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Hasta que la capitán pirata los separe.

Apenas termina de decirlo, veo a mi barco aún más cerca. Peligrosamente cerca. La vuelvo a mirar a ella, quién luce angustiada.

—No te preocupes. Cásate con él. —Le digo naturalmente.

Su mirada pasó de angustia a sorpresa. De sorpresa a indignación. Se separa de mí para analizarme mejor, y como siempre, descubre que todo lo que digo tiene un truco.

—¡No juegues con eso!

Yo me largo a reír.

La acerco a mí nuevamente, y me agacho un poco, para estar a la altura de su oído derecho. Rozo suavemente el lóbulo con mis labios, mientras susurro:

—Tengo un plan, pero para llevarlo a cabo, necesito que seas la pieza fundamental. Quiero que seas una linda distracción vestida de blanco, para que todas las personas, incluidas Edmundo y sus guardaespaldas, estén en la boda.

Ella sonrió—. ¿Solo eso soy para ti, capitán? ¿Una linda distracción?

Su tono de voz, como si estuviera jugando conmigo, realmente me estaba distrayendo y encantando. No pude evitar besarla nuevamente, teniéndola retenida en mis brazos, sin que nada más que dos trajes varoniles nos separaran.

—Doctor Ballart...

Nos separamos al escuchar una voz.

—¿Sí? —Posicioné instintivamente a Corinme detrás de mí.

La voz se trataba de una señorita de no más de veinticinco años, que llevaba ropa de sirvienta, lucía tímida y sus pómulos permanecían sonrosados, evitando mi mirada directa.

—E-estoy buscando a la señora Lightfoot. Me dijeron que la vieron con usted.

Tartamudeó.

—¿Señora Lightfoot?

—Corinne. La mujer del rey.

—Pero si aún no se casan ni enlazan sus caminos.

Me crucé de brazos, divertida. Esperando su respuesta.

—S-sí, p-pero... Así quiere que la llamemos nuestro rey. Y recuerde que se casan hoy, es el motivo por la que la estoy buscando.

—Pues no la he visto —respondí.

Aquella muchacha asintió, mientras observaba a Corinne que estaba a mis espaldas, mirando a la mar. Con ese traje varonil, en vez de un vestido floreado, era casi imposible de reconocer, sobretodo por el sombrero. Luego se marchó, sin antes hacer una leve reverencia demostrando que estaba condicionada socialmente a ser servicial.

—Es Emeline, mi escolta. Habla mucho del doctor Ballart. Creo que le gustas. —Dijo Corinne, aún dándome la espalda.

—Bueno, ahora pensará que soy un hombre gay.

Me acerqué a ella y la abracé. Contemplamos la mar brillante en el día soleado, mientras la brisa salina se mezclaba con el suave aroma de Corinne. Éramos dos caballeros, observando juntos el golpeteo de las olas pequeñas, mientras se tenían el uno al otro, perdiendo sus pensamientos solo en ese instante.








La Dama del Mar [GirlsLove] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora