Capítulo IX.

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(NARRA JESÚS)

Me levanto despacio, limpio mis lágrimas con mis dedos, respiro hondo y vuelvo a entrar al hospital. Espero a que llegue el ascensor. A los segundos llega, me subo y le doy al botón que indica la 2 planta. Me bajo del ascensor y me dirijo donde están todos. 

- ¿Quieres entrar a verla? - pregunta la madre de Iliana sentándose a mi lado y con su voz rota - A ella le gustaría que  entrarás - dice acariciándome la mejilla 

- No creo que quiera eso - me levanto y me voy directo a los aseos. Cuando llego, lavo mi cara y me la seco con papel que hay a mi derecha. Miro mi reflejo en el espejo. Suspiro. 

- Será mejor que nos vayamos - entra mi hermano por la puerta, yo no digo nada solo asiento. 

(...) 

Miro el reloj, las 23:42. No puedo dormir. Me levanto de la cama y bajo las escaleras, directo a la cocina. Cojo un vaso de agua. Cuando me lo bebo lo dejo en el fregadero. Cojo las llaves de casa y salgo sin hacer el más mínimo ruido. Empiezo a caminar sin rumbo. 

Estoy en frente de la casa de Iliana, entro por la puerta de atrás. Primero me aseguro de que no hay nadie en casa, y así es. Subo las escaleras y me dirijo a la habitación de Iliana, enciendo la luz. Muchos recuerdos me vienen a la mente, sonrío. Me tumbo en su cama, huele a ella. 

Miro atentamente al escritorio. Me fijo bien, y efectivamente es eso. La caja. Me levanto y la cojo. Me siento en la cama. La abro, saco las fotos, una camiseta que yo le dejé, un collar con mi nombre y un anillo con nuestra fecha. Meto todo en la caja, la cojo y vuelvo a casa antes que alguien se de cuenta de que no estoy. 

(...) 

- Jesús, levanta, vas a llegar tarde - dice mi madre dándome un beso en la frente - buenos días - me sonríe 

- Buenos días mamá - la abrazo 

- Date prisa - dice saliendo y cerrando la puerta. 

Me levanto y no tardo en vestirme. Bajo las escaleras despacio, llego a la cocina y veo a mi hermano Dani y a mis padres desayunado. Me uno a ellos. Me quedo mirando a la mesa, pero no me llego a fijar que hay para desayunar. Mi único pensamiento es Iliana. Miro mi reloj. 

- Voy a llegar tarde - digo levantándome, pero mi madre me detiene 

- Desayuna antes de irte - dice preocupada 

- Ya desayunaré algo en el instituto, te lo prometo - le doy un beso en la frente, cojo mi mochila y salgo de casa rumbo al instituto. 

Voy andando despacio, sin prisa alguna. Me pregunto como estará Iliana, esta tarde me pasaré por el hospital, aunque no me atreve a entrar en su habitación. No puedo verla en una cama enchufada a muchos cables que le dan la vida, y está así gracias a mí. Nunca tuve que haber estado con Isa. Pero pensaba que me podía olvidar de Iliana, pero no fue así. 

Sin darme cuenta ya estoy en el instituto, las miradas se centran en mí. A lo lejos del pasillo veo acercándose Isa, me da un dulce beso en los labios y después me abraza. 

- Todo saldrá bien - me da un beso en la mejilla y después me sonríe

- Tenemos que hablar - digo serio, la cojo del brazo y la llevo hacia atrás del edificio principal 

- Dime - con su sonrisa 

- No podemos seguir juntos - digo frío 

- ¿Qué? - levanta la voz -  No puedes dejarme, yo te quiero y tu también - intenta convencerme 

- Isa, yo no te quiero - digo despacio - lo siento - me siento realmente mal, la he utilizado para olvidarme de otra persona 

- Es por  Iliana, ¿verdad? - se cruza de brazos y yo asiento 

- Jesús, ella está en una cama, en coma, no se va a despertar nunca, ¿vas a perder tu tiempo? - 

- Deja de decir estupideces - la empujo hacia la pared apretándole su brazo  

- Me estás haciendo daño - al ver sus ojos brillos, la suelto 

Le doy la espalda y me voy a clase. Ojalá pase rápido la mañana. 

(...) 

- Después vengo a recogerte - dice mi padre, asiento y salgo del coche 

Entro al gran edificio del hospital. Llamo al ascensor, viendo que no aparecía decido subir las escaleras. Las subo de dos en dos y rápido. 

- ¡Ay! - escucho un grito desde una de las habitaciones, me acerco. Veo a una niña más o menos de mi edad intentando levantarse del suelo, me acerco y la ayudo 

- Gracias - dice acomodándose el pelo detrás de sus pequeñas orejas, sus ojos azul cielo se cruzan con mis ojos marrones, se sonroja. Sonrío. 

- ¿Estás bien? - pregunto 

- Sí, solo me he resbalado -  dice tímidamente, vuelvo a sonreír 

- Me tengo que ir - digo acercándome a la puerta - ¿cómo te llamas? - 

- Analía - sonríe - ¿y tú? 

- Jesús - le sonrío y sigo con mi camino. 

A lo lejos veo a la madre de Iliana, con muy mala cara. Me ve y hace un esfuerzo por sonreírme, me acerco a ella y le abrazo. 

- Hola - susurro - ¿cómo estás? - que pregunta más tonta 

-  Algo mejor que ayer - 

- ¿Y ella? - pregunto refiriéndome a Iliana 

- Igual, entra a verla, por favor, se que ella escucha todo, a lo mejor si tu entras... - sus lágrimas salen a la luz - se que ella te quiere, te quiere de una forma muy especial - 

- Y... yo no se - 

- Tienes que entrar - me ruega 

- No soy capaz de entrar y verla, no puedo verla en una cama, como si no estuviera, que su vida depende unos cables y una máquina, no puedo - mis lágrimas no aguantan más en los ojos y salen como rayos. 

La madre de Iliana me abraza. Un abrazo vale más que mil palabras. Este abrazo dice todo. Grita el dolor que tenemos. 




Todo ha cambiado. |Jesús Oviedo|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora