada 

- Come, estás delgada como sigas así te tendremos que llevar al hospital, estás anoréxica - deja su taza en la mesa mosqueada - y comas o no vas a ir al instituto - 

- He dicho que no tengo hambre - levanto mi tono de voz y por la expresión de mi madre no le ha gustado ni un pelo, pero tiene que entender que no voy a comer sin hambre, lo veo una idiotez. 

- Y yo te he dicho que desayunes, soy tu madre y por favor compórtate como es debido - posa su palma de la mano con fuerza en la mesa

- He estado comiendo una vez al día en tres meses ¿crees que tengo hambre? He estado encerrada tres puñeteros meses sin saber nada de nadie, sin ver la luz del sol, tratándome como si no fuese nadie - me levanto bruscamente - ¿cómo quieres que me comporte? ¿Cómo si todo esto no hubiese pasado? Por desgracia esto pertenece a mí y pertenecerá siempre - cojo mi mochila que está a mi lado, llego a la puerta y salgo de mi casa, intento que mis lágrimas no salgan y lo consigo. 

Entre maldición y maldición sin darme cuenta me encuentro frente al instituto. 

Comienza mi nueva vida. 



Todo ha cambiado. |Jesús Oviedo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora