Capitulo 00 || Todo cambió cuando llegaste tú||

51 19 14
                                    

Regálame tu risa. Enséñame a soñar

Después de darse cuenta de que Obito, su mejor amigo, se iba a casar con Rin, Kakashi cayó en una profunda depresión. Esta situación se agravó con una terrible crisis de paranoia que comenzó aquel día gris. Decidió aislarse de todo y de todos para no seguir pensando en los posibles desenlaces que el matrimonio de sus amigos podría traer para él y para la aldea. Gai, Tsunade e incluso el mismo Obito intentaron visitarlo, pero nunca lograron que Kakashi abriera la puerta que los separaba del albino. Todos en la aldea sabían lo paranoico que podía llegar a ser Kakashi y las extrañas hipótesis que formulaba sobre lo que sucedía a su alrededor. Por esta razón, la Aldea de la Hoja estaba llena de preocupación por él y por lo que podría hacer para evitar el matrimonio.

Hashirama, después de insistir tocando a la puerta cada mañana, finalmente logró que Kakashi le abriera. Sin embargo, su esfuerzo fue en vano, ya que Kakashi le cerró la puerta en la cara inmediatamente para evitar hablar con él. En el fondo, Kakashi sabía que Hashirama tocaría el tema que tanto lo irritaba. Al ver la negativa del albino, el ex Hokage decidió rendirse, no sin antes dejarle un último mensaje.

-¿Hasta cuándo vas a estar así? ¿No entiendes que al estar así solo te dañas a ti mismo? Sé que es posible que no me estés escuchando, pero sé que pronto saldrás de ahí. Tarde o temprano me buscarás para que te ayude. Buena suerte con tu locura, Kakashi.

Kakashi escuchó todo, ya que apenas había cerrado la puerta. Se recostó contra ella para poder oír lo que Hashirama tenía que decirle. Entendía que tarde o temprano su locura lo consumiría por dentro, especialmente debido a la profunda tristeza que lo invadía y cuyo origen no comprendía del todo.

Esa misma tarde, una fuerte lluvia comenzó a caer sin cesar. Parecía que cada gota de agua estaba hecha de las palabras de Hashirama, instando a Kakashi a salir de su casa. La humedad dentro de su hogar lo estaba consumiendo lentamente.

Sentía cómo las gotas de sudor le recorrían desde el cuero cabelludo hasta la punta de la nariz, perdiéndose en el tapaboca negro que siempre llevaba. Sabía que si salía, ganaría el Senju, pero la humedad era más fuerte que su orgullo, y no sabía lo difícil que sería luchar contra ella.

Salió de su hogar con una larga capa para protegerse de la lluvia, pero más que nada para no ser visto por nadie de la aldea y evitar ser señalado como "el loco". Paseando por la aldea, buscando las corrientes de aire que la tormenta le ofrecía, encontró una caja de cartón empapada, a punto de deshacerse. La curiosidad lo venció y se asomó para ver qué podría haber dentro. En cuestión de segundos, imaginó todas las posibilidades: pergaminos viejos, armas oxidadas, o incluso que la caja estuviera vacía.

Ninguna de sus suposiciones fue acertada. Para su sorpresa, encontró un pequeño kyubi en una esquina de la caja. El pequeño respiraba con dificultad, con el agua fría de la lluvia llegando hasta su cuello. Apenas tenía fuerzas para respirar agitadamente y mover una de sus nueve colas. Con todo el pesar en su corazón, tomó a la pequeña criatura, la cubrió con su capa y la llevó a su casa para que tuviera un lugar mejor donde quedarse mientras pasaba la tormenta.

Ya dentro de su casa, analizó bien el problema de que sería tener una criatura como un kyubi en su hogar, y el peligro que esto representaba. Lo peor de todo era que no tenía a nadie a quien pedirle ayuda. Se alteró al pensar que todos creerían que era parte de su "locura" y no que realmente había encontrado a un ser de la mitología japonesa, uno de los más peligrosos si no sabía cómo tratarlo.

-¿¡Qué voy a hacer contigo!? ¡Nadie me creerá cuando les diga que salí de casa y encontré a un pequeño kyubi! ¡Todos me toman por loco y ahora tendré que arreglármelas solo!

Lloró. Golpeó las puertas. Gritó. Pataleó como un niño pequeño. Finalmente, frustrado, se dejó caer de espaldas contra la puerta de entrada, deslizándose lentamente hasta el suelo, mientras observaba a la pequeña criatura de pelaje rojizo recuperarse de su casi inevitable muerte.

Sonrió débilmente, sin pensar en nada, sabiendo lo que debía hacer a continuación con la criatura, que abrió sus pequeños ojos celestes para mirarlo con atención.

Debía cuidarlo para que nada malo le pasara.

-Te llamaré Naruto, y te cuidaré de ti desde ahora. Serás bueno conmigo en la medida en que te proteja del mundo exterior.

◖Solo tú  || Naruto ||◗Donde viven las historias. Descúbrelo ahora