4

428 50 121
                                    





La ira de la mar.

Los destellos de luz solar interrumpieron mi sueño, provocando que despierte con deseos de seguir durmiendo. Me remuevo un poco percatándome de dos asuntos: tengo un jodido dolor de espalda y desperté al lado de una mujer desnuda y con una cola de pescado en vez de piernas.

Recuerdo en un instante todo mi día anterior. Pienso en mi tripulación, y comienzo a preocuparme. ¿Qué les habrán hecho a ellos? ¿Y si no tuvieron la misma suerte que la mía? ¿Habrán logrado derrotar a los invasores y ahora me estarán buscando, o solamente están lamentando mi perdida?

Resoplo.

Intento incorporarme en ambos pies, y mirar a mi alrededor. Es posible que me hayan dado por muerta, y solo yo puedo salvarme.

Pienso en la muerte, lo oscura y siniestra que debería ser. Y eso rápidamente me hace pensar en mi padre. Esa arma de fuego que atravesó su corazón aún logra perturbar mi alma, corrompida y salvaje, que no piensa en el mañana como un tiempo demasiado largo. Mi padre así pensaba también, supongo que es casi un consuelo.

Y una idea aclareció mi mente en este momento. Esa vez cuando yo era pequeña aún, y pensamos que mi padre había muerto, pero resultó que había nadado de forma inconsciente hasta su barco, fue algo completamente extraño y casi imposible, si somos creativos. Pero ahora pienso que tuvo ayuda.

Ayuda de una sirena.

—Buenos días. —Saludó Corinne, como si la hubiese despertado porque mis ideas retumbaban fuerte.

Me giré para mirarla.

—Si pudiste salvarme y transportarme hasta aquí estando yo inconsciente, ¿podrías llevarme a un barco cercano?

—Se dice buenos días.

La miré incrédula. Ella estaba molesta, y recién había despertado.

—Buenos días. —Formé una sonrisa falsa en mi rostro.

—¿Dormiste bien?

—Sí. Ahora respóndeme a lo que...

—Te duele la espalda. Si quieres, puedo curarte.

—¡Corinne! —La interrumpí—. Por favor, ayúdame con esto.

Ella suspiró pesadamente, siempre mirándome directo a los ojos, como si constantemente intentara descubrir qué es lo que escondo. Se acomodó, sentándose, con su cola aún húmeda y con polvo apegado como musgo a los árboles. Estaba incómoda, y es probable que hace tiempo no dormía en la tierra.

—Está bien. Sí, podemos crear burbujas de oxígeno y eso ayuda a mantener las funciones vitales de los humanos en agua. Y así, no mueren mientras los transportamos.

Yo escuchaba todo lo que decía, maravillada. Su forma de expresarse siempre era con naturalidad, pero para mí, era impresionante todo lo que podía hacer.

Ella era como la mar. Tan misteriosa y llena de secretos, de esos que te dan curiosidad y fascinación.

—Enséñame.

Antes de que pudiera responder, la tomo en mis brazos y camino hacia la orilla de la mar.  El frío hace que me sienta libre, alegre. La mañana es hermosa, el sol nos saluda brillante y vanidoso. La brisa recorre por nuestros cuerpos curiosa y ligera, haciendo que nuestros cabellos vuelen en muchas direcciones.

Corro, con el corazón pidiéndome más acción. Está agitado, feliz, deseoso.

Las olas me tocan y disfruto de su intensidad de movimiento. Sigo corriendo, riendo, maravillada y enérgica. La sirena se contagia con mi risa, y en ese momento nada importa. Nada tiene tanto valor y sentido. La vida es simpleza en magnificencia. Caminar descalzos, sumergirnos en las olas, sentir el abrazo del viento, y ser parte del ecosistema.

La Dama del Mar [GirlsLove] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora